A pie de calle nos cuenta lo que pasa en nuestro día a día.
Artículos de personas que están en nuestro entorno, cosas de las que a veces no somos conscientes pero que están pasando.
Una visión más optimista de nuestro alrededor.
Cuando cae la noche en el Amazonas, la oscuridad se cierne sobre sus habitantes. Las lámparas de queroseno son el único halo de luz que les permite ver cuando desparece el sol. Sin embargo, su utilización es altamente tóxica y crea graves enfermedades, incluso la muerte. Esa es la razón de la existencia de ‘Light Humanity’, mejorar la vida, dar seguridad y frenar la mortalidad de las familias ribereñas a través de la energía solar. Por ARANTZA DE CASTRO
Más de 7.000 km nos separan de uno de los lugares más silenciados del mundo. Cuando cae la noche, el Amazonas se cierne en la oscuridad sin acceso a una energía segura que les permita ver tras el atardecer. Para poder seguir viviendo una vida con cierta normalidad, los habitantes hacen uso de lámparas de queroseno. De hecho, el 90% de las familias ribereñas dependen de estas tóxicas lámparas para iluminarse.
Esto quiere decir que millones de personas viven sin acceso a la electricidad en las zonas rurales del Amazonas y, al hacer uso de este tipo de iluminación, las familias inhalan gases tóxicos de la combustión del queroseno, causando graves enfermedades respiratorias, incluso la muerte. Este es el motivo por el que nació Light Humanity.
Fue en 2018 cuando, en un viaje a esta zona del Amazonas, Eugenio García-Calderón pudo recorrer diferentes lugares donde, a través de la familia de Amiraldo conoció realmente a qué se exponían estas familias cada vez que caía la noche. Para ponernos en anteceden-tes, Eugenio es ingeniero de formación, aun-que de personalidad se define como ‘curioso, aventurero y con ganas de dejar una huella positiva en el mundo’ en el que vive. Antes de ‘Light Humanity’ dio la vuelta a España subido a una bicicleta solar con el objetivo de generar conciencia sobre el acceso universal a una energía limpia y económica. El proyecto se llamó ‘Pedaleo Solar’. Tras él llegó esta iniciativa con una misión clara: hacer accesible la generación de energía solar a todos aquellos que la necesiten.
Millones de personas viven sin acceso a la electricidad en las zonas rurales del Amazonas
La energía del Sol es abundante y tiene la capacidad de cambiar la vida de las personas y proteger el medio ambiente. A través de la distribución de sistemas solares domiciliarios, el equipo de ‘Light Humanity’ es capaz de garantizar el acceso a la energía solar de forma permanente. Mejorando así la salud respiratoria y el acceso a la educación en zonas rurales. ‘Siempre que encontramos familias que dependen del uso del queroseno se nos encoge el corazón. Sobre todo, cuando son familias que tienen menores en casa y que algunos han desarrollado ya enfermedades respiratorias debido a esta situación’, nos cuenta Eugenio.
El proyecto nació en 2018 con el objetivo de combatir el cambio climático y reducir las desigualdades utilizando la energía como palanca de transformación. Tras un viaje de exploración a la zona, llegaron a la conclusión de que tenían que cambiar la manera en la que las personas que habitaban el lugar se iluminaban tras caer la noche. En ese viaje validaron si su solución solar era válida en las familias que dependían del queroseno. Ese no fue su único objetivo.
‘Nuestra misión es que cada vez más personas tengan la capacidad de generar su propia energía solar, tanto en España como en lugares sin electricidad como el Amazonas’, nos explica Eugenio. De hecho, trabajan también en zonas como la Cañada Real, en España, que sufren cortes de luz. Y zonas rurales muy empobrecidas como Madagascar.
‘Light Humanity’ es un proyecto 100% social cuya misión es facilitar el acceso universal a la energía solar. Lo hacen a través de una Red de Multiplicadoras de Luz que garantizan el acceso a esa energía tan necesaria para vivir con seguridad. Y es que, el equipo ha podido comprobar en primera persona que las condiciones de vida en el Amazonas no son fáciles al experimentar en primera persona cómo es vivir en la completa oscuridad.
Además, dan financiación a las familias para que puedan pagar mes a mes el coste de la energía solar para que dejen de utilizar el queroseno. Esto es posible gracias a la participación de ciudadanos y empresas en el programa ‘Compensa tu Huella’ y en la ‘Tienda Solar y Solidaria’. Al comprar uno de los productos Light Humanity, el consumidor financiará la fabricación y envío de una lámpara solar a una familia sin acceso a la electricidad en Madagascar o en el Ama-zonas.
Gracias a estas compras solidarias por parte de viajeros y personas concienciadas con el medio ambiente en España, consiguen financiar la fabricación y envío de esos mismos productos en las comunidades sin energía de África, Asia y Latinoamérica. Así mismo, forman a los emprendedores locales en zonas sin energía para que gestionen los puntos de venta de los productos solares. Esto les permite romper la barrera del ac-ceso a la energía solar mediante un modelo sostenible a largo plazo, impulsado desde la economía local.
Esto, en palabras de García-Calderón, ‘da la oportunidad a las personas de ser pro-ductores de energía, no solo consumidores, y genera una soberanía energética nunca antes vista. La parte fundamental de nuestra propuesta de valor, es que personas y empresas participen en las compras con impacto en nuestra tienda solar y también que midan y compensen su huella de carbono a través de nuestro programa ‘Neutralist’. De esta forma obtenemos la financiación para seguir desarrollando productos solares, distribuirlos en zonas sin electricidad y dar acceso a micro-créditos a las familias que más lo necesitan’.
Y es que, aunque el sol brilla para todas las personas, no todas pueden permitirse un fácil acceso a la energía que genera. Por eso, el sueño de Eugenio es claro: ‘Una energía en manos de los ciudadanos, que además sea sostenible y accesible’. Y está trabajando duramente para conseguirlo.
HIKI nació de las conversaciones sinceras sobre los cuerpos, el sudor y la vida cotidiana. Una línea de productos veganos y libres de crueldad animal que reflejan las necesidades diarias de los cuerpos reales en movimiento, no solo sus axilas. Por ARANTZA DE CASTRO Fotografía HIKI.
Como marca dedicada al cuidado personal, HIKI entiende lo común que es enfrentar sen-timientos de baja autoestima, vergüenza o estrés sobre el cuerpo. Tienen en la mente, desde su nacimiento, la necesidad de expe-riencias compartidas, ayudando mutuamente a combatir el estigma en torno a estos senti-mientos que sufre gran parte de la población mundial.
Nacieron bajo el paraguas de Arfa Collective, un grupo de personas de todos los ámbitos de la vida que trabajan con ellos para crear los productos de cuidado personal que realmen-te quieren. ‘Porque cuando las personas son vistas, escuchadas e invitadas al proceso, los resultados son mucho mejores de lo normal’, explican.
Esta marca fue construida por y para todo tipo de personas, porque querían hacer productos que funcionen bien para cualquier cuerpo. Pero no se trata solo de si un producto es efi-caz, sino también de si se siente bien. ¿Se ve bien? ¿Es seguro para mi cuerpo? ¿Es seguro para el planeta? Entonces, adelante.
‘Cuando nos propusimos crear HIKI, nuestro objetivo era hacer que nuestros envases fue-ran lo más sostenibles posible. Estamos orgu-llosos de parte de nuestro éxito en este obje-tivo y sabemos que también tenemos espacio para mejorar. Seguimos trabajando duro para que las futuras producciones de la marca sean cada vez más sostenibles’, aseguran.
Si bien muchos de sus productos son recicla-bles actualmente, algunos lo son menos. Sin embargo, están en el proceso de prueba de una opción de packaging alternativa para su desodorante natural de tamaño de viaje. Con él, los clientes pueden elegir una alternativa 100 % reciclable hecha de materiales reci-clables postconsumo (PCR), en lugar de su diseño tradicional.
‘Las conversaciones que tienen las personas sobre sus cuerpos, sus vidas, sus sentimien-tos y su sudor son el ingrediente secreto de cada producto’, afirman. Y es que HIKI fue creada con personas reales que se involu-craron en el desarrollo de los productos, con-virtiéndolos en la base y embajadores de la marca, una comunidad a la que han llamado El Colectivo.
HIKI es copiloto por gente de diversa, en todos los países, provengan de donde pro-vengan y sean como sean. Creen que si vas a poner algo en tu cuerpo todos los días, me-reces tener voz y voto sobre cómo se elabora y qué ingredientes contiene. Todo: desde su nombre hasta los productos que fabrican, los meses de prueba y mejora de fórmulas, ha sido copilotado por personas que realmente las usan.
‘Sin nuestro Colectivo, no habría HIKI. Por su invaluable apertura y apoyo, Arfa, la empresa matriz de HIKI, se ha comprometido a devol-ver el 5% de sus ganancias a estas personas que hacen posibles nuestras marcas’, señalan.
Es por eso que se han asociado con ‘Sad Girls Club’ y ‘Sad Boys Club’, organizaciones que se fundaron para fomentar una comunidad en el mundo alrededor de la salud mental entre los millennials y la Generación Z. Su objetivo es crear conciencia a una edad temprana y dis-minuir el estigma negativo en torno a la salud mental a través de eventos, asesoramiento en línea y creación de planes de estudios.
Durante estos tiempos de incertidumbre, se dieron cuenta de lo importante que es la salud mental. Con ese espíritu, Arfa ha hecho una donación a ambas organizaciones, para ayudar en su compromiso continuo de crear espacios seguros donde todas las personas puedan sen-tirse apoyadas y escuchadas. •
‘Las conversaciones que tenemos con las personas sobre sus cuerpos, sus vidas, sus sentimientos y su sudor son el ingrediente secreto de cada producto’.
MÓNICA CHAO
Presidenta de WAS (Women Action Sustainability)
Cuando inicié mi carrera profesional en el mundo de la empresa, trabajaba en cuestiones medioambientales. Era difícil en los 90 explicar que el medio ambiente tenía que ver con la actividad empresarial. Pero fue en esos años, aunque muchos lo desconocen, cuando se hicieron las leyes que iniciaban el camino que nos ha permitido llegar a donde estamos hoy.
Hoy es más fácil. Sostenibilidad es un término cargado de contenido. Y ha venido moldeando sutilmente la forma de entender la relación de la empresa, con la naturaleza, los aspectos sociales y la gobernanza.
Yendo directamente a las referencias históricas más recientes, la primera reflexión con impacto relevante en el movimiento hacia la sostenibilidad data de 1972, cuando el Massachusetts Institute of Technology (MIT) encargó un informe al Club de Roma para analizar el incremento de la población mundial, el crecimiento económico y la huella ecológica. Las conclusiones, se recogieron en ‘Los límites al crecimiento’, y alertaban que si continuábamos con los actuales ritmos de crecimiento, se alcanzarían los límites de la Tierra en los próximos 100 años. En este mismo año (1972), y enmarcado en esas inquietudes, tuvo lugar en Estocolmo la primera Cumbre de la Tierra. Fue la primera vez que la ONU trataba cuestiones medioambientales en una conferencia internacional. Marcó el punto de inflexión en la política internacional al respecto.
Quince años después, vio la luz el histórico informe ‘Nuestro Futuro Común’ (Our Common Future, en inglés), más conocido como ‘Informe Brundtland’, en referencia a Gro Hurlem Brundtland, entonces presidenta de la Comisión de Medio ambiente de Naciones Unidas (1983-1987), encargada de su elaboración. En este informe se utilizó, por primera vez, el término ‘desarrollo sostenible’. Se definió como aquel que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de las futuras generaciones. El concepto implicaba un cambio sin precedentes,
aquí nacía el concepto.
Poco a poco el término comenzó a usarse, sobre todo en el ámbito de la política internacional. Así, se utilizó como el concepto clave en la Cumbre de la Tierra de Río, en 1992. Aquí se sentaron las bases para la hoja de ruta de las futuras convenciones internaciones en las que los países han ido trabajando en estos últimos años, entre las que destacan la Agenda 21, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), La Declaración de Principios relativos a los Bosques, La Convención de la Lucha contra la Desertificación y El Convenio sobre la Diversidad Biológica.
Han pasado así veinte años, y desde entonces, mucho hemos avanzado. Quiero subrayar la labor de los profesionales de la sostenibilidad en estas dos últimas décadas. Profesionales, valientes, implicados y movidos por un firme propósito, que posibilitaron los primeros ‘brotes sostenibles’.
Y estos ‘brotes sostenibles’ han crecido. En este último año, los principales foros económicos mundiales hacen un llamamiento a repensar la economía desde la sostenibilidad. Desde el Business Roundtable, formada por los CEOs de las grandes compañías de Estados Unidos; al Foro de Davos, integrado por líderes empresariales y políticos internacionales, así como periodistas e intelectuales. Los órganos de gobierno empresarial están trabajando en la responsabilidad de integrar criterios medioambientales, sociales y de gobernanza (ESG). Y ello, gracias a las señales claras que envía la Ley de información no financiera y a la senda que marca la Unión Europea con el ‘Green Deal’.
Y líderes juveniles, como Greta Thunberg, que remueven a la sociedad y que gustan tanto a unos como son rechazados por otros, pero que, sin duda, han tenido un impresionante efecto mediático. La sociedad comienza a valorar que las marcas y las empresas tomen responsabilidad, y según un reciente estudio elaborado por McCann, un 81% de las personas piensan que tienen poder para hacer un cambio positivo en el mundo.
También los líderes religiosos han hecho un llamamiento global para el cuidado del planeta. Y así, poco a poco, sumando compromisos e iniciativas, se ha generado un movimiento que quizás nos está llevando a un cambio de era. La Era Sostenible. •
ARANTZA DE CASTRO
Periodista y escritora. Autora del poemario ‘No sé qué hieres’ (Amazon, 2020)
Yo ya era de Madrid antes de poner un pie en ella. Es un sentimiento que notas y emana de dentro de ti con un caudal irrefrenable. Desde mi hogar –en Valladolid-, yo pensaba en la Gran Vía, los teatros, los restaurantes, la Cibeles, El Retiro, el Prado y la inmensidad del Paseo de la Castellana con esa emoción incalculable que te provoca el sentir amor hacia lo prohibido. Madrid era parte de mí antes de conocerla, incluso antes de saber que se convertiría en mis días. Y es que, en este 2020, hace ya diez largos años que llegué a la gran ciudad para quedarme. Y no exagero si digo que fue todo un sueño hecho realidad, aunque ahora lo vea con distancia y perspectiva. Me gusta no olvidar lo que sentía por ella como si fuera un amor inalcanzable. De eso tratan las relaciones.
Fue en 2010 cuando cogí mi maleta y algunos recuerdos y me planté en una ciudad que, ilusa de mí, desconocía por completo. Y aún sigo desconociéndola. Sin embargo, Madrid te atrapa, te quiere, te acoge con el calor de una hoguera en pleno invierno. Madrid te permite ser uno más, sin serlo. Pasear por el Rastro en domingo, visitar Las Vistillas en San Isidro, acercarte en Navidad a la Plaza Mayor o perderte por los pasillos del Museo Thyssen son placeres incalculables que no quieres dejar atrás. Nunca. Cómo no quererla con todo lo que te regala.
He de ser sincera. No todo ha sido un camino de rosas. Madrid es una ciudad difícil. Cuando llegas crees que te comerás el mundo y no es cierto. Esta ciudad cuenta con millones de personas, de dentro y de fuera, que buscan su camino. Y tú eres uno más en este océano de peces hambrientos de ilusiones. Hay que saber adaptarse a ella y sus gentes sin desfallecer por el camino. Y también por eso la quiero.
Pero lo cierto es que, por mucho que te sature y necesites alejarla de ti durante un tiempo, siempre que no estás la echas de menos. Madrid es una ciudad que se añora y que se queda en lo más profundo de ti. Cuan- do estás a kilómetros de distancia no puedes dejar de pensar en ella. Y en volver. Porque da igual lo dura que sea contigo, siempre quieres regresar. Por eso, me gusta decir que soy de Madrid. Y espero que ella me lo permita. No soy la única que piensa así. Ya lo dice el autor palestino Marwan en su canción ‘Puede ser que la conozcas’: ‘En ocasiones necesito serle infiel / Irme unos días, darme un tiempo de descanso / Pero al estar con otras algo empieza a arder / Y en poco tiempo voy de vuelta hacia sus brazos’.
Por este motivo, como madrileña, siento un dolor incalculable de ver cómo nuestras instituciones y administraciones la maltratan, hacen de ella el patio de su recreo y proyectan al mundo una imagen que no es cierta. ‘Los madrileños’ como término despectivo es el resultado de decisiones que a nosotros se nos van de las manos. Y que, seguramente, ninguno queremos. Madrid hay que amarla y eso significa quererla y cuidarla sin hacerle daño. Porque no se lo merece.
Se escapa de mi mente el pensamiento de si aquellos que tanto dicen defenderla la aman tanto como yo. Porque querer de verdad es no hacer daño. Madrid es una ciudad que sufre y que se ha colocado este último año –sin quererlo- en el foco de la pandemia. Y aun así los madrileños han estado a la altura de las circunstancias, como quien está cuando venera un amor. Por eso somos nosotros lo que debemos pedir respeto por ella, que tanto nos da y aporta cada día. No podemos dejar que destruyan su esencia. Ni que otros la vean con una mala mirada que no le pertenece.
Lucharé por ti, Madrid. Por todo lo que me has dado en una década. Y por lo que me seguirás dando. Por todas las vivencias memorables asentada en barrios castizos y horas de Metro. Por todos los vermús de media tarde y las bravas a destajo. Por el aire respirado en la Plaza de Oriente y la paz interior alcanzada en Madrid Río. Por las tardes de Matadero y por las noches en Chamberí. Por acogerme en Quevedo y dejar que me quedara en Embajadores. Por los paseos por Fuencarral y los madrugones en San Ginés. Por las vidas conocidas y por las que se fueron. Por las que vendrán. No sería hoy quien soy sin ti. Y no tendré vidas para agradecértelo.
‘Y no es que te hubieras hecho de Madrid, es que ya eras Madrid (…)Y cuando volvías al pueblo por vacaciones te dabas cuenta de que eras madrileña porque así te nombraban: ‘la de Madrid’,’ Elvira Lindo (Pregón de San Isidro, 2019). •
Todo comienza en 2017 con un viaje a Kenia.
La ONG española Ayúdame 3D nace de la necesidad
de 83 millones de personas que no pueden permitirse una trésdesis –brazo impreso en 3D- que mejoraría exponencialmente su vida. Por ARANTZA DE CASTRO Fotografía AYÚDAME 3D
El Valle del Rift, en el país africano, fue testigo del nacimiento de uno de los proyectos más especiales que existen actualmente en nuestro país. Guillermo Mtz Vivas-Gaunas, Fundador de Ayúdame 3D, entregó cinco brazos mecánicos a personas amputadas habitantes del lugar. Fue ahí cuando decidió llevar esta idea a cualquier parte del mundo.
Son ya cuatro años de vida en los que se han entregado 150 brazos anualmente, gracias a las donaciones que reciben y voluntarios con impresoras 3D (‘HELPERS3D’). Guillermo recibió el pasado año el ‘Premio Optimista Comprometido’ con el Pensamiento Sostenible, unos galardones organizados por Anoche Tuve Un Sueño. Ese mismo día, dejó su empleo de Director de Desarrollo de Producto en una juguetera, el trabajo de sus sueños.
¿Por qué decidiste dejar el trabajo? Al principio era una causa personal, un hobby. Un día este proyecto empezó a crecer y empezamos a tener muchísimos más pedidos. Además, iba a colegios a dar charlas y hacer proyectos con chavales. Llegó un momento en que no daba abasto y tuve que decidir qué hacer: si seguir con Ayúdame 3D al 100% o dejar un proyecto con un gran impacto social. Decidí tomarme mi tiempo, volcarme en el proyecto que había nacido un poco de la casualidad y ver hasta dónde iba a esto. Hasta hoy.
Todo empezó en Kenia. Hace cuatro años fui al orfanato Bamba, simplemente a un voluntariado internacional, algo totalmente diferente a lo que es Ayúdame 3D. Antes del viaje estaba en mi casa, con mi impresora 3D cacharreando, y digo: ‘A lo mejor allí en Kenia puedo ayudar con esto’. Veo por internet que hay proyectos de manos pequeñas para niños y otro tipo de ideas para gente que no tiene brazo. Así que pensé en hacer algo nuevo para poder ayudar. Después de pedir al orfanato que buscaran a personas que lo necesitan, me mandaron fotografías donde veo que, efectivamente, hay personas que no tienen ni codo, solo una parte del hombro. Ahí es cuando decidido imprimir un brazo, lo llevo a Kenia y veo que funciona súper bien. Allí es cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo y de que no puedo parar ahí.
Me imagino que las redes sociales ayudaron a impulsar el proyecto. Efectivamente. Al volver de Kenia abrimos la web y lanzamos las redes sociales cuyo crecimiento ha sido totalmente orgánico. Ha sido simplemente crecer por difundir el proyecto, por las noticias, los premios y, poco a poco, porque a la gente le ha gustado. Y yo, súper contento.
Tú eres la cabeza visible pero, ¿quién hay detrás del proyecto a parte de ti? Lo más importante, y por lo que seguimos ayudando y aportando este valor social, es que somos una plataforma de voluntariado con más de 70 personas en España que contamos con una impresora 3D en nuestra casa y somos los que recibimos las solicitudes y fabricamos los brazos personalizados para cada persona que nos lo pide. Ahora mismo llegamos a 50 países, una pasada.
Por otro lado, tenemos un equipo gestor -en el que me incluyo- donde tenemos, además, personas que se encargan de la comunicación; también personas que se encargan de la búsqueda de financiación y premios. A esto se le suma que colaboramos con colegios creando un programa educativo –avalado ya por el Ayuntamiento de Madrid- llamado ‘Helping’ y donde fomentamos los valores sociales de las nuevas tecnologías en colegios. Esto se compone de una impresora 3D, material de trabajo, libros educativos para todos los alumnos y formación para el profesor. Con ello intentamos que hagan diseño e impresión 3D pero siempre con un carácter social. Todo lo que hacen va enfocado a que hagan proyectos de este tipo. Por ejemplo, crear una caja que cubra la bolsa de quimio- terapia para niños y niñas. También creamos con ellos pantallas faciales para cubrir la cara de sanitarios y sanitarias, además de familiares, vecinos y cualquier persona del cole que lo necesite.
Esto quiere decir que es un proyecto que va más allá de la fabricación de trésdesis. Claro. Nos hemos dado cuenta de que, después de empezar entregando brazos, donde estamos llegando ahora es a fomentar estos valores sociales a través de las nuevas tecnologías a colectivos como los colegios para que, así, gracias a esos beneficios que conseguimos, podamos seguir ayudando a personas de todo el mundo.
Al final es una forma de financiaros, supongo que habrá otras, ¿no? Eso es. Lo que sí que está claro es que todas las formas de financiación que tenemos siempre tiene un impacto social. Todo lo que hacemos para financiar Ayúdame 3D siempre queremos que sea fomentando esos valores sociales de las nuevas tecnologías.
Supongo que después de estos cuatro años habrás conocido un sinfín de historias, ¿cuál es la que más te ha impactado? Realmente te impactan los que llegas a conocer. De 150 personas al año podría contarte muchísimas porque muchos de ellos los conoces y te cuentan su historia personal. Destacaría la historia de Marian, una mujer de Zaragoza que por causas ajenas a ella perdió sus dos brazos y sus dos piernas. Las ayudas no le han llegado y, lógicamente, es totalmente dependiente de su marido. Toda una tragedia. Fui hace un año allí a su ciudad y le entregué dos brazos y ella estaba muy contenta. Para mí lo importante es poder ayudar y poder ver que, con ello, puede mejorar su día a día, ser más independiente y ayudar a su familia.
En definitiva, mejorar su calidad de vida. Su vida. Claro, al final con estos brazos lo que intentamos no es solo que la persona pueda agarrar objetos sino que mejore su empleabilidad, su escolarización en caso de niños y niñas, reduzca su desigualdad y la discriminación en muchos países. Todo eso es lo que queremos generar con estos dispositivos. La verdad es que la historia de Marian es una barbaridad, es una persona híper luchadora que, además, no para de publicar su día a día en redes sociales para que otros la conozcan. Es un caso que trato con más cariño por haberla conocido en persona y por el caso tan particular que es.
¿Podríamos decir que has encontrado tu propósito de vida? Sí, podríamos decirlo (ríe). No sé hasta qué punto podría desarrollarlo como un sí rotundo pero sé que es algo que quiero hacer ahora. Es lo que intento siempre transmitir en charlas o en acciones que hago. Yo me he dado cuenta de que se podía ayudar con lo que me gustaba a los 22 años porque tenía una impresora con la que hacía juguetes y, de repente, un día hice un brazo que ayudó a una persona. Me di cuenta por casualidad y tuve esa sensación de necesitar ayudar. Es una vocación sobre todo por el hecho de que tengo como la responsabilidad, o más bien la posibilidad, de tener esta tecnología que puedo usar para el bien y ayudar a la sociedad. Quiero dejar claro que cualquier persona puede ayudar a los demás con su hobby, cualquier entretenimiento, acción que te guste o afición. A lo mejor puedes volcarla en una ayuda social y no hace falta que te vayas a Kenia.
¿Cómo está siendo este año –marcado por la pandemia- para Ayúdame 3D? Pues está siendo muy raro. Empezó el año muy bien porque tuve la suerte de viajar a Kenia para crear un aula tecnológica allí y, en vez de llevar brazos, esta vez llevé dos impresoras 3D para formar a estudiantes universitarios y no universitarios de allí para que ellos aprendiesen a diseñar e imprimir en 3D para que nos ayudasen a ser autosuficientes en otros países. Es algo que funcionó súper bien y, a día de hoy, ellos siguen imprimiendo brazos para quien lo necesita sin ningún tipo de ayuda desde aquí. Fue muy gratificante y estamos deseando replicarlo en otros sitios.
Justo a la vuelta ocurrió todo esto y decidimos volcarnos con la ayuda nacional. Estuvimos estudiando cómo hacerlo y vimos que, a través de la plataforma de voluntariado, podíamos fabricar máscaras faciales. Hicimos un llamamiento por redes y no pararon de escribirnos centros sanitarios, pequeños mercados, farmacias, residencias y un montón de centros (400) que necesitaban este tipo de ayuda. No hay que olvidar que había desabastecimiento, no es que fuesen elementos caros sino que no había. Tras un mes de trabajo entregamos 12.000 pantallas. Es, sin duda, el momento en el que más he trabajado en mi vida y todos los voluntarios se involucraron impresionantemente. Fue súper emocionante.
Y, para terminar, ¿con qué sueña Guillermo? (Ríe) Bueno, sueño con Spiderman, juguetes y un montón de cosas. Como idea de futuro, sueño con crecer y hacer crecer a la ONG para que sea un proyecto que abarque no solo las ayudas como organización sin también que esté en colegios fomentando estos valores. También en empresas, creando programas de teambuilding que estamos desarrollando y, con ello, financiar el proyec- to y llegar a más países para llegar a más de También que en vez de hacer 150 brazos hagamos 1 000 al año. Ojalá. •
Ya son ocho meses los que llevamos aprendiendo a convivir con ‘el bicho’ que ha venido a trastocar nuestras vidas, nuestro trabajo, nuestras relaciones y nuestro todo. El panorama se presenta complicado para los próximos años. Sí, esto no lo podemos negar: nuestras vidas iban a velocidad de crucero con más o menos dificultades, pero con el destino y el camino a seguir prácticamente claros. Hasta que el pasado 14 de marzo todo cambió. Nuestro horizonte, de repente, se volvió gris y tuvimos que quedarnos en casa confinados, aprendiendo a mantener la distancia social y a aceptar que nuestros proyectos se quedaran congelados. Parecía que todo se iba a quedar así, hasta que comenzaron a surgir pequeños gestos que nos ayudaron a motivarnos, a ver un poco de luz en el cielo. Conocimos mejor a nuestros vecinos, pasamos más tiempo con nuestros hijos, nuestras parejas e incluso con los amigos y con nuestras familias. Gracias a Internet todos ellos se colaron a diario por las pantallas de nuestros ordenadores y nos hicieron los días más cortos y la esperanza más larga.
Ha pasado el verano y sin que terminase del todo, el virus ya volvió a estar entre nosotros, o quizás nunca se haya ido, lo cierto es que hemos bajado la guardia y esta segunda ola parece estar cogiendo altura. A pesar de los datos, estamos en el punto en el que solo nos queda ‘ir a mejor’ y para conseguirlo tenemos que ponerle un poco de optimismo. Un estudio reciente de McKinsey reflejaba que, de las más de 85.000 empresas que se han destruido desde febrero, el 83% son pequeños negocios con menos de cinco empleados, pero la realidad es que esta destrucción de empresas viene ya de antes de que nos visitara la pandemia porque, según este estudio, España ha perdido más de 100.000 empresas en un año entre agosto de 2019 y 2020, casi el 7% del total. Había un llamamiento a un cambio y ahora, llegados a
este punto de inflexión, toca marcar por parte de las pymes una hoja de ruta en el presente y el futuro, que pasa por la digitalización y la modernización, sobre todo en sectores clave para nuestro país, como lo son la agricultura o el turismo. Para afrontar este reto, los Fondos de Recuperación Europeos van a jugar un papel fundamental. La mayoría de las medidas de recuperación estarán impulsadas por Next Generation EU, un nuevo instrumento temporal de recuperación con una capacidad financiera de 750.000 millones de euros, que no son a fondo perdido, sino que quieren empujar la transformación de la economía hacia la internacionalización y la sostenibilidad. Ahora debemos trabajar en esta senda para avanzar y encontrar nuevas oportunidades que nos permitan ver el panorama desde una óptica más optimista y nos ayuden a alcanzar los objetivos.
Desde hace años, la neurocientífica Tali Sharot, del Departamento de ciencias cognitivas, perceptuales y del cerebro, de la University College of London, está investigando el optimismo desde la perspectiva sociológica. Su consejo científico en relación a esta situación que estamos viviendo es que nos mantengamos optimistas, incluso en los peores momentos, porque la anticipación nos hace felices y tener ‘la sensación de control es muy importante para conseguir esta felicidad’. Independientemente del resultado final, los seres humanos disfrutamos anticipando un escenario optimista y por lo tanto, visualizando un futuro mejor. El optimismo está claramente relacionado con más éxito social, deportivo o académico, mejores relaciones, mayor éxito profesional, etc. Abrazar el optimismo es la clave, es la actitud que nos va a ayudar a ver el vaso medio lleno y a vislumbrar en el horizonte el futuro que queremos y todas esas nuevas oportunidades que están por llegar. •
Comparten valores y tienen claro cual es su propósito de vida, pero lo que les une de verdad es que sus perros hacen que sus vidas sean completas. No conozco la receta de la felicidad, pero por sus caras estoy segura de que incluye un perro.
Por ALEXANDRA RAL
Fotografía PACO NAVARRO
Maquillaje ORLANDO GIL
Cuentan que Lord Byron, gran apasionado de los perros, en uno de sus viajes en barco, tuvo la mala suerte de ver cómo uno de los perros que viajaba a bordo, caía al océano. Alarmado, el poeta inglés exigió al capitán que detuviera la nave para salvar al animal, pero este se negó en rotundo. Solo si caía una persona al agua podría detenerse el barco. Así que, ni corto ni perezoso, el poeta se tiró al agua y nadó hasta donde se encontraba el asustado animal. Lo sujetó contra su cuerpo y, sencillamente, esperó a que el capitán fuera hasta él. En esta ocasión no podría negarse: tendría que salvar a un ser humano, sí, y lo quisiera o no, también al perro.
Ninguno de los protagonistas de este reportaje ha vivido una situación tan dramática, pero estoy segura de que, llegado el caso, no dudaría en tirarse al océano si su fiel amigo cayera por la borda. Este es un homenaje a todas estas criaturas que, como Boatswain (el famoso terranova de Lord Byron), son bellas sin vanidad, fuertes sin insolencia, valientes sin ferocidad, y poseedores de todas las virtudes de los hombres, pero sin ninguno de sus defectos.
Las anécdotas entre perros y personajes re- levantes es tan larga como la historia de la humanidad. Eduardo VII – hijo de la reina Victoria de Inglaterra- sentía devoción por un terrier blanco que le regalaron el día de su coronación en 1902. En su collar podía leerse la inscripción: ‘Soy Caesar, y pertenezco al rey’. Pero lo que le hizo saltar a la fama fue lo que sucedió tras el fallecimiento de su dueño en 1910. Durante el cortejo fúnebre por las calles de Londres, los jefes de Estado extranjeros y la prensa vieron con sorpresa cómo el perrito caminaba detrás del ataúd, un lugar, en principio, reservado para personalidades y no para animales de compañía. Pero quizás el perro, en este caso, la perra, que rompió el corazón de muchas mujeres en el mundo fue Martha, protagonista de la canción Martha My Dear de Paul McCartney. Cuando el músico confesó que la canción no estaba dedicada a ninguna chica y sí a su mascota, con la que aseguraba tener una relación ‘platónica’, acabó con la ilusión de miles de fans. Por no hablar de los perros salchicha que han sido musa de más de un pintor desde Picasso a Warhol. El primero cambió al mastín del cuadro original de Las meninas por un perro salchicha en su versión de la obra de Velázquez, y, el segundo, lo re- trató en una de sus famosas sopas Campbell’s. No sabemos lo que serían capaces de hacer los protagonistas de este reportaje por sus mascotas, pero lo que sí tenemos claro es que no podrían vivir sin sus perros. •
ANDRÉS SÁNCHEZ MAGRO
Magistrado y periodista
Todos necesitamos un revulsivo de vez en cuando. Y en ocasiones un socavón en nuestra cotidianeidad como la de esta pandemia maldita. Los humanos necesitamos un parón forzoso para dejar de mirar nuestros satisfechos ombligos y valorar las cosas en su justa medida. Y aparece el tiempo de reflexión, de tirar al cesto de la ropa sucia el móvil y huir del dulce y embriagador canto de las sirenas cibernéticas cual Ulises del XXI. Es el momento de recuperar los buenos hábitos, lejos de prisas y prosas burocráticas urgentes. La charla con la familia, en especial padres e hijos, el silencio como mundo lleno de matices y contenido, la sonrisa al prójimo fuera de todo interés y cálculo, y la relativización del poder y el dinero como argumentos insustanciales en momentos de angustia y de igualdad. Sí, de igualdad en los anhelos, en los miedos, en la frágil condición del ser humano, superada esa soberbia tecnológica y de facilidad de desplazamientos a lo largo y ancho del planeta que nos lleva a considerarnos unos semidioses de cartón piedra.
Alguien escribió que la historia es una letanía y que como tal debe ser cantada y aprehendida. Pestes negras, epidemias, el tifus que asoló la Europa de la Revolución francesa, tuvieron la respuesta encarnizada de sociedades invertebradas, de una sombría extensión de los eternos bajos fondos. La actual crisis sanitaria mundial debería ser un revulsivo para extraer lo mejor de unas sociedades cultas y preparadas como nunca ha conocido la historia. Donde triunfen los buenos hábitos de la paciencia, madre de la ciencia, de la solidaridad sin adjetivos ni gastadas mochilas políticas, y donde la creatividad sea el motor de las relaciones sociales. O ese necesario respeto a las edades, en especial la sabiduría clásica de la gente mayor, la tolerancia sin cuartel a las ideas especialmente ajenas, y la comprensión a nuestro diferente, ya nunca considerado así.
Y por qué no, también una mayor sobriedad de costumbres, frente al hedonismo vacío que deja sabor de resaca diaria. Un coqueteo entre lo estoico y lo epicúreo de raíz grecolatina que nos permita vivir cada día con una necesaria rendición de cuentas de la dignidad individual. Un espejo donde olvidar a Narciso y observar la maciza virtud de la coherencia. Y, en especial poder superar el drama de las sociedades de vecinos anónimos, hoy trenzados en las charlas de los balcones, y la rutina de la soledad. La música, el café de cada día, la chanza permanente con la gente que uno se topa en el paseo de la vida, la libertad como el tesoro. El definitivo buen hábito de luchar por la libertad de cualquier congénere, desde su pensamiento a su capacidad de deambular con el sol a su espalda. •
La cultura beneficia seriamente la salud
Su sueño es integrar el ámbito de la cultura y la salud, promoviendo un nuevo sector de actividad donde las artes sean agentes en la mejora de la salud de las personas, y la sanidad sea un campo de desarrollo profesional para los artistas. Por MARTA ARTEAGA
Fotografía FUNDACIÓN CULTURA EN VENA
En la Fundación Cultura en Vena trabajan para mejorar la vida de las personas inyectan- do cultura allí donde no suele llegar. Acercan el arte y la música en directo a los entornos sanitarios y a regiones en riesgo de despoblación.
El arte como prescripción. Esta Fundación tiene la convicción de que la cultura también cura. Trabajan para contribuir a construir el hospital del mañana: uno de sus objetivos es mejorar la estancia de pacientes, familia- res y personal sanitario a través del arte y la
música en directo. Y despertar la vocación de servicio en los artistas. Además, promueven la investigación clínica de los efectos de las prácticas artísticas en la salud y el bienestar de las personas.
Llevan años demostrándolo científicamente: por eso se alinean con las últimas directrices de la Organización Mundial de la Salud, publi- cadas en noviembre de 2019 por su Health Evi- dence Network (What is the evidence on the role of the arts in improving health and well-being?). Esta publicación insta a los gobiernos euro- peos a implementar; prácticas artísticas en sus políticas de salud y bienestar: no solo en pro- moción y prevención, también en tratamiento de la enfermedad. Y lo hace apoyada en más de 900 publicaciones científicas que hacen referencia a más de 3 000 estudios adicionales.
En la actualidad, Cultura en Vena cristaliza sus objetivos en tres programas permanentes con vocación de escalado nacional e interna- cional. Representan acciones encaminadas a
realizar un cambio sistémi
co en el ámbito de la salud y la cultura en beneficio de las per- sonas: Arte Ambulatorio, el Proyecto MIR (Músicos Internos Residentes) y el concurso Cultura de Urgencias.
‘Existe más público en los hospitales que en los museos; tenemos una oportunidad de colonizar culturalmente el espacio hospitalario y así es como intervenimos en sus vestíbulos, salas de espera y habitaciones. Ofrecemos y presentamos los contenidos: empezamos con Goya y la idea es que no pare, que cada hospital tenga siempre cultura en esos espacios’.
Así lo explica Juan Alberto García de Cubas, creador de la Fundación Cultura en Vena, que amplifica la semilla de Música en Vena, de la que es cofundado
r y antiguo director general. Arquitecto con más de 20 años de experiencia en museografía, comisariado musical, y con una etapa como artista plástico que le llevó a ganar el Gran Premio de la Bienal de Alejan- dría, posee una visión integral de la cultura y una sensibilidad para ver la capacidad de las artes de aportar un cambio sistémico.
‘Cultura en Vena hace de catéter entre el sector cultural y el ámbito de los hospitales y las comu- nidades rurales. Trabajamos con artes plásticas, música, literatura y cómic. Nuestro reto está en acercar estos contenidos para que sean accesibles, útiles, capaces de mejorar la vida de las personas y generar una red estable de actividad cultural’.
Por el momento, el progra
ma Arte Ambula- torio ha desarrollado la exposición itinerante ‘¿Goya en un hospital?’, que cuenta con re- producciones de obras del Museo del Prado cedidas para la ocasión. Otra próxima ex- posición está integrada por obras cedidas a la fundación por grandes artistas como Soledad Lorenzo, Emmet Gowin, José Ma- nuel Ballester, Nicolas Nixon, Eduardo Scala, Fazal Sheikh y el propio García de Cubas, que formarán parte de una intervención en el Hospital Severo Ochoa en las áreas de Rehabilitación y Obstetricia, con textos de la mediadora cultural Ana Folguera. Cuando la COVID-19 lo permita, este Arte Ambu- latorio llegará al Hospital Miguel Servet de Zaragoza y al Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda, entre otros.
‘ El cambio de época que estamos viviendo afecta a la sanidad, al medio ambiente, a las
desigualdades sociales, al trato de las perso- nas mayores, a las libertades individuales, a nuestra relación con la tecnología… Pero la crisis sanitaria de la COVID-19 también está replanteando las futuras maneras de vivir la cultura, así como su propósito. Los museos, las grandes instituciones y los agentes produc- tores de cultura del siglo XXI deben tener en cuenta la función terapéutica de sus activida- des. Además de su papel como conservadores y divulgadores, ahora además tienen la res- ponsabilidad social de relacionar su patrimonio con la salud de los ciudadanos’, expresa García de Cubas.
El pasado 8 de agosto tuvo lugar el bautismo de la exposición ‘¿Goya en un hospital?’ en Fuendetodos, localidad natal de Francisco de Goya. Este p
ueblecito de 140 habitantes fue testigo de la muestra de reproduccio- nes del Museo del Prado, antes de itinerar por difere
ntes hospitales, y del concierto Beethoven y Goya: Influencers, que la pianista Marta Espinós ofreció delante de la casa del pintor, revelando los paralelismos vitales y estéticos que ambos creadores y visionarios compartían.
Y eso no es todo: con el objetivo de estimular la creación artística que reivindique el papel social y transformador de la cultura en el ám- bito de la salud y el bienestar -sin olvidar la situación crítica que atraviesan los creadores por la crisis sanitaria- la Fundación Cultura en Vena ha puesto en marcha el concurso Cultura de Urgencias, patrocinado por la Em- bajada de Alemania y con la colaboración del
Círculo de Bellas Artes de Madrid. Cultura de Urgencias es una convocatoria online para jóvenes creadores europeos de las artes visuales y la literatura, cuenta con 8 000 eu- ros en premios, y el regalo que supone, para ganadores y seleccionados, exponer sus obras en hospitales. •
www.culturaenvena.org/cultura-de-urgencias/
FEDERICO MAYOR ZARAGOZA
Presidente de la Fundación Cultura de Paz Exdirector general de la UNESCO
El futuro ya está aquí. Constituye una responsabilidad ineludible y apremiante atajar el progresivo deterioro de las condiciones ecológicas, de la habitabilidad de la Tierra. ‘¡Implicaos!’ fue el grito – mensaje final de Stephan Hessel. ‘Tendréis que cambiar de rumbo y nave’, apostilló José Luis Sampe- dro. Pues bien, ha llegado el momento en que, por fin, los jóvenes están levantando la voz y se están implicando. Podemos sentirnos esperanzados porque el cambio de ‘rumbo y nave’ está empezando.
Ante este momento de inflexión histórica que estamos viviendo, me viene a la memoria mi encuentro con Indira Gandhi a principios de los años 80 con motivo de la presentación del programa de ‘Inves- tigación y necesidades humanas’ que la UNESCO iba a iniciar en Madrás. Me pidió que la acompañara mientras pasaba entre hombres, mujeres, niños y niñas sentados en el suelo que le presentaban sus peticiones en pequeños manuscritos. Al terminar este contacto con su gente –dicen que los leía con detenimiento y procuraba atender las peticiones que le formulaban- mantuve una larga entrevista con ella. Al final, me dijo: ‘Me parece muy interesante la reunión que van a tener y los programas que están desarrollando. Creo que, efectivamente, es el conocimiento el que puede resolver la mayor parte de los problemas. Pero, por favor, envíeme una solución después de la reunión en Madrás porque -excla- mó sonriendo- de diagnósticos, por certeros que sean, voy ya muy sobrada’.
Nunca deberíamos olvidar lo que me dijo Indira Gandhi aquel día. Porque lo que se necesitan, cier- tamente, son soluciones y pasos hacia el diseño del nuevo mundo que anhelamos. Es por eso que el clamor de los jóvenes que estamos empezando a oír es tan importante. Basta ya de palabras, es tiem- po de acción. Es tiempo de soluciones. No más ‘diagnósticos’. Es tiempo de ejecutar sin dilación la Agenda 2030 y los 17 ODS (Objetivos de Desarrollo Sostenible) adoptados por las Naciones Unidas en noviembre de 2015 y los Acuerdos de París, el mismo otoño, para luchar contra el cambio climático y los procesos irreversibles que comporta.
Es el momento de dejar de ser espectadores y pasar decididamente a ser actores de nuestra vida y de oír a los científicos y fiarnos de ellos para adaptar nuestro comportamiento cotidiano, nuestro estilo de vida con los medios de transporte adecuados, con fuentes renovables de energía y, sobre todo, con un nuevo concepto de seguridad que reduzca al mínimo los inmensos gastos militares y de armamento, pudiendo hacer las inversiones necesarias para el cuidado de la Tierra y para las grandes prioridades, propias de un desarrollo global sostenible y humano: alimentación, agua, salud, medio ambiente, educación y paz.
El otro mundo posible que anhelamos y merecemos es hoy, todavía, posible. La movilización ciuda- dana debe llenarnos de esperanza. •