Son tiempos de gran confusión, de noticias que, en lugar de esclarecer, ensombrecen, de revisión acelerada, de deshumanización, de confrontación y violencia.
Tiempos de artificio y de olvido, de miedo y menosprecio a la inmensa capacidad humana.
A la pandemia COVID-19 le han sucedido grandes catástrofes naturales y alteraciones ecológicas, algunas de carácter irreversible.
Y guerras muy patentes se han añadido a las ‘ocultas’; la brecha social a escala mundial se ha ampliado más todavía, y miles de migrantes reclaman sin cesar, trasladándose y viviendo en condiciones humanamente inaceptables, que la gobernanza mundial les atienda, cumpliendo plenamente el principio esencial de la igual dignidad.
Y al igual que el veto de los cinco vencedores de la II Guerra Mundial en el caso de las Naciones Unidas, que las inhabilitaban para la toma de decisiones desde su origen, ahora es la Unión Europea, por el absurdo requerimiento de la unanimidad —la unanimidad es la antítesis de la democracia— la que no puede ejercer el papel esencial que le correspondería, dejando al mundo en su conjunto en manos de la razón de la fuerza y de ‘democracias’ impropias.
El actual ‘desorden mundial’ requiere de forma inaplazable la construcción, hasta ahora inimaginable, de un nuevo sistema multilateral democrático.
La adopción de una ‘Declaración Universal de Democracia’ podría ser el gran referente mundial para esta renovación crucial de la gobernanza global.
‘Los seres humanos no estamos en el mundo sino que somos el mundo’, ha subrayado Emilio Lledó en el excelente capítulo de ‘Educación para la democracia’,
de su libro ‘Identidad y amistad’:
‘La mirada humana’, escribe, ‘es visión e interpretación.
Una visión que puede entender lo que ve (…).
La posibilidad de entender tiene que alimentarse continuamente de libertad y luz (…).
La luz de la palabra es lo que crea el universo de lo humano’.
Repito aquí dos conceptos que me parecen esenciales para un nuevo comienzo: deber de memoria y delito de silencio.
José María Lassalle, en un artículo sobre Inteligencia Artificial (IA) escribía:
‘Nos adentramos en un escenario en el que las externalidades negativas que puede liberar la IA.
Si no se desarrolla dentro de un marco regulatorio adecuado, puede llevarnos a la distopía, la exclusión y la desigualdad.
La Comisión Europea aprobó el 19 de febrero de 2020 un Libro Blanco sobre IA en el que se diseña una con bases éticas centrada en el ser humano.
Se trata de una propuesta que busca perfeccionar la democracia y el mercado, sin renunciar a la autonomía responsable de los ciudadanos y de los consumidores’.
¡Por fin la democracia genuina, en el timón de la nave Tierra!
Para marginar a los grupos plutocráticos de la gobernanza mundial y poder hacer frente a desvaríos inadmisibles, como el del magnate Elon Musk, que ha anunciado que ‘en seis meses pondría un chip en el cerebro humano’.
‘Nosotros, los pueblos’ no consentirán la deshumanización, la pérdida de la libertad y la creatividad, los dos grandes pilares de la
especie humana.
Se acercan momentos críticos, pero también grandes oportunidades para los cambios impostergables, para un nuevo comienzo, para mirar hacia adelante con esperanza.•
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FEDERICO MAYOR ZARAGOZA, presidente de la Fundación Cultura de Paz, exdirector general de la UNESCO.
Dónde vives, cómo vives, con quién vives, si estás siendo infiel a tu pareja, dónde trabajas, con quién trabajas, con quién hablas, si hablas con un periodista, con un abogado o con un médico.
Todo esto se sabe, simplemente, con tu localización.
Por JULIA HIGUERAS
Fotografía EDUARDO CANDEL
Nos vigilan.
Saben que estoy escribiendo estas palabras.
Saben que tú las estás leyendo.
Gobiernos y cientos de empresas nos espían: sí, a ti, a mí y a todos nuestros conocidos. Cada minuto, todos los días.
Rastrean y registran todo lo que pueden: nuestra ubicación, nuestras comunicaciones, nuestras búsquedas en internet, nuestra información biométrica, nuestras relaciones sociales, nuestras compras y mucho más.
Quieren saber quiénes somos, qué pensamos, dónde nos duele. Quieren predecir nuestro comportamiento e influir en él.
Tienen demasiado poder. Su poder proviene de nosotros, de ti, de tus datos.
Es hora de volver a tomar el control. Recuperar la privacidad es la única manera de que podamos asumir de nuevo el mando de nuestra vida y de nuestras sociedades.
Internet se financia principalmente mediante la recopilación, el análisis y el comercio de datos: la economía de los datos. Muchos de ellos son personales: datos sobre ti.
La compraventa de estos datos personales como modelo de negocio se está exportando a cada vez más instituciones de la sociedad, que pasa a ser la sociedad (o el capitalismo) de la vigilancia.
Este es un fragmento del libro ‘La privacidad, es poder’, seleccionado y recomendado por la prestigiosa revista ‘The Economist’, como uno de los libros de obligada lectura, una guía definitiva para afrontar uno de los problemas más importantes de nuestro tiempo: la privacidad.
Su autora, Carissa Véliz, es profesora asociada de la Facultad de Filosofía y del Instituto de Ética de Inteligencia Artificial, así como miembro del Hertford College de la Universidad de Oxford.
Carissa, ¿nos vigilan, nos espían?
Sí, definitivamente, nos vigilan, nos espían.
Todos tenemos un espía en el bolsillo.
Si tienes un teléfono, llevas un artefacto que, no solamente trabaja para ti, sino que trabaja para otras instituciones, para otras personas.
Tu teléfono manda datos que tú no le has pedido que mande y, en muchas ocasiones, son datos muy sensibles, datos que, como la localización, pueden parecerte muy aburridos pero que, sin embargo, revelan información muy importante sobre ti: dónde vives, cómo vives, con quién vives, si estás siendo infiel a tu pareja, dónde trabajas, con quién trabajas, con quién hablas, si hablas con un periodista, con un abogado, con un médico, todo esto se sabe, simplemente; con tu localización.
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La cantidad de datos que estamos recopilando y la sensibilidad de esos datos es realmente alarmante.
¿Qué es para ti la privacidad en el siglo XXI, por qué no es la misma ahora que para tus abuelos, o para tus tatarabuelos?.
La privacidad, en un sentido muy general, es limitar el acceso que otros tienen a ti para protegerte de posibles abusos de poder.
Y, en ese sentido, la privacidad es muy universal y siempre ha sido la misma.
Limitamos la información que otros tienen sobre nosotros para no ser vulnerables a ellos, pero, claro, conforme cambian las estructuras de poder, conforme cambia el tipo de información a la que se puede acceder, cambian los detalles de cómo protegemos esa privacidad y cambia también cómo perdemos la privacidad.
Ahora podemos recolectar más datos que nunca y tenemos capacidades para analizar esos datos que antes no teníamos, y eso quiere decir que cambia la manera de cómo tenemos que proteger la privacidad y el tipo de amenazas que sufre la privacidad, pero, en su valor fundamental, la privacidad no ha cambiado, porque sigue protegiéndonos de esos abusos de poder frente a otras personas, así como de instituciones y gobiernos.
Tu teléfono manda datos que tú no le has pedido que mande y, en muchas ocasiones, son datos sensibles’
Si recuperáramos esa privacidad, seríamos una sociedad más empoderada.
¿Cómo revertir esta invasión?
Este es un esfuerzo colectivo.
Definitivamente, recuperar la privacidad significaría recuperar parte del poder de la ciudadanía, del poder que ha perdido el individuo, la propia autonomía.
El esfuerzo colectivo va a depender de muchas cosas, te explico:
Por una parte, está el fundamento cultural.
Al final, nuestras leyes y nuestras prácticas se fundamentan en diferentes tipos de cultura.
Sí hemos visto últimamente la cultura de exposición de cuéntanos que comes, cómo te sientes, qué opinas de esta persona, cuéntanos todo… porque eso crea muchos beneficios económicos, pero, claro, conlleva costes sociales muy importantes.
Entonces, por una parte, hay que valorar la privacidad culturalmente y, por otra parte, hay que establecer una combinación de medidas técnicas.
Por ejemplo, la encriptación, que ha sido muy importante para proteger la privacidad y también las alternativas a plataformas que son respetuosas.
Pero además de todo esto, hay que legislar…
Desde luego, la medida más importante sería prohibir la economía de datos entendida como la venta y compra de datos personales, igual que no vendemos los votos porque eso sería una traición a la democracia; por las mismas razones no deberíamos comprar ni vender datos personales de nadie, porque, al final, se utilizan de la misma manera que se utilizó en Cambridge, con el escándalo de Cambridge Analytics.
Los datos personales se utilizan para propaganda personalizada que manipula las elecciones y manipula la esfera pública.
Legislarlo sería una manera de despojarlos de ese poder.
Pero, en el fondo, ese poder se lo damos nosotros.
Ellos tienen más poder mientras nuestras libertades menguan.
Absolutamente.
La tendencia es a tener menos libertad, toda nuestra vida está regida por reglas invisibles que dependen de nuestros datos personales.
Tu móvil, para ser más exactos, recolecta datos y tú no puedes decirle que no lo haga.
Cada vez tenemos menos libertad y menos autonomía, y lo que me parece muy fuerte que a ti y a mí no se nos trata como a ciudadanas iguales, se nos trata dependiendo de nuestros datos, dónde vives, qué ordenador utilizas y, según tus datos, así serán tus oportunidades.
El capitalismo de la vigilancia…
Ese es un término de la socióloga Shoshana Zuboff y que me parece muy interesante y muy atractivo, luego existen otros como el de ‘la sociedad de la vigilancia’, porque no es solamente el capitalismo, esto es ya mucho más amplio que el capitalismo.
Es la economía de la vigilancia, pero no necesariamente del capitalismo. Había más libertad antes de la época de internet, los seres humanos, éramos más independientes, no estábamos tan condicionados como ahora.
Sí, en muchos sentidos, eso es así, porque podíamos tener la libertad de ir a sitios sin que otros supieran que íbamos, pero ya en 2011, cuando yo estaba en Nueva York, viví el momento de las protestas de Ocupa Wall Street y me acuerdo, perfectamente, que muchos de los estudiantes que querían ir a protestar, pero que en el futuro querían ser políticos, se preocupaban, sabían que los estaban filmando y que les podían reconocer y eso podía afectar a su futuro.
Esto, en la época de los ochenta, no era una preocupación tan importante, ¡claro que les podían hacer fotos!, pero era mucho más difícil identificar a alguien que ahora, en la época digital, cuando puedes identificar a cualquiera mediante el reconocimiento facial o, simplemente, porque tiene su móvil en su bolsillo y, claro, sin protesta anónima, ¿cómo va haber una democracia sana?.
La posibilidad de ser anónimo en una ciudad, sobre todo en una manifestación pacífica, es un elemento muy importante en una democracia.
Sí, sí que lo es, ¿crees que ya es tarde o podemos revertir esta tendencia de alguna manera?.
No, no es tarde, porque tuve el privilegio de escribir el libro que escribí y no estoy en la cárcel, si estuviera en China, por ejemplo; sería bastante diferente.
No estaríamos tú y yo aquí, indudablemente.
Me preocupa que la tendencia sea el modelo chino en vez de correr en la dirección opuesta y no, no creo que sea demasiado tarde, porque los datos se pueden borrar y los datos más valiosos son los que se crean más recientemente, dónde estás ahora, en este momento, localizada.
No es demasiado tarde, pero la ventana de oportunidad que tenemos es cada vez más estrecha, demasiado estrecha, y espero que tomemos cartas en el asunto… pronto.
‘Recuperar la
privacidad significaría
recuperar parte del
poder de la ciudadanía,
del poder que ha
perdido’
Es curioso cómo está cambiando el modelo social.
Tengo varias amigas que dirigen revistas femeninas y me han comentado que ya no quieren portadas de mujeres que tengan algo que contar, ni modelos ni actrices, ni mujeres referentes en diferentes ámbitos profesionales, solo quieren influencers.
El mundo influencer está muy relacionado con lo que estamos hablando, porque no tienen una profesión concreta, pero utilizan su imagen para vender cualquier producto, es la cosificación.
Cuántas más personas te sigan, más dinero vas a recibir por tus posts.
Tú que eres una persona joven y digital, ¿qué opinas?.
Sí, así es.
Tengo un artículo escrito en el que hablo de los influencers y que se llama Presentation.
Lo digo con un poco de tristeza, de cómo necesitamos la filosofía, de cómo vivir, de saber qué es una vida buena.
Me preocupa, en el caso de influencers, cuando se entrevista a chavales muy jóvenes que les preguntan qué quieren ser de mayores y dicen: influencer.
No, no es que tengan algo importante que contar, que quieran cambiar esto o lo otro en el mundo, no, es que lo que quieren es influir, tener ese rol.
´Quiero influir’, dicen, pero ¿cómo?
Les da un poco igual, quieren tener este impacto mediático de imagen y un poco descuidar el trasfondo.
Antes había una postura más idealista y comprometida con la sociedad, de que quiero cambiar algo y tener un impacto porque lo he cambiado, no tener un impacto por tener un impacto en sí, por tener una imagen para ser popular.
También es muy interesante leer reportajes sobre la salud mental de los influencers, porque, por una parte, puede parecer que tienen una vida muy glamurosa, ganan dinero, tienen acceso a gente importante, pero -eso no es nuevo- la fama tiene un precio muy alto que se acaba pagando y los influencers muchas veces son muy jóvenes, son chavales que tienen una vida bastante destrozada, la presión de estar todo el día en el escenario, de no tener privacidad, de seguir estando en el escenario incluso cuando están en su casa, con su pareja, y esto no se ajusta a nuestra psicología.
Somos seres biológicos, con cierto tipo de necesidades, igual que necesitamos comer y beber, necesitamos espacio y tiempo de intimidad y cuando no se proporciona ese espacio y ese tiempo de intimidad, el estrés es tal que rompe a las personas.
Hay suicidios entre los influencers, la cabeza, como dices, no está preparada para estar todo el día, expuesta, para tener millones de seguidores.
Por supuesto, y que ese sea, además, el ideal de vida, es altamente preocupante.
Y esto significa que no estamos pensado en qué constituye tener una vida buena y, por otro lado, tampoco se habla de la responsabilidad de los consumidores de los influencers.
El filósofo norteamericano Thomas Nagel tiene un artículo muy interesante sobre el valor de la reticencia (decir solo en parte, comúnmente con malicia, y ocultar otra que debería decirse) para la salud en la esfera pública.
Él habla de que son necesarias ciertas normas para que la salud pública sea más vivible, que no es engañar.
Hoy está la filosofía, muy superficial, de que ser transparente es bueno.
Tienes que contar todo lo que piensas, todo lo que eres, dónde has estado, lo que has hecho y si no lo haces, estás engañando y seguro que tienes algo que ocultar…
El metaverso es un
concepto que ha
creado Facebook para
distraer de todos
sus escándalos, una
táctica de marketing’
Una cosa es mentir y otra preservar tu intimidad.
Por eso Thomas Nagel dice, que no usar ropa no es estar engañando porque debajo estás desnudo…
Comportarse para hacer que la vida social sea más sana para todos.
Sí, en ese sentido, creo que tenemos mucho que aprender de como lidiamos con los influencers.
Muchas veces se les critica porque no son auténticos.
Recuerdo que hubo un caso muy famoso de una chica que era influencer vegana y se le vio comiendo una hamburguesa.
Alguien le sacó una foto mientras comía y fue todo un escándalo.
En vez de reconocer que los seres humanos somos seres humanos que fallamos, que tenemos todo tipo de complejidades, y que, los influencers, son un poco un anuncio, un producto de ‘marketing’ y que sean juzgados por ello, es como juzgar a un actor porque está mintiendo, el actor está actuando, ese es su trabajo.
¿Qué es real y qué no lo es? Ese es el gran dilema.
Todos sabemos que los actores, actúan, representan un papel, son otros, otras vidas, no son ellos mismos, pero los influencers no están representando ningún papel, venden su vida, cuanto más se exponen, más ganan y creo que es bien distinto.
Sí, con los influencers se juega mucho en esa línea de qué es verdad y que no, de qué es autentico y que no.
Cuando vas a ver una película sabes que es una película y sabes que si el actor mata a otro actor no te preocupas por su salud, porque es ficción…
Hay que luchar con esa sensación de verdad que reflejan los influencers en la sociedad.
Por ponerte un ejemplo, todos sabemos que los ingleses son muy educados, pero, a veces, esa educación es superficial y te sueltan lo de:
¡oh, qué interesante!
Y no les está interesando nada.
Lo de los influencers es igual, es como si fueras a Inglaterra y un inglés te dice que interesante es lo que me estás contando y, en realidad, no le interesa absolutamente nada (risas).
Carissa, en tu libro hablas de inteligencia artificial (IA), para qué crees que sirve, qué aporta a los seres humanos y cuál es la parte en que es engañosa o perjudicial para nosotros, dónde le pondrías tú el ‘warning’.
Es una pregunta muy difícil de contestar, pues la inteligencia artificial es muy amplia y se utiliza para muchas cosas.
Por poner un ejemplo positivo de la inteligencia artificial, te diría que se está utilizando para valorar moléculas que pueden dar lugar a nuevos antibióticos.
Es maravilloso, porque lo puede hacer de una forma mucho más rápida que los seres humanos, no trabaja con datos personales y porque necesitamos desesperadamente nuevos antibióticos para atacar a los superbox, a estos súper microbios que son resistentes a los antibióticos…
Pero.
Cuando la IA (inteligencia artificial) se usa para tratar de resolver problemas que son sociales o políticos, es ahí cuando es desastrosa.
La IA es una herramienta y una herramienta puede ser muy útil, pero también muy imperfecta y una de sus imperfecciones es el ‘Machine learning’, lo que en español traduciríamos como aprendizaje automático.
La IA trabaja con muchos datos y, normalmente, cuando se trabaja con temas sociales se hace con datos históricos, y en la historia tenemos todo tipo de sesgos que no queremos perpetuar y, sin embargo, se perpetúan.
Cuando utilizamos la IA, hay sesgos racistas y sexistas y esto pasa todos los días…
Sí, es increíble que todavía no lo tengamos resuelto ni de cerca y también me preocupa mucho antropomorfizar la IA, porque es una manera fácil para que, cuando pasa algo desastroso, muchas instituciones se laven las manos y le echen la culpa a la IA.
Y no, la IA no es culpable de esos fallos, lo es la persona que lo ha diseñado.
La IA no es un agente moral.
También me preocupa que se diseñe la IA para que parezca humana, definitivamente no tiene nada de humano o tiene de humano porque está diseñada por seres humanos, pero de ahí a tratar de hacer que pase por un ser humano es un síntoma bastante preocupante de nuestra era, en donde cada vez es más difícil saber qué es real y qué no lo es y estamos invitando a la confusión y generando desconfianza en la ciudadanía que es uno de los elementos más importantes para la democracia, para que la sociedad funcione bien.
Es crear desconfianza entre el sistema y los ciudadanos y ya sabemos dónde eso nos lleva.
Estamos hablando de IA, de su complejidad, pero ¿qué es el metaverso?
(Risas). A mí el término se me atraganta un poco.
El metaverso es un concepto que ha creado Facebook para distraer.
‘TODOS LLEVAMOS
UN ESPÍA EN EL BOLSILLO’
Facebook se encontraba en medio de muchos escándalos y la creación del concepto metaverso fue una táctica de ‘marketing’ para distraer.
Sí que es verdad que existe el deseo de generar realidad virtual, pero, en este momento, la empresa no está lista para hacer ese anuncio porque no puede desarrollarlo.
Lo hicieron para distraer de todos los escándalos que tenían con la Wilson Brothers y Cambridge Analytics.
En realidad, no se entiende nada porque no tienen nada todavía.
Y se ha probado que Facebook ha perdido millones y millones en este proyecto que todavía no ha dado ningún fruto, hay muchos obstáculos técnicos y muchas preguntas que responder: sobre si se van a respetar los derechos, si te vas a poder olvidar el móvil en casa, por ejemplo, e irte a caminar con alguien…
Si desarrollamos sensores en todas partes, en las calles, en las paredes, en todas las habitaciones, ya no habrá esa posibilidad de olvidarte el móvil en casa, ya sea propósito o por despiste.
Sí, esto preocupa bastante.
La realidad virtual todavía sigue siendo un proyecto para muchas empresas que lo ven como una posible oportunidad de negocio, pero también es una posible amenaza para la privacidad, la libertad y, por supuesto, para la democracia.
Tenemos que pensarlo muy bien para que no nos sorprenda.
Estamos viviendo un momento histórico muy importante, porque todavía no está desarrollada, pero existen ya muchas empresas que están intentando empujar esos limites.
En mi opinión, creo que no estamos aún listos para este cambio, y lo digo desde el punto de vista de la regulación y también cultural.
Aún podemos hacer que sea un cambio positivo y no negativo para la humanidad.
También puede convertirse en la dictadura del metaverso, una dictadura que controle a la mayoría, una serie de ciencia -ficción, pero real.
Esto, lamentablemente, ya se puede ver en ciertos trabajos, sobre todo, en trabajos que no son de muy alto nivel.
Cada vez se vigila más, se controla más, llegando a ser opresivo.
Hay trabajadores que no pueden ir al baño porque están controlados, incluso están controlados en lugares que no están ceñidos a la oficina o a las ocho horas de trabajo, y esto nos debe preocupar, ya sea por decencia, empatía, solidaridad o porque, simplemente, seamos conscientes de que los siguientes seremos nosotros.
Cuando las barbas de tu vecino veas cortar, aúnque sea virtualmente… ¿Dónde está la ética de la IA?
Es un gran desafío paralelo entre la ética médica y la ética digital y que nos sirve para aprender de los éxitos de la ética médica, pero también de sus fracasos.
En los años cincuenta, tú ibas a un médico y te podían pasar muchas cosas que hoy consideraríamos aterradoras, como diagnosticarte una enfermedad y que no te dijeran ni el diagnóstico.
Si tenías suerte, se lo decían a tu familia, y en muchas operaciones, por ejemplo, cuando estabas sedada, los médicos prestaban tu cuerpo, sin tu consentimiento, para un experimento clínico o para que estudiantes practicaran con él.
La ética médica se desarrolló para parar estos abusos y regular los avances científicos, hoy estamos en un sitio similar con la ética digital.
‘Quiero un mundo
en el que la tecnología
realmente contribuya
al bienestar de las
personas. No siempre
es así’
Nunca antes habíamos tenido entre manos tantos datos personales ¿Qué estamos haciendo con ellos?
Sí, por eso la ética digital es un problema mucho mayor que el de la ética médica, porque es mucho más político, porque lo engloba todo.
Pero volviendo a la ética médica, es increíble que hoy una farmacéutica pueda hacer cien experimentos sobre un medicamento y que 99 no funcionen, y esos experimentos nunca se publiquen, y solo se publique el experimento que sí ha funcionado.
Este es el fracaso de regulación de la ética en el ámbito privado y, claro, la mayor parte de la IA se está desarrollando en ese ámbito privado, no en el público, y no tenemos las estructuras de ética necesarias para regular, tenemos aún que desarrollar esas estructuras éticas.
Imaginemos que cada empresa tuviera un comité de ética que estuviese pagado por una fundación independiente, y que esos comités de ética tuvieran conexión entre ellos a ciertos niveles de empresa, ciudad, municipio, país, internacional.
Estas son estructuras que aún no están desarrolladas…
Y es urgente desarrollarlas, anticiparse a todo lo que está viniendo, porque este es un camino sin retorno.
Vivimos un momento muy interesante.
Recuerdo cuando era estudiante de Ética y me daban envidia los fetichistas que desarrollaban la ética médica, me parecían muy atractivos.
Por una parte, ser filósofo es algo bastante abstracto y bastante teórico, y resolver problemas prácticos urgentes, y la ética de la IA lo es, es muchísimo más interesante.
Es un desafío monumental.
Eres la editora del ‘Oxford Handbook of Digital Ethics’.
Sí, es una guía ágil y autorizada sobre cuestiones éticas relacionadas con las tecnologías digitales, con especial énfasis en la IA.
Filósofos con una amplia experiencia cubren treinta y siete temas: desde el derecho a tener acceso a Internet, al ‘trolling’ y la vergüenza en línea, el discurso en las redes sociales, las noticias falsas, los robots sexuales y las citas en línea, la tecnología persuasiva, la alineación de valores, el sesgo algorítmico, la policía predictiva, la discriminación de precios en línea, la IA médica, la privacidad y la vigilancia, la automatización de la democracia, el futuro del trabajo, y la IA y el riesgo existencial, entre otros.
Cada capítulo ofrece un mapa riguroso del terreno ético, aborda de forma crítica los trabajos más destacados en la materia y señala direcciones para futuras investigaciones.
Pues vamos a darle ese pequeño espacio que merecen los sueños, ¿con qué sueñas tú?
Sueño con un mundo en el que podamos disfrutar de nuestros derechos como nuestros padres y nuestros abuelos hicieron, si no más, desde luego no menos, y sueño con un mundo en el que sigamos pudiendo publicar libros que desafíen a los poderes actuales y hacerlo sin miedo, con libertad y con confianza.
Quiero un mundo en el que la tecnología realmente contribuya al bienestar de las personas, que no siempre es así…
Que nos genere confianza y bienestar.
Confianza y bienestar, y que soporte la democracia y no la erosione. •
Durante los años en que estudiaba arquitectura, vivía en Milán y cada fin de semana, especialmente en los primeros años, regresaba a Brescia, mi ciudad natal, para estar con mis padres y salir con mis amigos.
Solía volver en coche, a primeras horas de la tarde, justo después de salir del gimnasio, para evitar las típicas colas de los viajeros habituales y poder disfrutar aún de parte de la tarde, dando una vuelta por el centro antes de la sagrada primera pizza del fin de semana.
El viaje de Milán a Brescia, de casa a casa, duraba aproximadamente una hora y media, si todo transcurría según lo previsto.
En aquella época, como no se utilizaban navegadores, casi sin darme cuenta, siempre solía elegir el mismo camino.
Viviendo en el centro de la ciudad y teniendo que volver al centro de otra, más de la mitad del recorrido lo hacía por calles urbanas, llenas de tiendas, motos, semáforos y transeúntes.
Las primeras semanas, toda mi atención se centraba en la carretera y en todo lo que ocurría a mi alrededor.
No quería perderme ni dejar de observar nada de lo que sucedía en el trayecto.
Pasados unos meses, mi único objetivo acabó siendo llegar a destino y, la mayoría de las veces, todavía recuerdo la sensación de llegar sin tener recuerdo alguno de haber conducido, ni de haber pasado por ninguna calle ni autopista.
Durante el viaje, mi atención estaba tan atraída y entretenida planificando mi fin de semana, que el presente de las dos horas en coche se desdibujaba completamente.
La simulación de un futuro disfrute deseado sustituía una realidad que, a priori, no me parecía lo suficientemente valiosa e interesante.
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Este fenómeno es conocido como “pilotaje automático”. En términos psicológicos, se relaciona con el concepto de “atención automática”.
Sucede básicamente cuando una persona normaliza tanto una actividad conocida que su cerebro puede funcionar en un modo que disminuye su atención consciente.
Toda moneda tiene dos caras, y esta capacidad que tenemos de automatizar los procesos mientras nos entretenemos en otras labores mentales conlleva el gran peligro de borrar todo el devenir y ser conscientes solo de sus extremos.
Cuando hablamos de volvernos más conscientes en Sustainable Thinking, nos referimos precisamente a la capacidad de saber cómo abstraernos y simular futuros deseados, pero también a la importancia de dejar de identificarnos con nuestras abstracciones para recordar que podemos experimentar la vida solo en el instante presente.
Como nos recordaba Claudio Baglioni, el famoso cantautor italiano, con el título de su canción “La vita è adesso”, la vida es ahora. Metafóricamente hablando, la vida es todo lo que sucede desde que entramos en el coche hasta que salimos de él. Si no queremos darnos cuenta de esto, cuando hayamos llegado a destino y sea probablemente demasiado tarde, pienso que sería mejor, de vez en cuando, dejar de conducir obsesionados por llegar, mirar bien a nuestro alrededor, poner el intermitente, aparcar y darnos cuenta de que la vida no se deja esperar porque es lo que está sucediendo, independientemente de nuestras expectativas.
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Sin disminuir ni un ápice la responsabilidad de Putin, debemos reflexionar con apremio y firmeza sobre las causas de esta guerra.
Debemos preguntarnos por qué Europa, que debía tener un papel cualitativo muy relevante a escala mundial, no ha figurado como interlocutor, absorbida por la OTAN, que se extiende hacia el este y habla en nombre de la ciudadanía europea.
Deber de memoria.
Acabamos de comprobar la irrelevancia de las Naciones Unidas, porque 196 países están a merced de la voluntad de cinco.
Y también la irrelevancia de la Unión Europea, que debe adoptar decisiones por unanimidad, lo que se traduce en 27 vetos, porque la unanimidad es la antítesis de la democracia.
Y por ello resulta que no es Europa sino la OTAN la que se expresa en su lugar.
Todas las crisis pueden convertirse en oportunidades de cambio.
La crisis actual, originada por la razón de la fuerza, puede convertirse en impulso de un gran movimiento mundial. en favor de la fuerza de la razón, de la mediación, de la palabra, de un multilateralismo democrático a escala mundial, que permita, cuando ya se apuran las posibilidades de acción ante amenazas globales irreversibles, la puesta en marcha efectiva de la Agenda 2030 y de los Acuerdos sobre Cambio Climático.
No podemos seguir abducidos por el inmenso poder mediático ‘arma de distracción masiva’, según acertada definición y advertencia de Soledad Gallego.
Nunca más espectadores, sino actores para la gran transición desde una cultura de imposición, dominio, violencia y guerra a una cultura de encuentro, diálogo, conciliación, alianza y paz.
Deber de memoria para la acción resuelta.
Delito de silencio.
Ha llegado el momento de una gran coalición global, liderada por las mujeres y la juventud, en favor de la paz y la no violencia.
La resolución de los conflictos en el contexto de un multilateralismo democrático que desplace la gobernanza de los G6, G7, G8 y G20.
Coalición mundial para la gran transformación de la fuerza a la palabra, reformando a las Naciones Unidas mediante una nueva composición de la Asamblea General.
Incluiría de verdad a ‘los pueblos’ con un 50 % de representantes de la sociedad civil, que se añadirían a los representantes (el otro 50 %) de los Estados, y donde el veto sería sustituido por porcentajes bien ponderados y equilibrados.
‘Nosotros, los pueblos’ para, ahora sí, poder mirar a los ojos de nuestros descendientes y decirles que no les dejaremos un planeta con la habitabilidad deteriorada.
Que las ojivas nucleares serán inmediatamente eliminadas; que los paraísos fiscales desaparecerán y los ingentes medios dedicados hoy a la defensa territorial también tendrán en cuenta la seguridad humana -alimentación, agua, salud, educación, cuidado del medio ambiente- de quienes habitan estos territorios tan bien protegidos.•
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FEDERICO MAYOR ZARAGOZA, presidente de la Fundación Cultura de Paz, exdirector general de la UNESCO.
Afganistán ha sido durante mucho tiempo un país sumido en rivalidades tribales,
guerras coloniales y conflictos geopolíticos.
Los afganos siempre han llamado a sus montañas ‘la tierra de la rebelión’, una tierra que no ha sido ocupada con éxito desde los tiempos de Alejandro Magno.
Aunque los invasores fracasaran, un paseo por los bazares de Kabul da testimonio
de su legado.
Así lo inmortaliza Steve McCurry.
Por ARANTZA DE CASTRO
Las fisuras de la sociedad afgana son profundas: el cisma entre sunitas y chiítas, la violencia entre clanes y tribus y las luchas y rivalidades de sangre dentro de los diferentes linajes son algunas de ellas.
Sin embargo, en medio del caos y los conflictos arraigados nacen estas imágenes de una belleza sobrecogedora, la retrospectiva definitiva del trabajo de Steve McCurry, que presentan un pueblo herido y orgulloso.
‘SON GENTE ORGULLOSA, QUE MIRA DE FRENTE, TANTO DESDE EL DESDÉN COMO DESDE LA CURIOSIDAD’
Marcado por profundas divisiones tribales, étnicas y religiosas, Khurasan -como los afganos han llamado a su tierra durante los dos últimos milenios- solo ha tenido unas pocas horas de unidad política.
Sin embargo, en medio del caos y los conflictos arraigados, nacen estas instantáneas.
En concreto, 140 impactantes imágenes fruto de sus viajes a lo largo de casi 40 años en los que ha vivido expuesto a los peligros que son parte inevitable de la vida de aquellos fotógrafos que siempre están en movimiento y explorando el mundo.
En ellas presenta un país aparentemente asolado, pero a la vez hermoso y de una humanidad inusitada y cautivadora.
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Son gente orgullosa, que mira de frente, tanto desde el desdén como desde la curiosidad:
estos son los rostros desafiantes, de hombres y mujeres, de las magníficas fotografías de Steve’, explica William Dalrymple, escritor, historiador e historiador del arte responsable de los textos que acompañan a esta retrospectiva editada por Taschen.
Desde el desierto de Kandahar hasta las calles de Kabul y los remotos ríos de Nuristán, el objetivo del fotógrafo de Magnum ha documentado la vida de sus habitantes.
Su impactante retrato de 1984, ‘Niña afgana’, ha ocupado portadas de revistas de todo el mundo. Digna y elegante a partes iguales, su presencia sigue fascinando.
McCurry a menudo se ha aventurado en territorio hostil.
Por lo general, asumiendo un enorme riesgo.
En su primer viaje a Afganistán, en 1979, se vistió con ropas afganas para cruzar ilegalmente la frontera con Pakistán.
El fotógrafo haría muchas veces ese viaje a una tierra traicionera e impredecible con la presencia consecutiva o simultánea de muyahidines, rusos o talibanes.
Muchos otros han seguido sus pasos, pero ninguno ha vuelto con un trabajo tan impecable.
Y es que, al igual que sucede en gran parte del trabajo de McCurry, la imagen tiene una calidad intemporal y pictórica totalmente ajena al telón de fondo de la tormentosa región en la que fue tomada. •
La Navidad nos invita a pasar mas tiempo con nuestros seres queridos, con nuestros amigos, con aquellos cuya distancia sufrimos durante gran parte del año y que gracias a estas fechas familiares tendremos la oportunidad de reencontrarnos, de poder abrazar todo aquello que estaba lejos y acercarlo de nuevo hasta nosotros.
¡Cuánto abrigan estos inolvidables abrazos!
Es cierto que la Navidad son fechas que inducen al sueño y también a la reflexión sobre todo lo andado y todo lo que nos queda por andar.
Fechas para echar de menos a los que ya no están sentados a la mesa, para sentir la falta de todos aquellos que fueron importantes, que nos hicieron reír, que nos amaron y con los que compartimos tiempos que ya no volverán, por eso es trascendental darnos cuenta, ser conscientes de que el tiempo que se deja escapar, el tiempo que dejamos de compartir con los que son valiosos para nosotros, nunca vuelve.
Pero, además, la Navidad es una fecha que invita a consumir, digamos que nos empuja a hacerlo en exceso y de esto quería hablaros, del despilfarro, del derroche, de la prodigalidad de unos días que impactan negativamente en la salud del planeta, que dejan aflorar las desigualdades alimentarias y que obvian el ODS (Objetivo de Desarrollo Sostenible) número 2 que no es otro que ponerle fin al hambre en el mundo.
Si queremos vivir unas Navidades mas justas y sostenibles, unas Navidades de Ley, aquí tenéis 5 ideas para poner en práctica: una “call to action”, una llamada a la acción para empezar 2024 con ilusión y esperanza, y siendo conscientes de que cada decisión que tomamos puede ayudar a cambiar el mundo y su rumbo:
1.- Planificar los menús navideños
Hacedlo con tiempo.
El despilfarro alimentario en nuestra sociedad es enorme y aumenta de manera ostensible en Navidad.
Comprad lo necesario y tened en cuenta el número de personas con las que vais a compartir comida o cena y no desechéis los alimentos no consumidos o los productos no utilizados.
Compartidlos con vuestros invitados o donadlos a comedores sociales.
2.- Regalar marcas responsables. Regalar B Corp
Comprad con conciencia y elegid marcas con valores que estén comprometidas con la sostenibilidad social y medioambiental, que sean respetuosas con el planeta y con sus trabajadores.
Las empresas B Corp https://www.bcorpspain.es son una magnífica alternativa donde comprar tus regalos navideños personales o profesionales.
3.- Reducir los envoltorios
El packaging de vuestros regalos genera una gran cantidad de residuos que no siempre son reciclables.
Rechazad las bolsas de plástico y de papel y apostad por materiales reciclables o que puedan tener una segunda vida. Evitad envolver todo aquello que viene ya en cajas.
4.- Reciclar
En Navidades la generación de residuos crece de forma exponencial por eso reciclar se convierte en una obligación.
Reciclad todo aquello que podáis y reducid los residuos.
5.- Controlar el consumo energético
El consumo energético se dispara en todos los hogares durante estas fechas festivas.
Utilizar luces navideñas de bajo consumo y encender solo aquellas luces que sean necesarias, serán dos decisiones fáciles, pero importantes.
Son cinco ideas sencillas, 5 puntas de una estrella que es símbolo de la unión entre conciencia y porvenir,
porque la Navidad es época para el disfrute, sí, pero no debe ser un periodo para el despilfarro.
Derrocha cariño, compromiso, conciencia, pero no malgastes tus valores para ponerlos al abrigo del consumo irresponsable, desperdiciando ilusiones y dilapidando sueños propios y ajenos.
La Navidad es encuentro, es horizonte, y puede ser también futuro si logramos no olvidarnos de que el mundo que hemos creado es un proceso de nuestros pensamientos y que solo conseguiremos transformarlo y mejorarlo si somos capaces de modificar lo que pensamos.
Cambiar nuestra manera de pensar es esencial para que nuestro entorno mejore con nosotros y una inmejorable forma de comenzar a andar en 2024, fortaleciendo, además, nuestro pensamiento por la paz y la justicia universales, porque no debemos olvidamos de todos aquellos que están sufriendo la sinrazón de la guerra, la sinrazón del hambre, la sinrazón de la injusticia, la sinrazón de ver vulnerados sus derechos una y otra vez, y parafraseando al ex fiscal general de los Estados Unidos Ramsey Clark,
“un derecho no es algo que alguien te da; es algo que nadie te puede quitar”.
Feliz Navidad.
“No hagas esto porque me haces enfadar”, me repetía mi madre como un mantra cada vez que entraba en mi habitación y encontraba un calcetín en el suelo o cualquier otra cosa fuera de lugar, la cual, según ella, debía siempre estar bien resguardado.
No muy diferente en su esencia parece haber sido Laura Branigan, quien, al comienzo del atardecer, confesaba en las letras de la canción “Self Control” perder completamente el control de sí misma, como si fuera una vampira. Parece ser que el atardecer la afectaba tanto que deseaba que el sol nunca volviera.
El confinamiento por la Covid-19 ha sido aleccionador. Y ahora es imperativo no olvidar.
Y darnos cuenta de que ha llegado el momento de participar, de escuchar y conciliar, de actuar, de construir un futuro distinto, de sobreponernos al inmenso poder mediático.
Considerándolo como una terrible ‘arma de distracción masiva’, según la afortunada expresión de Soledad Gallego.
Por fin, la voz de los pueblos.
Ya todos somos iguales en dignidad, sea cual sea el género, la ideología, la creencia, la etnia.
Por fin, la voz de los pueblos tiene en sus manos las riendas de la gobernanza mundial, cautivas hoy en las de unos grupos plutocráticos (G-6,G-7,G-8,G-20), dependientes a su vez de los inmensos consorcios que, a escala global, nos dominan y condicionan.
Los mismos gigantes tecnológicos que nos han permitido expresarnos libremente nos impiden ahora poder hacerlo para reconducir las
sombrías tendencias presentes.
Tendremos que vivir muy despiertos y diligentes para que los tiempos de la ‘nueva normalidad’ no sean la ‘normalidad’ de antes.
Debemos leer y releer, oír y oír de nuevo, los preciosos versos de Mario Benedetti en Cuando la tormenta pase:
‘Y entonces recordaremos todo aquello que perdimos / y de una vez aprenderemos / todo lo que no aprendimos’.
Por primera vez en la historia, las amenazas son globales y algunas potencialmente irreversibles.
Conozco muy bien lo que significa la más terrible expresión:
‘Ya no tiene remedio’ porque en 1967 inicié los análisis en neonatos para el diagnóstico de enfermedades metabólicas que, si no se tratan a tiempo, afectan de tal modo el funcionamiento neuronal, que se produce una grave discapacidad sin retorno.
Es en salud y en los procesos irreversibles, en los que deben invertirse buena parte de los desorbitados fondos que hoy se dedican a la defensa territorial.
Mientras los habitantes de estos territorios tan bien protegidos carecen de alimentos, de agua potable, de servicios de salud de calidad, de medios educativos…
No me canso de repetir que es intolerable que cada día mueran de hambre miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad, al tiempo que se destinan más de 4000 millones de dólares a armas y gastos militares.
Es moralmente exigible un nuevo concepto de seguridad que permita pasar de la razón de la fuerza a la fuerza de la razón.
Y es que la paz es el reflejo del comportamiento cotidiano, de una educación que permita a todos aprender a ser:
‘Libres y responsables’ como establece el Articulo I de la Constitución de la Unesco.
Poder ejercer plenamente las facultades distintivas de la especie humana: pensar, imaginar, anticiparse, innovar,
¡crear!.
Cada persona capaz de expresar sus propias opiniones y no actuar al dictado de nadie, ni seguir directrices dogmáticas, fanáticas, supremacistas…
Se trata de cambiar uno mismo para entrar en la nueva era.
La que ya podrá ponerse en práctica la gran fórmula, entonces prematura, de Franklin Delano Roosevelt al final de la Segunda Guerra Mundial, plasmada en el inicio de la Carta de las Naciones Unidas:
‘Nosotros, los pueblos,… hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra’… (sic) •
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FEDERICO MAYOR ZARAGOZA, presidente de la Fundación Cultura de Paz, exdirector general de la UNESCO.
Londres puede ser muy competitivo, absurdamente caro, a veces cruel, y, en muchas ocasiones, solitario
Fernando López del Prado García. Londres
Recalar en una ciudad como Londres brinda la gran oportunidad de respirar y sentir en una de las urbes más interesantes de nuestro tiempo.
Un lugar donde comparten espacio, que no necesariamente interactuación, cientos de idiomas,
tradiciones, credos, olores y colores de piel.
Un referente mundial en cuanto a la creación de tendencias artísticas y de pensamiento.
Una parada obligatoria para una profusión de operaciones financieras y de negocios de todo tipo.
Es una ciudad con vocación de capital internacional y se nota, ya sea desde una de las cabinas del London Eye, desde el piso 74 del recién estrenado The Shard – que se ha convertido en un nuevo hito
arquitectónico para la ciudad – o atravesando el Millennium Bridge con la Catedral de San Pablo
de frente y la Tate Modern a la espalda.
La ciudad se sabe una de las mejores, una de las más atractivas, de las más codiciadas, pero no estoy
muy seguro de que logre disfrutarlo. Londres vive en constante comparación con otros centros mundiales, consagrados o emergentes.
Vive con la eterna angustia de haber sido capital de un imperio, de haberse sabido el centro de todas las miradas y ahora de tener la necesidad imperiosa de destacar en todo lo que hace ante el temor de perder el cetro para siempre.
Londres no es como Hollywood, donde todos los sueños se hacen realidad, pero sí es cierto que es una ciudad muy dinámica y ofrece oportunidades que otros lugares del mundo, hoy por hoy, no están en disposición de ofrecer.
Pero que confluyan tantos y tan decisivos factores en una sola ciudad también la convierten en un lugar muy competitivo, absurdamente caro, a veces cruel y, en muchas ocasiones, solitario.
Medio escondidas en toda esta maraña de relaciones complejas y altamente competitivas, Londres también pone a nuestra disposición grandes lecciones vitales.
Todas las luces y destellos, tantos edificios deslumbrantes, todo el refinamiento de sus eventos internacionales pueden paradójicamente suponer una oportunidad inmejorable para reconectar
con nuestra parte más honesta, con nuestra más profunda esencia.
Es una gran ocasión para descubrir lo que uno cree necesitar y lo que realmente necesita.
La presencia de la moda por la calle pudiera llevar a querer participar de ese estilo.
Entrever desde la acera los salones de restaurantes de fama mundial podría llevar a preguntarse cómo se sentiría uno ante tal despliegue de agasajos culinarios.
Conseguir la mejor butaca para una de las magníficas producciones de la Royal Opera House sin duda sería una experiencia a recordar.
Pero tanto brillo, tanto glamour, tanta tentación tan cerca y solo al alcance de unos pocos puede producir mucho sufrimiento y una sensación de fracaso completamente artificial.
No creo que sea falta de ambición ni conformismo.
No es la irremediable aceptación de nuestro sino vulgar en la tierra.
Es una gran oportunidad para ser sincero, para recuperar parte de la humanidad perdida en el asfalto, para llevar una vida más feliz y serena y admitir que las personas somos mucho más sencillas de lo que estamos dispuestos demostrar. •