Durante la universidad, para poder comprarme todo lo que, según mis padres, era totalmente innecesario, empecé a trabajar los fines de semana en la guardarropía de una conocida discoteca de Brescia, mi ciudad natal.
Todavía recuerdo lo obsesivos que éramos los chicos hablando de coches y motores.
Con 19 años y un carnet de conducir recién estrenado, teníamos ganas de comernos el mundo sobre ruedas.
Cada semana esperaba que mi padre volviera a casa con sus revistas de coches preferidas para poder descubrir las últimas novedades y soñar con poder comprarme, aunque fuese de segunda mano, uno de estos inalcanzables bólidos a motor.
Podía pasar horas mirando los detalles del diseño, estudiando sus prestaciones y leyendo la reseña del periodista que había tenido la suerte de conducirlos.
Disfrutaba las horas imaginándome conduciéndolos a toda velocidad por carreteras desiertas, absorto por el paisaje y por el rugido del motor que envolvía el habitáculo a través de las ventanillas abiertas.
Todavía recuerdo la noche en la cual uno de mis compañeros de trabajo de la discoteca nos dijo que había encontrado un Mercedes 500 de segunda mano por menos de 3000 euros, 6 millones de las antiguas liras, y que lo iba a comprar.
Todos nos quedamos boquiabiertos empezando a imaginar todas las aventuras y viajes que íbamos a hacer juntos.
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HABLANDO DE SOSTENIBILIDAD
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Han pasado más de 30 años y aunque hoy en día las cosas que me hacen vibrar son otras, el mecanismo interior que me motiva y me conecta con mis metas responde al mismo mecanismo que revela la demanda, que llamamos Pregunta Cuántica:
¿Qué es lo que me imagino, lo que quiero y lo que necesito sentir cuando pienso en haber conseguido mi objetivo?.
¿Por qué la mayoría de los mayores de 40 seguimos recordando, después de tanto tiempo, el anuncio “¿Te gusta conducir?” que BMW lanzó en el año 2001, locutado por la inolvidable voz de Luis Posada?.
El secreto son las emociones.
Son ellas las que me mantienen conectado en el tiempo y de forma indisoluble con mis recuerdos, deseos, y también con mis traumas del pasado.
Por esta razón, la Pregunta Cuántica es extremadamente liberadora.
Gracias a ella puedo destapar en mi interior cuál es la emoción implícita que sostiene y motiva mi comportamiento, siendo una estrategia extremadamente eficaz para evaluar si no están a mi alcance otras opciones que puedan satisfacer lo que anhelo de una forma mucho más consistente.
Aplicando el Sustainable Thinking, aprendo a pensar de una forma más eficiente y consciente para evitar esforzarme en direcciones cuyo poco valor añadido no merece ni mi tiempo ni mi esfuerzo.
Cuando logro pensar de una forma más sostenible, aumento mi autoconsciencia para darme cuenta de qué es lo que realmente me motiva, de cuáles son las carencias que estoy buscando suplir sin caer en la trampa de volver a confundir desear un coche con la necesidad de sentirme libre, aceptado y admirado por los demás.
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