Shirin Ebadi, activista por los derechos humanos, conferenciante internacional, abogada y escritora, comparte reflexiones y confesiones con Anoche Tuve un Sueño desde el corazón de uno de los centros financieros de Londres.
Su valiente defensa de los derechos de la mujer y la infancia le han valido galardones tan importantes como el Premio Nobel de la Paz y amenazas a ella y a su familia por parte del gobierno de su país, la República Islámica de Irán.
‘Defenderé los derechos humanos mientras viva’
Debemos estar convencidos de la justicia de las cosas que defendemos.
Del camino que hemos elegido.
Cuanto más firme sea nuestra convicción, más valiente se vuelve cada persona en la defensa de lo que cree.
Así la valentía viene casi de manera natural. El miedo se apodera de nosotras cuando no estamos convencidas de lo que debemos hacer.
La persona que acepta gustosa la segunda fila es aquella que tiene dudas sobre el lugar que debe ocupar. Si una persona tiene fe, es capaz de llevar a cabo su misión a cualquier precio.
Amo profundamente a mi familia, pero también la defensa de los derechos humanos.
Teniendo en cuenta que la muerte es un hecho que tenemos todos garantizados, ¿por qué debería preocuparme? Las detenciones y amenazas de las que hemos sido objeto mi familia y yo no lograrán que deje de trabajar. Defenderé los derechos humanos mientras viva.
Así comienza la entrevista.
En el año 2003, la doctora Shirin Ebadi se convierte por derecho propio en la primera persona musulmana y de nacionalidad iraní que recibe el Premio Nobel de la Paz.
Una de las principales razones que esgrimió el Comité que otorgó dicho premio, fue su incansable esfuerzo en la defensa de los valores democráticos y de los derechos humanos y en especial los derechos de la mujer y de la infancia.
Ser una mujer académicamente brillante y contar con una larga y reputada carrera como abogada y escritora fueron factores que desde luego se tuvieron en cuenta, pero fueron su especial arrojo y determinación los que le hicieron merecedora de tan importante distinción internacional.
Por similares motivos ha recibido otros tantos reconocimientos de prestigio y ha sido nombrada Doctora Honoris Causa por numerosas universidades de diferentes partes del mundo.
Hace cerca de cuatro años, Julia Higueras, nuestra directora, ya tuvo la gran oportunidad de entrevistar a Shirin Ebadi en París para el primer número de Anoche Tuve un Sueño.
La frenética agenda internacional de la señora Ebadi permite que volvamos a coincidir.
Esta vez en Londres. En un destacado edificio de Canary Wharf, uno de los centros financieros más importantes del mundo, la señora Ebadi accede a compartir su opinión con nosotros por “unos veinte minutos” que se convierten amablemente en 40, para emoción y profundo agradecimiento por nuestra parte.
El día anterior había concedido una entrevista a la BBC. Hoy nos toca a nosotros.
Shirin Ebadi nace en 1947 en Hamadan, una localidad al noroeste de Irán, en el seno de una familia de académicos y musulmanes practicantes.
En el año 1965 ingresa en la Facultad de Derecho y en 1969 comenzó su trabajo como jueza, convirtiéndose en la primera mujer de su país en conseguirlo.
Unos años más tarde logró doctorarse con honores en derecho privado. En el año 79, la Revolución de los Ayatolás, en nombre del Islam, dicta la incompatibilidad de ser mujer y administrar justicia, por lo que se le releva de sus funciones. Inmediatamente después pasa a desarrollar tareas administrativas en la misma sala de justicia que ella presidió años atrás.
¿Dónde hay que leer en el Corán para encontrar esa prohibición?
En ningún lugar. Es una interpretación completamente equivocada del Islam. Tendenciosa.
Pero además de esta ley, se aprobaron otras tantas leyes discriminatorias hacia la mujer.
Se estableció que la vida de una mujer correspondía a la mitad del valor que se otorgaba a la vida de un hombre.
Si un día andando con mi hermano por Teherán tuviéramos un accidente, la compensación que recibiría él del seguro médico sería el doble de la que me correspondería a mí sufriendo las mismas lesiones.
En esta misma línea, el testimonio de un hombre pasó a equivaler el testimonio de dos mujeres.
Una mujer debía ir acompañada de su marido o contar con el permiso de su padre para recoger su pasaporte u otro documento oficial. Por solo nombrar alguna de estas medidas.
¿Cuál es la principal razón que esgrime el gobierno iraní para no respetar los derechos humanos siendo valores internacionalmente reconocidos?
Es un gobierno eminentemente antidemocrático. Bastaría con que hubiese libertad de expresión en Irán.
Muchas de las situaciones que están ocurriendo, muchos de los robos, fraudes y abusos de poder que se han registrado en la vida política del país saldrían a la luz.
Si hubiera libertad de asociación, si hubiera libertad para el ejercicio regular de los sindicatos, el Gobierno por fin vería que una gran parte de la ciudadanía no está de acuerdo con su manera de hacer política y se levantaría contra ellos.
El pasado 14 de junio de 2013, se celebraron elecciones en Irán que dieron como ganador, en primera ronda, al candidato moderado Hassan Rouhani con un 50,88% de los votos. Desde diferentes ámbitos se advirtió que aunque con posturas más moderadas que el anterior gobierno, no se debían albergar grandes esperanzas de cambio a corto plazo.
¿Hay una manera efectiva de desafiar el orden actual establecido en su país?
Me temo que a día de hoy está muy arraigado, pero eso no quiere decir que no se les pueda atacar.
Solo será cuestión de tiempo. Al final la voluntad de la gente, del pueblo, termina por ganar, por establecer su justicia.
Acaba siendo victoriosa. En unos casos hay que esperar 42 años como en Libia para que se fuera Gaddafi de la escena política.
En otras ocasiones no hay que esperar tanto. Creo que es cuestión de tiempo.
¿Qué papel debería tener la mujer en una hipotética nueva situación democrática en Irán?
Todo dependería del giro democrático que se diera.
Valores democráticos y derechos de la mujer son los lados de una misma moneda, van necesariamente unidos.
Las mujeres son la mitad de los componentes de cualquier país, así que deberían jugar un papel muy relevante.
Las mujeres son las que mayoritariamente educan a las futuras generaciones, solo por eso los gobiernos no deberían subestimar el papel tan fundamental que juega la mujer.
En Irán se debería empezar por cambiar las leyes discriminatorias hacia la mujer. Después de la revolución de 1979 se promulgaron muchas leyes que iban claramente en contra del desarrollo de la mujer y que oprimían su vida.
Para que una mujer sea capaz de liderar su vida en libertad e igualdad debe tener confianza en sí misma.
Y uno de los presupuestos fundamentales para ello es conseguir la independencia económica.
Siendo más independiente, podrá decidir si desea formarse académicamente para poder desarrollar todo su potencial intelectual, si desea conseguir un trabajo u otro o cuidar de sus hijos.
En la actualidad muchas mujeres se ven obligadas a contar el permiso de sus maridos para comprar cualquier cosa, por muy pequeña que sea, para tomar decisiones que afectan directamente a su vida. Hasta que las mujeres no se vean libres de esta situación de dependencia, no podrán ser nada por sí mismas.
Siempre quedarán a expensas de la voluntad de otro, nunca le será reconocida su valía.
En Irán, usted ha sido la primera mujer en conseguir algo en numerosas ocasiones, ¿qué tiene de excepcional su caso?
A decir verdad no me encuentro muy cómoda siendo tomada como ejemplo a seguir para otras mujeres.
Tengo que confesar que no me gusta especialmente. Nunca me ha gustado seguir los pasos de otros.
Cada persona debe ser capaz de descubrir su propio camino. Tomar la decisión de qué querer hacer, de encontrar algo nuevo. Eso se convertirá en su aportación particular, en su contribución personal al mundo.
A lo largo de mi carrera he tenido la oportunidad de escribir numerosos libros y siempre he intentado que fueran acerca de temas sobre los que no había mucho escrito.
El libro que escribí sobre los derechos de la infancia en Irán fue el primero que se publicó en el país al respecto. Lo escribí en 1987, dos años antes de la adopción de la Convención Internacional para los Derechos del Niño – en el año 93 el libro fue traducido y publicado por UNICEF-.
Otro de los aspectos que he querido abarcar en mis libros ha sido la compatibilidad de los valores democráticos y el Islam. Es un tema del que no se habla mucho, en realidad.
A pesar de no ser algo nuevo, creo que ha sido importante ofrecer una mirada alternativa.
Posiblemente el hecho de haber querido diferenciarme del resto ha propiciado que mi carrera se haya convertido en una excepción en Irán.
Recogió el Premio Nobel de la Paz sin cubrirse el pelo y se convirtió inmediatamente en polémica. ¿Por qué una mujer debe cubrirse el pelo?
Yo creo que el cubrirse el pelo es una opción que la mujer musulmana debe ejercer en plena libertad.
En el ejercicio de esa libertad radica su importancia. Si se quiere cubrir, que lo haga, pero por convencimiento propio, no impuesto.
Por supuesto ambas opciones deben ser protegidas. Eso sí, ni los hombres ni otras instancias deben decidir sobre el cuerpo de la mujer o su apariencia.
Que una mujer se cubra el pelo debería ser un gesto tan cotidiano como la elección de llevar o no corbata para un hombre.
Pero las leyes en Irán obligan a las mujeres a cubrirse.
Sí, a las mujeres musulmanas y a las que no lo son. Y es de eso de lo que estoy en contra.
Por eso cuando salía de Irán me quitaba el velo, básicamente porque las leyes de Irán fuera de Irán no tienen vigencia. Me quité el velo porque quería demostrar al mundo que la mujer debe ser libre para hacer lo que mejor considere.
A pesar de los grandes avances que se han conseguido respecto a la situación de la mujer, los valores de la cultura patriarcal siguen muy vigentes.
En su opinión, ¿cuáles son las características que le han hecho tan sólido, tan eficaz?Tanto en Irán como en el resto del mundo, el patriarcado ha mostrado ser un sistema de dominación que ha traspasado fronteras.
La cultura patriarcal utiliza cualquier cosa para justificarse y la religión no ha sido una excepción. En todas las religiones la que peca es la mujer.
Es Eva la pecadora.
Por el pecado que ella cometió nos condenaron a todos a estar fuera del paraíso, ¿quién es el responsable de esa interpretación?
Es una interpretación masculina. ¿Dónde está el paraíso? ¿Qué quiere decir pecar? ¿Acaso Dios no es justo? ¿Acaso es justo decir que por el pecado cometido por una mujer ahora toda la Humanidad tiene que pagar por ello?
Por eso los libros sagrados tienen que volver a interpretarse.
La cultura patriarcal utiliza y abusa de la religión.
Para poder terminar con este tipo de interpretaciones uno de los factores más decisivos será el nivel de conocimiento que logremos atesorar. Doy mucha importancia a concienciar a las mujeres y a los hombres, claro. Esta concienciación debe darse en todos los ámbitos, especialmente en el ámbito religioso.
Además, yo no creo que sea un sistema tan eficaz. De hecho, yo creo que ya está desapareciendo.
¿Usted cree?
Sí, sí, está muy débil. Compárelo con el siglo XIX. No va a desaparecer de manera inmediata, pero si lo comparamos con tiempos pasados, no se puede negar su progresivo debilitamiento.
Tendremos que ver cuán débil está. La raíz de la cultura patriarcal hay que encontrarla en siglos anteriores, cuando el hombre era el cabeza de familia y traía el sustento al hogar.
Él detentaba el poder económico, la mujer se quedaba en casa y el hombre se responsabilizaba de la vida de la mujer. Esto está cambiando.
A muchas mujeres con éxito profesional no les gusta demasiado la palabra feminismo. ¿Cree que hay cierto machismo en la denostación de la palabra feminismo?
Todo dependerá de la definición y el sentido que otorguemos a esta palabra.
Siempre y cuando se tome como una corriente de pensamiento que defiende la igualdad entre hombres y mujeres, no habrá nada que objetar.
El feminismo reivindica la igualdad de derechos entre el hombre y la mujer.
De hecho, todos deberíamos ser feministas.
No obstante, no debemos olvidar que hay mujeres que a pesar de ser víctimas de esa cultura patriarcal están trasladando esos mismos valores de generación en generación y están educando en la desigualdad.
¿Hay que echar siempre la culpa a las mujeres?
Tiene razón y no la tiene. La madre tiene un papel de fundamental importancia en la educación de los hijos.
Eso no quiere decir que se pueda eludir la responsabilidad del padre. Las mujeres han adoptado la doble función de ser madres y trabajadoras.
Para poder llegar a cabo estas dos tareas en las mejores condiciones posibles necesitan el apoyo y la ayuda económica del gobierno.
Los hombres tienen más tiempo libre para dedicarse, por ejemplo, a labores políticas. De ahí que no haya tantas mujeres parlamentarias o Jefas de Estado.
Si se pusiera en marcha de manera más concienzuda el sistema de cuotas en los parlamentos mundiales se podría equilibrar la proporción actual.
Del mismo modo los gobiernos locales deberían poner a disposición de las mujeres una red de guarderías de calidad y asequible a todos los bolsillos.
Al igual que las empresas, estas también deberían facilitar este tipo de servicios a sus empleadas.
Todavía es necesario tomar medidas de discriminación positiva para apoyar la doble función de la mujer.
¿Educación e independencia económica son los elementos fundamentales para que una mujer pueda desarrollarse en igualdad de oportunidades?
Sí
¿Y qué tipo de hombre necesitamos para que esto se convierta en realidad?
Evidentemente los hombres también han de ser educados en la igualdad.
Necesitamos a hombres que crean y defiendan los derechos de la mujer, que rijan su vida por valores democráticos.
Hombres que sepan llorar cuando se hacen daño o estén tristes sin miedo a ser tachados de femeninos o débiles. Necesitamos a hombres que empaticen más.
¿Hay que educarles para ser más humanos y menos hombres?
Sí, efectivamente.
Con un gesto amable me hace entender que la entrevista ha terminado, pero nos regala unas últimas palabras.
Tenemos que pensar de manera global. Debemos desarrollar un sentido universal de compasión y empatía hacia la situación de otras personas por muy lejos que estén o diferentes que sean. Especialmente hacia aquellas personas que se encuentran en situaciones donde no se respetan sus derechos humanos.
Todos los días tenemos la oportunidad de iniciar ese cambio. El cambio social debe empezar en cada uno de nosotros. En nuestro comportamiento como individuos, en el seno de nuestras familias, en nuestro país. Una nueva vida comienza todos los días.
Así concluye sus confesiones durante estos 40 minutos inolvidables.
Abandono el edificio con la sensación de haber compartido unos momentos muy especiales con una mujer tremendamente singular.
Cubierto por los rascacielos de Canary Wharf decido imaginar que todas las personas con las que me cruzo tienen la misma determinación que la señora Ebadi y que antes de lo que ninguno imaginamos, daremos el gran paso para desafiar el orden actual de las cosas.
Si ella está convencida de que nuestras vidas pueden ser tan buenas como nosotros decidamos, no seré yo quien contradiga los sueños de tan ilustre ser humano.