Todo comienza en 2017 con un viaje a Kenia.
La ONG española Ayúdame 3D nace de la necesidad
de 83 millones de personas que no pueden permitirse una trésdesis –brazo impreso en 3D- que mejoraría exponencialmente su vida. Por ARANTZA DE CASTRO Fotografía AYÚDAME 3D
El Valle del Rift, en el país africano, fue testigo del nacimiento de uno de los proyectos más especiales que existen actualmente en nuestro país. Guillermo Mtz Vivas-Gaunas, Fundador de Ayúdame 3D, entregó cinco brazos mecánicos a personas amputadas habitantes del lugar. Fue ahí cuando decidió llevar esta idea a cualquier parte del mundo.
Son ya cuatro años de vida en los que se han entregado 150 brazos anualmente, gracias a las donaciones que reciben y voluntarios con impresoras 3D (‘HELPERS3D’). Guillermo recibió el pasado año el ‘Premio Optimista Comprometido’ con el Pensamiento Sostenible, unos galardones organizados por Anoche Tuve Un Sueño. Ese mismo día, dejó su empleo de Director de Desarrollo de Producto en una juguetera, el trabajo de sus sueños.
¿Por qué decidiste dejar el trabajo? Al principio era una causa personal, un hobby. Un día este proyecto empezó a crecer y empezamos a tener muchísimos más pedidos. Además, iba a colegios a dar charlas y hacer proyectos con chavales. Llegó un momento en que no daba abasto y tuve que decidir qué hacer: si seguir con Ayúdame 3D al 100% o dejar un proyecto con un gran impacto social. Decidí tomarme mi tiempo, volcarme en el proyecto que había nacido un poco de la casualidad y ver hasta dónde iba a esto. Hasta hoy.
Todo empezó en Kenia. Hace cuatro años fui al orfanato Bamba, simplemente a un voluntariado internacional, algo totalmente diferente a lo que es Ayúdame 3D. Antes del viaje estaba en mi casa, con mi impresora 3D cacharreando, y digo: ‘A lo mejor allí en Kenia puedo ayudar con esto’. Veo por internet que hay proyectos de manos pequeñas para niños y otro tipo de ideas para gente que no tiene brazo. Así que pensé en hacer algo nuevo para poder ayudar. Después de pedir al orfanato que buscaran a personas que lo necesitan, me mandaron fotografías donde veo que, efectivamente, hay personas que no tienen ni codo, solo una parte del hombro. Ahí es cuando decidido imprimir un brazo, lo llevo a Kenia y veo que funciona súper bien. Allí es cuando me doy cuenta de lo que estoy haciendo y de que no puedo parar ahí.
Me imagino que las redes sociales ayudaron a impulsar el proyecto. Efectivamente. Al volver de Kenia abrimos la web y lanzamos las redes sociales cuyo crecimiento ha sido totalmente orgánico. Ha sido simplemente crecer por difundir el proyecto, por las noticias, los premios y, poco a poco, porque a la gente le ha gustado. Y yo, súper contento.
Tú eres la cabeza visible pero, ¿quién hay detrás del proyecto a parte de ti? Lo más importante, y por lo que seguimos ayudando y aportando este valor social, es que somos una plataforma de voluntariado con más de 70 personas en España que contamos con una impresora 3D en nuestra casa y somos los que recibimos las solicitudes y fabricamos los brazos personalizados para cada persona que nos lo pide. Ahora mismo llegamos a 50 países, una pasada.
Por otro lado, tenemos un equipo gestor -en el que me incluyo- donde tenemos, además, personas que se encargan de la comunicación; también personas que se encargan de la búsqueda de financiación y premios. A esto se le suma que colaboramos con colegios creando un programa educativo –avalado ya por el Ayuntamiento de Madrid- llamado ‘Helping’ y donde fomentamos los valores sociales de las nuevas tecnologías en colegios. Esto se compone de una impresora 3D, material de trabajo, libros educativos para todos los alumnos y formación para el profesor. Con ello intentamos que hagan diseño e impresión 3D pero siempre con un carácter social. Todo lo que hacen va enfocado a que hagan proyectos de este tipo. Por ejemplo, crear una caja que cubra la bolsa de quimio- terapia para niños y niñas. También creamos con ellos pantallas faciales para cubrir la cara de sanitarios y sanitarias, además de familiares, vecinos y cualquier persona del cole que lo necesite.
Esto quiere decir que es un proyecto que va más allá de la fabricación de trésdesis. Claro. Nos hemos dado cuenta de que, después de empezar entregando brazos, donde estamos llegando ahora es a fomentar estos valores sociales a través de las nuevas tecnologías a colectivos como los colegios para que, así, gracias a esos beneficios que conseguimos, podamos seguir ayudando a personas de todo el mundo.
Al final es una forma de financiaros, supongo que habrá otras, ¿no? Eso es. Lo que sí que está claro es que todas las formas de financiación que tenemos siempre tiene un impacto social. Todo lo que hacemos para financiar Ayúdame 3D siempre queremos que sea fomentando esos valores sociales de las nuevas tecnologías.
Supongo que después de estos cuatro años habrás conocido un sinfín de historias, ¿cuál es la que más te ha impactado? Realmente te impactan los que llegas a conocer. De 150 personas al año podría contarte muchísimas porque muchos de ellos los conoces y te cuentan su historia personal. Destacaría la historia de Marian, una mujer de Zaragoza que por causas ajenas a ella perdió sus dos brazos y sus dos piernas. Las ayudas no le han llegado y, lógicamente, es totalmente dependiente de su marido. Toda una tragedia. Fui hace un año allí a su ciudad y le entregué dos brazos y ella estaba muy contenta. Para mí lo importante es poder ayudar y poder ver que, con ello, puede mejorar su día a día, ser más independiente y ayudar a su familia.
En definitiva, mejorar su calidad de vida. Su vida. Claro, al final con estos brazos lo que intentamos no es solo que la persona pueda agarrar objetos sino que mejore su empleabilidad, su escolarización en caso de niños y niñas, reduzca su desigualdad y la discriminación en muchos países. Todo eso es lo que queremos generar con estos dispositivos. La verdad es que la historia de Marian es una barbaridad, es una persona híper luchadora que, además, no para de publicar su día a día en redes sociales para que otros la conozcan. Es un caso que trato con más cariño por haberla conocido en persona y por el caso tan particular que es.
¿Podríamos decir que has encontrado tu propósito de vida? Sí, podríamos decirlo (ríe). No sé hasta qué punto podría desarrollarlo como un sí rotundo pero sé que es algo que quiero hacer ahora. Es lo que intento siempre transmitir en charlas o en acciones que hago. Yo me he dado cuenta de que se podía ayudar con lo que me gustaba a los 22 años porque tenía una impresora con la que hacía juguetes y, de repente, un día hice un brazo que ayudó a una persona. Me di cuenta por casualidad y tuve esa sensación de necesitar ayudar. Es una vocación sobre todo por el hecho de que tengo como la responsabilidad, o más bien la posibilidad, de tener esta tecnología que puedo usar para el bien y ayudar a la sociedad. Quiero dejar claro que cualquier persona puede ayudar a los demás con su hobby, cualquier entretenimiento, acción que te guste o afición. A lo mejor puedes volcarla en una ayuda social y no hace falta que te vayas a Kenia.
¿Cómo está siendo este año –marcado por la pandemia- para Ayúdame 3D? Pues está siendo muy raro. Empezó el año muy bien porque tuve la suerte de viajar a Kenia para crear un aula tecnológica allí y, en vez de llevar brazos, esta vez llevé dos impresoras 3D para formar a estudiantes universitarios y no universitarios de allí para que ellos aprendiesen a diseñar e imprimir en 3D para que nos ayudasen a ser autosuficientes en otros países. Es algo que funcionó súper bien y, a día de hoy, ellos siguen imprimiendo brazos para quien lo necesita sin ningún tipo de ayuda desde aquí. Fue muy gratificante y estamos deseando replicarlo en otros sitios.
Justo a la vuelta ocurrió todo esto y decidimos volcarnos con la ayuda nacional. Estuvimos estudiando cómo hacerlo y vimos que, a través de la plataforma de voluntariado, podíamos fabricar máscaras faciales. Hicimos un llamamiento por redes y no pararon de escribirnos centros sanitarios, pequeños mercados, farmacias, residencias y un montón de centros (400) que necesitaban este tipo de ayuda. No hay que olvidar que había desabastecimiento, no es que fuesen elementos caros sino que no había. Tras un mes de trabajo entregamos 12.000 pantallas. Es, sin duda, el momento en el que más he trabajado en mi vida y todos los voluntarios se involucraron impresionantemente. Fue súper emocionante.
Y, para terminar, ¿con qué sueña Guillermo? (Ríe) Bueno, sueño con Spiderman, juguetes y un montón de cosas. Como idea de futuro, sueño con crecer y hacer crecer a la ONG para que sea un proyecto que abarque no solo las ayudas como organización sin también que esté en colegios fomentando estos valores. También en empresas, creando programas de teambuilding que estamos desarrollando y, con ello, financiar el proyec- to y llegar a más países para llegar a más de También que en vez de hacer 150 brazos hagamos 1 000 al año. Ojalá. •