La fotografía del francés Denis Rouvre nos enseña cómo se puede hacer de una pasión una vida
Reconocido internacionalmente, el estilo directo e intimista del autor se ha convertido en su seña de identidad aportando una nueva dimensión al mundo de los retratos.
Por Cristina Gayol
Traducción Grégory Frangeul
Fotografía © Denis Rouvre
Madre e hijo posan frente a cámara en su recién estrenada casa.
Serie ‘Kanak’.
Acostumbrado a retratar a celebrities y personas de la talla de Bill Gates , el fotógrafo parisino Denis Rouvre confiesa su predilección por la gente anónima.
Ésa que no sabe cuál es su mejor perfil y que nunca ha ensayado hasta el límite sus expresiones faciales, sino aquella que mira desnuda a una cámara haciendo visible sus partes más íntimas e internas.
Ésa que no miente.

Cuerpos desnudos disfrutando del libre albedrío. Serie ‘Edén’.
Reconocido a nivel internacional con premios como el World Press Photo, Rouvre tardó años en aprender a utilizar la palabra ‘artista’ porque siempre prefirió hablar de Fotografía, con mayúsculas.
‘Veo la fotografía como una herramienta de libertad que me permite tener diversas visiones del mundo distintas de todos los demás.
Eso es lo maravilloso que tiene que, de un mismo hecho que en apariencia es igual para todos; cada uno tenemos nuestra propia forma de verlo, es una realidad descubierta sólo para mí’.
Asegura Rouvre con un brillo que sus ojos no pueden esconder.
‘Después de 25 años aún sigo viendo cosas, no en el momento en el que saco la foto pero sí después.
Es increíble cómo una fotografía sacada hace años no te dijo nada en su momento pero te cuenta ahora infinidad de cosas para las que entonces, quizá, no estabas preparado’.
De carácter afable y hablador, Denis nos recibe en su estudio lleno de bártulos y trastos propios de un artista que pueblan cada esquina, cada rincón de la habitación.
Inspiración para poetas y artistas. Soberanos del lenguaje onírico y mágico.
Los unicornios son, más allá de modas perecederas, el símbolo por excelencia de la pureza, la esencia, la honestidad y el amor.
Por MARTA ARTEAGA Fotografía © ISABEL MUÑOZ
La física cuántica sostiene que el observador modifica a lo observado, y hay quien podría decir que solo son caballos.
Sin rendirse a la evidencia de la belleza y de la existencia de la imaginación, conviviendo desde otro plano de conciencia en esta realidad.
Los unicornios son los guardianes del templo de nuestra imaginación.
Desde el imaginario del hombre y el centauro, a las cuevas de Altamira.
La relación del ser humano y el caballo, en perfecta armonía, ha estado presente desde los orígenes.
Ese es el misterio que revelan las fotografías de Isabel Muñoz, cuya obra danza la relación del ser humano en comunión con la naturaleza.
Investigando el cuerpo y el movimiento, como herramientas para comprender el origen de nuestro propio linaje.
‘Me encanta descubrir a los unicornios en esas playas hechas con tonos grises, en las que la marea se retrae y el suelo es como un espejo y, de pronto, vuelves a los orígenes. pensar en las personas que amaron en esos espacios, que vivieron y lloraron en esos espacios.
Me encanta descubrir el caballo y su sensualidad; tiene algo en su piel que dan ganas de tocarlo; y el mar y el ser humano, y esa ambigüedad que hay entre sus cuerpos’.
Expresa en sus palabras vestidas de gozo.
El mundo de la moda tiene a Helmut Newton, el fotoperiodismo, a Robert Capa y la fotografía de gatos, a Walter Chandoha.
En 1949, el encuentro con un minino callejero le cambió la vida y su carrera transformó la fotografía de gatos y la elevó a la categoría de arte mucho antes de los #gatosdeinstagram.
Esta colección rinde homenaje a animales fascinantes y a un artista, hijo de padres ucranianos, fallecido en enero de 2019 a la edad de 98 años, cuyo amor por gatos y perros se aprecia en cada imagen.
Por MARÍA GONZÁLEZ
FOTOGRAFÍAS DE WALTER CHANDOHA
Los pitagóricos creían que los animales experimentaban la misma gama de emociones que los humanos.
Investigaciones actuales en este campo nos proporcionan pruebas convincentes de que, al menos algunos animales, probablemente, sienten una gama completa de emociones, incluyendo el miedo, la alegría, la felicidad, la vergüenza, el resentimiento, los celos, la rabia, la ira o el amor.
Una de las emociones más complejas de evaluar es la empatía, esa capacidad para comprender y compartir los sentimientos de quienes nos rodean. Los seres humanos mostramos empatía hacia otros seres humanos y hacia losanimales por igual.
¿Hacen Los animales lo mismo? Las investigaciones apuntan a que sí.
La empatía es un sentimiento de identificación con algo o con alguien y es, probablemente, más frecuente en las especies sociales, o en los animales que se asocian en grupos sociales.
El Dr. James C. Harris, de la Universidad Johns Hopkins, la describe como ‘un mecanismo evolutivo para mantener la cohesión social’.
En otras palabras, los animales que dependen de un grupo para sobrevivir deben ser más sensibles a lo que sienten los que les rodean, sean
humanos o no.
La idea de la empatía en los animales introduce una forma totalmente nueva de ver a nuestros vecinos no humanos, sugiriendo que nuestros sentimientos hacia ellos podrían ser recíprocos.
También es posible que se preocupen de verdad por los miembros de su propia especie de una manera con la que podemos relacionarnos.
Este complejo rasgo emocional se ha observado en otros primates, así como en perros, gatos, ratones y elefantes.
Y de gatos y perros vamos a hablar en este reportaje, porque el encuentro con un minino callejero cambió la vida al fotógrafo Walter Chandoha.
Su carrera transformó la fotografía de gatos y la elevó a la categoría de arte mucho antes de los #gatosdeinstagram.
Este reportaje rinde homenaje a gatos y perros fascinantes y a un artista.
Hijo de inmigrantes ucranianos, fallecido en enero de 2019 a la edad de 98 años, cuyo amor por los animales se aprecia en cada imagen y nos confirma que los animales sienten y padecen.
Hijo de inmigrantes ucranianos creció en Nueva Jersey, Estados Unidos.
Se inició en la fotografía en uno de los muchos clubes de aficionados que proliferaron en ese país durante los años 30, 40 y 50 del siglo XX.
Participo en la Segunda Guerra Mundial y sus conocimientos fotográficos hicieron que, durante la mayor parte de este conflicto bélico, fuera asignado como fotógrafo en el Pacífico Sur.
Un periodo que le marcó de manera profunda y que no podía recordar sin llorar.
La historia empieza una tarde de invierno de 1949, cuando Walter Chandoha se dirigía a su apartamento en Astoria, Queens, cuando vio un gatito gris abandonado que temblaba en la nieve.
Lo cogió y lo metió en un bolsillo de su abrigo militar y se lo llevó su casa. Esta decisión cambió su vida para siempre.
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Las travesuras del gatito -corriendo por el apartamento cada noche como si estuviera poseído, haciendo ‘shadowboxing’ con su imagen frente a un espejo de la casa- inspiraron a Walter y a su mujer, María, a llamarlo Loco.
Y fue así como Chandoha se animó a fotografiar a su gato loco y empezó a enviar sus fotos a periódicos y revistas y pronto, su mascota adoptada, le haría convertirse en el fotógrafo preferido de periódicos y revistas prestigiosas de todo el mundo como ‘Life’ o ‘National Geographic’.
Y así empezó a fraguarse la carrera de quien ha sido, unánimemente reconocido, como el mejor fotógrafo de mascotas del mundo.
Director de cine (muy premiado), además de guionista, optimista comprometido y buscador. Para despertar del letargo nos invita a poner conocimiento en todo lo que hacemos. El día que logremos la mayoría consciente habremos dado un paso evolutivo de gigante.
Por JULIA HIGUERAS Fotografía JAMES RAJOTTE
Quedamos en la Buena Vida, el café librería que David Trueba tiene en Madrid. Un ambiente perfecto para departir sobre el escritor que un día Joan Manuel Serrat -poniendo música y voz a sus versos- sacó del ostracismo y que hoy el director de cine Eduardo Chapero Jackson se atreve a repetir arrebatándoselo de nuevo al olvido. Esta vez es la imagen la que acaricia con la suavidad de una pompa de jabón los mundos sutiles de Antonio Machado. Este documental nos recuerda, además, que se cumplen 100 años de la publicación del libro Campos de Castilla. Un modo de celebración, otra manera de regar con la luz de la fotografía los poemas de este escritor sevillano y de vida solitaria, y que nos empuja a adivinar lo mucho que hay de su ayer en nuestro ahora.
Aguardo entre curiosa e impaciente la llegada de mi entrevistado y me entretengo echando un ojo a las múltiples publicaciones que están esparcidas por las estanterías y las mesas de la Buena Vida. Este nombre unido a que el día es helador me empuja a pedir una gran taza de chocolate caliente con la que avituallar el alma y calentar el estómago. Una portada de color rojo y un título El dinero en The New Yorker me llaman poderosamente la atención y lo digo sin retintín. La economía en viñetas, ¡qué bien! Pienso que un poco de humor en el tema económico me aportará un buen bofetón de ironía con el que empezar la entrevista. Y así arrancamos. Con una gran sonrisa. Sonrisa guasona y cáustica, pero sonrisa al fin y al cabo. Y empezamos charlando de su ayer en Nueva York, su presente europeo y como no, de la buena vida.
Su madre -neoyorquina- está hoy en Madrid. Él es hijo único, solo y a la vez extraordinario. Lo digo en voz alta. Se ríe y pide un café cortado. Nueva York. Piensa y recita: ‘Una ciudad increíble, sí, que te da mucho pero también te quita mucho. A veces te absorbe la energía, te come y si le dejas paso libre, te revienta. Lo importante es saber cuándo la tienes que dejar’. Como a ese novio o novia que lucha por apropiarse de nuestro tiempo, de nuestro espacio y que no duda en hacer ejercicios acrobáticos para conseguirlo. Otra vez la risa, otra vez Nueva York. Sabe de lo que habla, vivió y estudió allí, sí, en esta ciudad hecha solo para los más jóvenes pero que está abierta a todas las propuestas. Y de ese mundo neoyorquino un tanto tosco, donde se confunde valor con precio y el tiempo se mide con dinero, pasamos a hablar de otros mundos casi centenarios, profundamente sutiles y delicados como una pompa de jabón.
Poco presupuesto, un tema lejano quizás inadecuado al tiempo ¿no le asaltaron las dudas? Mi reacción ante esta propuesta fue de sorpresa. A Antonio Machado le tenía como un escritor muy lejano, como una figura viejuna, lo veía, la verdad, con cierto prejuicio. Por eso le pedí a Ana, la productora del documental, que me diera un par de semanas para poder leerme, al menos, la obra básica. La primera sensación que tuve al leerla fue de asombro y admiración. Hay mucho trabajo desconocido de este escritor, mucha obra que se ha ido sesgando con el tiempo. A veces por motivos políticos, tanto por un bando como por el otro, porque ha sido utilizado por unos y censurado por otros. Al final lo que nos llegaba de su trabajo era un poco descafeinado, sin sustancia, por eso descubrir toda su prosa, casi desconocida, ha sido muy interesante.
A eso se le llama flechazo en toda regla. (Sonríe) Me identifiqué con él en muchos de sus escritos porque tienen relación con el trabajo que hago. Ya había tocado en mi trabajo cómo el individuo se posiciona ante la sociedad y cómo es el conflicto del mundo interno y externo, y ese discurso me empezó a parecer muy inteligente y actual porque hablaba de nosotros como sociedad y como individuos de un modo que me parecieron clarividentes.
Plasmar con imágenes el poemario de Machado. Un reto, un objetivo difícil de llevar a cabo. Sí, era todo un desafío. En el cine, lo normal –que es el cine que más se hace- está basado en lo narrativo lineal y pocas veces te puedes centrar en lo poético que es más tangencial, más abstracto. Fuimos creando algunas escenas para esos poemas con algunas figuras humanas, con un entorno, pero empecé a pensar que necesitaba algo más, algo con que cohesionarlo todo. De Machado solo hay 20 fotografías y para traerlo a una puesta en escena de hoy en día había que crear todo un mundo. Y la danza me pareció muy interesante como recreadora de ese mundo porque tiene la capacidad de ser muy poética y también de expresar muy tangencialmente. Después hubo que inventarse una protagonista que fuese una narradora inusual, que no fuera una voz en off típica ni una autoridad masculina o académica que es el fallo que yo siempre critico.
Y tuvo que inventarse un escenario que se acoplase al presupuesto. Como director no solo tienes que crear un mundo donde acomodar el documental, también tienes que saber gestionar los medios económicos que tienes, pero ese reto también es bonito por los mimbres que te da y esas limitaciones con las que te encuentras te empujan a crear ideas muy potentes que sin esa dificultad seguramente no fluirían.
¿Y qué piensa de Machado ahora que le conoce tanto como a usted? (Ríe) Leyendo a Machado me invadió una tristeza brutal porque su vida fue muy triste y los buenos momentos le duraban muy poco, por eso quise captar con la cámara lo etéreo de Machado, lo buena persona que era. Entrar en su vida me provocó mucho, me afectó leerlo, sentí empatía por él. Buscaba, sobre todo, que la experiencia para el espectador fuera nutritiva y también positiva. Y aunque la protagonista fracasa, la poesía le asiste y le reconforta. Creo que tendemos a caer en algo que puede llegar a ser muy peligroso y es nuestra tendencia a valorarnos por nuestros logros y no por nuestros valores. Y ese enfoque me pareció muy interesante. No es un final feliz porque ella no logra el objetivo que se había propuesto, pero sí se enriquece en el proceso y sí que hay un guiño en ese verso tan bonito y positivo que es ‘hoy es siempre todavía’. Por eso hago este trabajo, porque de repente me ha dado esta alegría. Son momentos en los que te dejas envolver por la belleza del medio, en los que puedes ver reflejado aquello que antes estuvo en tu cabeza, por lo que peleaste y ahora está en la sala de un cine, creando sensaciones, provocando emociones en los espectadores. Y no quieres que acabe. Es la magia de esta profesión.
Estudió en Nueva York ¿Por qué volvió? A ver si es capaz de contar su historia como ha sabido contar la historia de Machado… (Se ríe) Por motivos políticos muy parecidos a los de Machado, mi infancia vive el desarraigo. Nazco y a los pocos días a mi padre, por ser universitario y protestar contra el régimen, le meten en la cárcel. Mi madre, neoyorquina y que también había pasado por la cárcel, quiso volver a Estados Unidos. Fueron años duros, de exilio, lejos de mi padre y de España. Y no volvimos hasta que cumplí los 6 años. Quizás experimentar todo esto es lo que ha hecho que me identificara más con la vida de Machado, porque ese desarraigo en mi infancia me empujó a que me interesara por todo lo plástico, lo artístico, la poesía, los relatos cortos. He sido un gran buscador y la fotografía fue el primer paso con el que mirar, observar, y la que me llevó a interesarme por el cine. Eso y que mi padre siempre me llevaba a los Alphaville… Si esto no hubiese pasado en mi vida posiblemente me estaría dedicando a otra cosa.
Dirigir entonces no fue su primera opción. El cine me fascinaba pero ni me planteaba que esa opción fuera ni tan siquiera posible. La fotografía me fue metiendo en el mundo de las humanidades y fue así como acabé estudiando Bellas Artes en Nueva York. Y luego llegó mi vuelta a España y el cine. Aquí empecé a trabajar y fui ahorrando hasta conseguir el dinero para rodar mi primer cortometraje. El arte, el cine, la literatura me han servido para ir hallando todas esas cosas que me han ido ubicando en la vida.
Sé que está escribiendo un guión, porque además de dirigir escribe sus propios guiones… Escribir es muy difícil. Me encantaría que alguien me pasara un guión que me enamorase desde la primera frase, pero como es muy complicado me he puesto manos a la obra. He empezado, como siempre, haciéndome preguntas, documentándome, creando sensaciones. Escribir un guión tiene un punto de investigación científica porque me adentro en la naturaleza humana, en lo que siento, en lo que percibo yo y en cómo lo perciben los demás. Tiene algo de antropológico. Ahora estoy en la fase de hacerme preguntas del tipo: ¿qué es el tiempo?, o ¿qué es el amor?
¿Y a qué conclusión ha llegado? Digamos que la historia que estoy preparando se mete mucho en la neurosis del tiempo, porque si algo nos aleja de estar vivos y despiertos, es el funcionamiento de nuestros enganches con el pasado y cómo el pasado, de alguna forma, estructura nuestra personalidad y cómo muchas veces nos proyectamos en el futuro con cosas del pasado haciéndonos perder el instante presente. Si le pidieran escribir un guión sobre la situación que estamos viviendo, ¿qué contaría y cómo lo contaría? Me veo, con gran preocupación, como alguien que crece en una sociedad que es víctima de una inercia, a veces casi inconsciente de que existe ese problema. Ha habido manos llenas de avaricia, sí, pero ha sido la propia inercia social la que nos ha empujado a esta situación. Lo vivo con mucha preocupación porque se ha creado un gran artificio alejado de la palabra clave que no es otra que la de conseguir ser sostenibles. Sostenibilidad en todos los aspectos, porque no hemos entendido el vínculo, la idea del todo, del bien común, del bien planetario, del cuidado de la tierra. Son planteamientos que ahora empezamos a manejar y que vosotros desde la revista lo encarnáis también. Soy optimista porque veo que hay un incipiente despertar, todo un flujo de gente que se está dando cuenta, que está intentando, desde dentro del sistema, cambiarlo. Pero plasmarlo en una película es difícil. Una película no puede ni ser un panfleto ni convertirse en un sermón. La pena es que esta crisis llega en un momento en que la gente tiene que preocuparse por sobrevivir y se aparca la importancia de este cambio global necesario. Hay que superar esta coyuntura y cuando lo hagamos el salto va a ser impresionante. Soy optimista pero la batalla no está ganada.
‘Porque hoy es siempre todavía…’ (Sonríe). ‘Pero el mañana es mío’. Y pienso en el bien común, no solo en los otros seres humanos, también en todo lo que me rodea, en el ecosistema. Pensar así me pone en otro lugar y me hace tomar decisiones de otro tipo. Porque cada decisión que tomas es importante y puede cambiar el mundo. Cuando compres no cojas la bolsa de plástico, compra solo botellas de cristal… Son dos ejemplos cotidianos, sencillos, básicos que pueden empujarte a salir de la inercia social. Comprobarás la satisfacción que da cuidar por el placer de cuidar, poner conciencia en todo lo que haces, despertar del letargo. El día que alcancemos la mayoría consciente daremos un salto evolutivo de gigante. •
Entrevista publicada en el número 12 de Anoche Tuve un Sueño
Premio Velázquez, uno de los pintores españoles más grandes del siglo XX y referente para varias generaciones de artistas, deja que le acompañemos en este paseo por su interior. Después de haber bebido de otras experiencias creativas, y ahora que el mundo se aleja de la pintura y va por otros derroteros, él vuelve a ella.
Por Julia Higueras. Fotografía: Álex Río
Un estudio que derrocha luz, mesas abarrotadas de pinceles coloreados, tempuras, trapos, caretas, fotos, montones de fotos tratadas, originales que no han pasado por el filtro del ordenador. Cuadros por todas partes, colgados, reposando en las paredes, por el suelo; unos acabados, otros esperando pacientemente su turno para que así sea porque, algunos de ellos, a decir de su creador, están terminados aunque su autor todavía no lo sepa. Este espacio silencioso, que bulle de energía creativa, se cuece bajo una gorra.
Una de las cosas que más me han llamado la atención de tu obra es la evolución que ha tenido, porque eres un receptor de todo lo nuevo que pasa y eso se nota en cada cuadro tuyo.
Eso se puede ver desde dos puntos de vista contradictorios; si, soy muy curioso de todo lo que ocurre, sobre todo en pintura pero por otro lado no sé ni encender un ordenador.
Bueno (contesto, y él se ríe…)
No utilizo el ordenador para nada, no tengo móvil…
No tener móvil es un lujo
(Risas) Pilar (se refiere a su mujer) es quien me comunica con el mundo y luego llevo 10 años trabajando con Juan Carlos Melero que me ayuda con el ordenador. Quiero decir con esto que tengo dos maneras de ser muy marcadas: una conservadora y otra progresista.
¿Y cómo conviven las dos dentro de ti?
Conviven muy bien. Pero ahora que voy teniendo mis años te haces más conservador y me da más pereza ponerme al día.
¿Sí?
Creo que es algo biológico, pero tú tienes razón cuando dices que he estado vivo.
Que estás vivo (le corrijo)
(Se ríe). Lucho a muerte con la pintura, por mantenerla. Hay que tener claro que hoy la pintura es una parte de las artes plásticas. el mundo que se ha abierto más allá es extensísimo y sigue creciendo.
He leído que te exiges tanto como cuando tenías 20 años y que exprimes el limón todos los días. ¿Eso agota?
Fíjate, creo que ahora soy más consciente de esta exigencia. Cuando tenía 20 años creía que lo sabía todo y fui un tipo joven progresista, radical, vanguardista,. Y creia que sabia más de lo que sabía, aunque en el fondo solo conocía el final del proceso y ni siquiera bien. Hay que conocer las conexiones de la vanguardia con el resto del proceso histórico, eso lo hace todo más complejo y rico; hoy conozco mejor ese campo.
La parte vanguardista lucha con la parte más conservadora. Estudias Derecho,piano;tu padre,castellano,sobrio, médico;tu madre sevillana,nada menos que de Triana, ¿esta mezcla interior te ha hecho sufrir?
Me ha hecho chirriante,dividido.
Porque ahora parece que conviven bien, aunque no siempre ha sido así.
Eso de que conviven bien… Aún no he conseguido la convivencia pacífica. Me considero más bien como un campo de batalla. Nunca he vivido una época en la que haya dicho ‘estoy en mi sitio, estoy tranquilo, he conquistado mi campo’. No soy ese tipo de persona. Es algo psíquico más que conceptual que tiene que ver con una personalidad ansiosa, muy perfeccionista, que quiere hacer siempre las cosas mejor y eso produce una gran pesadumbre porque nunca estás contento. Algunos días por la noche al salir del estudio,si he conseguido ver algo claro,si he hecho algún avance me produce una alegría profunda y serena pero son excepciones.
La verdad es que erigirse como juez de uno mismo es muy difícil.
Es muy complicado precisar lo que es bueno o malo, salirse de uno mismo y observarse. Sucede en todos los campos. Incluso cuando intentas verte como persona y te preguntas: ¿quién soy yo y qué calidad humana tengo? En el arte sería fantástico poder hacerlo, sería como tener un ministro de autoespías (se ríe).
‘Con 20 años creía que lo sabía todo, y fui un tipo joven muy progresista, radical, exigente, un vanguardista’
Sí, y lo mandas de misión.
Por favor, y que me cuente lo que ocurre aquí dentro (y señala su cabeza)… Puede que sea aún peor de lo que pienso.
No jorobes
Sí, esa sorpresa se puede dar también (dice, socarrón). Cuando uno tiene una personalidad tan crítica tiene una ventaja y es que te estás apretando el tornillo constantemente.
Y te obliga a crecer, a evolucionar.
Exactamente. Puede que esa sea quizás la causa de esta evolución mía tan cambiante y exigente. Si tuviera una personalidad satisfecha me habría quedado tan ricamente en los años 70 y puede que me hubiera ido mucho mejor.
Pues no te ha ido nada mal. Qué piensas cuando oyes esta frase: ‘Es un referente para varias generaciones de artistas’ o ‘Es uno de los pintores españoles más grandes del siglo XX’.
No pienses que me lo creo demasiado. Tengo que reconocer que me impresiona la cantidad de premios que me han dado. El Velázquez ha sido el que más me ha emocionado. El jurado es progresista y profesional y ahí ya no puedes pensar que se han equivocado. Los premios me acompañan, me refuerzan. Y algo que me llama mucho la atención es que siempre he tenido seguidores, desde el principio ha habido gente de otras generaciones que ha estado pendientes de mi trabajo y esto me ha fortalecido. En cambio en el extranjero mi proyección no es muy grande.
Quién sabe, en esto de la pintura…
(Se ríe) Otéiza tampoco tuvo fortuna en el extranjero. Aunque me apoyaría mucho tener un cierto reconocimiento internacional, de otra forma pienso que lo mío es un fenómeno regional, que mi obra es difícil de entender. Ahora soy más sensible a esas cosas que cuando era joven, antes pasaba mucho más.
Quizás es la necesidad por trascender.
Quizás. Me noto envidioso: ‘A ese le han dado un premio y a mí no…’. Y fíjate que durante toda mi vida me ha traído sin cuidado, hasta ahora.
¿Y hasta ahora por qué?
Porque soy más bobo. Uno con los años se hace tonto (nos reímos).
O más sensible
Cabe esa posibilidad, lo cierto es que son sentimientos irracionales, nada defendibles, estupideces que te vienen de las tripas y que no puedes aplacar. A veces pienso que si con esto sufro tanto, odiar debe ser espantoso, insufrible,y doy gracias por no haberlo experimentado ni espero experimentarlo jamás, claro.
Cuando le pregunto por su primera vez me contesta:
‘Fue un proceso lento hasta que me decidí’. Pero asegura que también se hubiera podido desarrollar con la música. ‘No se puede decir que en mi casa hubiera un ambiente claramente artístico; mi madre había estudiado piano pero se casó y no lo volvió a tocar, por ahí andaban las partituras de Beethoven. A mi padre sí le interesaba la música. Tenía un gramófono y muchos discos, y mi hermano, el que iba delante de mí, el primogénito, que era un tipo muy listo, sensible, muy adelantado, creía mucho en mí y me vino muy bien. Pero mi padre era médico y quería que fuéramos abogados del Estado, notarios, ni siquiera médicos, no, eso tampoco. Y no sé cómo empezó a venir una profesora de piano a casa. Éramos pequeños y nosotros no lo pedimos, pero llegaba, se sentaba y nos daba clase a todos’.
‘Mi progreso histórico es este, el mío personal y aunque pase al olvido me habré dado el gusto de ser consecuente con lo que siento’
¿Y qué tal se te daba tocar el piano?
Normalito, sin embargo era muy bueno improvisando y lo sigo siendo; por eso tuve la tentación de dedicarme a la música y creo que me habría desarrollado con ella igual que lo he hecho en la pintura. Pero no me arrepiento de no haber elegido la música porque la música culta contemporánea, que me interesa mucho, es un campo dificilísimo en todos los sentidos.
Los acontecimientos que han ido sucediendo en el mundo han influido y siguen influyendo de alguna manera en tu obra. Hoy vivimos uno de esos momentos delicadísimos.
Estoy muy al tanto de lo que ocurre, aunque no soy un tipo activo políticamente, nunca lo he sido.
¿Qué piensas sobre lo que está pasando?
Pobres hijos nuestros que van a ser las víctimas. Bueno, ya lo son. Precisamente acabo de leer un trabajo que ha hecho una de mis hijas -que estudia en Inglaterra- para un examen. Le han dado una serie de temas para elegir uno y que lo defienda. Curiosamente, el tema que ha desarrollado es ése, el de que las generaciones siguientes van a sufrir por culpa de nuestras incapacidades, de nuestros errores. No hemos sabido ordenar la vida ni la sociedad. Ha escrito un montón de páginas sobre este tema que, por cierto, me ha gustado mucho.
¿Cuántas hijas tienes?
Tengo dos, una de cada matrimonio. La de Inglaterra, Laura, que tiene 19 años y la mayor, Marta, que tiene 28 años y es arquitecto.
¿No tienes la impresión de que es una vuelta atrás?
De alguna manera el mundo va para adelante. Los países venimos del feudalismo, luego se hicieron los estados nacionales y ahora los estados internacionales, y esos son procesos sin vuelta atrás, son de mecánica histórica y estoy seguro de que, antes o después, se llegará a un gobierno mundial más justo. Y esto no va a depender ni de lo espiritual ni de lo moral, va a depender de una cierta mecánica, de cómo se vayan sucediendo los acontecimientos.
¿Y en qué estás ahora?
(Recupera la sonrisa). Estoy pintando más aunque sigo con los trabajos digitales y la foto. Creo que todo está relacionado. Pero últimamente quiero profundizar un poco más en la pintura.
Una vuelta al interior.
Sí, quiero volver a profundizar en ese lenguaje interior, en ese autoanálisis sensual a través de la pintura, que creo que es más mío.
Puede que te represente más a ti mismo, que esté más cerca de tu sentir.
Está más de acuerdo con mi proceso vital, de donde vengo, de cuáles son mis principios, mi generación, donde me he movido estéticamente. Pero hablando en general del mundo de la plástica se puede decir que el campo de las dos dimensiones puede estar pasando a la historia. No es que se cuestione la pintura es que se prescinde de ella.
¿Tú crees?
A nivel teórico prácticamente es así. La muerte de la pintura es una historia muy larga. Se ha muerto muchas veces y ha resucitado otras tantas, pero en esta ocasión veo que va más en serio.
¿Por qué?
Ha sucedido muchas veces y cada vez con mayor intensidad. Ahora vas a las bienales y a la Documenta y la pintura no existe.
‘Ahora miro mi obra con cariño, que no es tanto como decir que lo hago con admiración’
Están las performances
Sí, instalaciones, vídeos, aunque esto ya es incluso considerado como algo conservador.
Puede que estos artistas estén en un proceso de búsqueda para luego volver. Estamos viviendo un proceso de cambios tremendo y esto supongo que afecta a todos los ámbitos incluido el arte.
Evidentemente es un proceso de búsqueda y si miras el siglo XX te das cuenta de que en ese proceso de búsqueda muchas cosas se han roto, pero lo que ha estado en primera línea es lo que después construye realmente la historia del siglo.
¿Y qué es lo que hay más verdadero en ti?
No se trata de jugar al progreso histórico. Mi progreso histórico es este, el mío personal y aunque pase al olvido por lo menos me habré dado el gusto de ser muy consecuente con lo que siento. Pienso que es un argumento lo suficientemente poderoso. Yo siempre he creído en ese progreso que es en el fondo el de las vanguardias. Pero hay un momento en el que hay que elegir, ya sea por incapacidad, incomodidad o por tener suficientes ideas propias: hay que elegir entre ese progreso o el propio progreso.
Pero tu pintura es conservadora sólo hasta cierto punto. Juegas, construyes, fotografías, vas viendo…
Yo dentro de la pintura, de la pintura pintada, me considero renovador. No es ese el problema: el problema es la pintura frente al resto de las artes visuales. Yo he empleado, desde los setenta, la foto y todo tipo de posibilidades de transformación mecánica. Ahora también utilizo el ordenador.
¿Te consideras buen fotógrafo?
De técnicas o/y muy malo (se ríe). La llegada de las máquinas digitales ha sido todo un descubrimiento, después te metes en el photoshop y lo arreglas. Disfruto con lo que sale en la pantalla, tiene luz y vida, es como una droga. Y sí, hago fotos que están bien y las expongo. He participado en exposiciones y en libros de fotografía española porque ya no se trata de hacer la foto en blanco y negro, de tener la iluminación perfecta, el encuadre perfecto, se trata más bien de pintar con la cámara. Este es un campo de la fotografía en la que no hace falta ser un fotógrafo técnicamente bueno, de todas maneras a fuerza de hacer muchas fotos algo se aprende, por lo menos a captar esas casualidades que de pronto te atraen y le das al clic y las capturas. A mí me gusta mucho hacerlo aunque, paradójica- mente, en casi medio siglo no haya conseguido saber las bases de cómo funciona una cámara de fotos. Sí he aprendido en cambio a desarrollar el instinto, que te defiende de la foto hecha con un trípode. Iluminas varias veces y una seguro que sale bien . Al fin y al cabo es una máquina y quien la hace diferente es la persona que la utiliza.
¿Y el derecho de autor?
He estado muy implicado en el derecho de autor. Fui el primer presidente de VEGAP (Visual Entidad de Gestión de Artistas Plásticos), volvía ser los años más tarde y ahora formo parte del Consejo. VEGAP ha crecido de una manera tremenda. Recuerdo que los 10 primeros años fueron muy difíciles: el Ministerio de Cultura, que fue el que nos creó, nos prometía un dinero que no llegaba nunca. Costó mucho salir pero hoy VEGAP tiene una salud de hierro.
¿Y qué piensas del copyleft?
Todo el mundo chupa de Internet, todo es gratuito. Sería fantástico si nos dejaran entrar gratis en el cine, a los conciertos, que fuéramos a las librerías y cogiéramos los libros que nos diera la gana. Estaría muy bien, sí, sería fantástico pero es completamente irreal, impensable, como ir al mercado a por lechugas o tomates y que te los dieran gratis, o la hipoteca. Si la gente no cobra de la venta no tiene nada y el derecho de autor está justificadísimo. En la red tiene que haber un pago, porque si esto no es así no se puede vivir, no se puede seguir creando. Estoy convencido que el debate se solucionará. En EEUU y en Francia hay una nueva ley que se va a ir aplicando poco a poco¼ Es un mundo nuevo, revolucionario, en donde entra todo el mundo y es muy difícil de controlar. Fíjate en los pederastas de la red, es un mundo de una amplitud grotesca. Nunca somos conscientes de las grandes revoluciones y ahora estamos pasando por un proceso revolucionario digital, asombroso.
Sí, hemos evolucionado mucho tecnológicamente, pero socialmente…
Moralmente, poco. Es un hecho.
¿Y a dónde nos va a conducir?
El capitalismo está pasando por una fase muy discutible y peligrosa. Tiene el poder radical y no hay quien lo controle.
Cuando estás triste parece que lees el Libro del desasosiego de Pessoa.
Sí, nunca se puede ser tan triste como Pessoa, es un hombre tan deprimido que a su lado te sientes eufórico y piensas: mira, éste está peor que yo. Es un libro que tengo siempre a mano.
Un cuadro tuyo, así, rápido.
Es muy difícil; yo siempre he dicho que prefiero mi proceso general a señalar cuadros concretos. De todas maneras hay algunos que han sido señalados especialmente por la crítica, por ejemplo Las Situaciones Meándricas espe- cialmente la tercera; también la serie sobre Peter Sellers especialmente el tríptico Pay- seyes, etc, etc. hay muchos.
¿Cuando ves tu obra te sientes satisfecho?
Le tengo cierto cariño. Antes no creas tú que se lo tenía, más bien todo lo contrario. Ahora le tengo cariño, que no es tanto como decir que la miro con admiración, es como si los cuadros fueran como nietos, gatitos o perritos (se ríe). Y se lo tengo a los buenos cuadros como a los malos, a este nivel de sentimentalismo los quieres a todos, a los malos incluso más, pobrecitos que salieron feos.