Matteo tenía 18 años recién cumplidos. Era el verano de 1985, y con sus compañeros del bachillerato estaba celebrando haber terminado el Liceo Scientifico.
Entre chanclas, mochilas Invicta, hormonas y maletas Samsonite, escuchaban en el radiocasete del coche “When Doves Cry” de Prince & The Revolution, de ruta hacia un merecido verano de descanso y diversión digno de la novela “Call Me By Your Name”; de André Aciman.
Y mientras la dimensión del bikini de las chicas se reducía en la conversación, todos intentaban olvidar que iban a tener que volver antes de lo deseado para prepararse al temido examen de selectividad extraordinario de septiembre.
Eran los años 80, y todos sabían que finalmente acabarían siendo médicos, economistas o abogados.
Aunque Matteo, en realidad, ya no tenía dudas porque incluso antes de empezar el bachillerato en ciencias sentía que lo suyo eran las letras y que abogado era lo que quería ser.
Un mes y medio pasa más rápido de lo previsto, sobre todo cuando estás rodeado de amigos.
De vuelta a casa, la mayoría, por unanimidad, apostó por prepararse para intentar entrar en la Bocconi, la universidad italiana de economía por antonomasia.
Eran los años de la consolidación del neoliberalismo, y si hoy en día el dinero es importante, entonces lo era todo.
Matteo logró resistirse solo unas semanas, creyendo en su proyecto de abogacía.
Todos hablaban de las inversiones bursátiles, del futuro de las nuevas tecnologías, del crecimiento económico de Japón.
La economía era el futuro y lo garantizaba todo: felicidad, salud y justicia incluida.
Matteo volvió a rendirse a la corriente.
Porque a menudo, a él como a todos, nos cuesta menos esfuerzo traicionarnos a nosotros mismos y apostar por un criterio ajeno,.
Como cuando elegimos el producto más vendido aunque realmente no lo necesitemos, o acabamos decepcionados después de ir a ver al cine la película más taquillera del verano.
Como dijo el famoso escritor Mark Twain, autor de la secuela “Las Aventuras de Huckleberry Finn”:
“Cada vez que te encuentres del lado de la mayoría, es tiempo de hacer una pausa y reflexionar.”
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LA PREGUNTA CUÁNTICA
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Matteo no pudo disfrutar de su carrera universitaria.
Por mucho que los problemas que iba teniendo que enfrentar, examen tras examen, hubiesen sido suficientes para decidir dar marcha atrás, el sesgo del costo hundido le llevaba a continuar por el mismo camino equivocado, preocupado más por el tiempo y el esfuerzo que había ya malgastado hasta entonces que por los beneficios que podría acarrear una decisión firme de dejarlo todo y cambiar de dirección.
Y así pasaron 8 años, y aceptar el error se hacía, mes tras mes, más difícil porque le parecía imposible recuperar los recursos gastados en una trayectoria profesional y vital que nunca le atrajo.
En la vida podemos aprender por imitación o por evitación.
Ambas estrategias son igual de válidas y eficientes.
Matteo ejemplifica por negación dos estrategias del Sustainable Thinking:
- Los efectos negativos de la falacia Ad Populum, que nos hace confiar en lo que hace la mayoría.
- Los peligros del sesgo del costo hundido, que nos inclina a continuar invirtiendo en un proyecto fallido porque nos concentramos más en lo mucho que hemos ya gastado en él, en lugar de aceptar lo ocurrido y cambiar de ruta.
Aunque a menudo la incapacidad de aguantar parece una debilidad.
No hay estrategia mental que en algún contexto no acabe siendo funcional y a veces decir basta, lejos de ser un límite, es una declaración de coraje, fortaleza y consistencia interior, con independencia de lo que puedan o no puedan opinar los los demás.
Aunque, a priori, ninguna elección nos garantiza la felicidad, si Matteo hubiese sabido ser más coherente con lo que sentía, hubiese podido descartar lo que no le pertenecía y no dejarse hipnotizar por lo que aparentemente tenía mucho valor solo para su entorno.
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