Wildfire Photographer of the Year aprovecha el poder de la fotografía para promover el descubrimiento, la comprensión y el disfrute responsable del mundo natural.
El concurso, que es propiedad del Museo de Historia Natural de Reino Unido y de la BBC Worldwide, premia cada año las mejores fotos relacionadas con la naturaleza con la intención de mostrar la belleza de estos grandes y pequeños seres que dan riqueza a nuestro planeta.
Por MIGUEL ÁNGEL VALLADARES Y LUIS SUÁREZ
Fotografía Wildfire Photographer of the year
Distintas actuaciones y una finalidad común: difundir, proteger y preservar la belleza de la flora y la fauna de nuestro planeta.
Eso es lo que hacen el concurso anual Wildfire Photographer of the Year y la WWF.
Hemos decidido utilizar las fotografías de este concurso y la encomiable labor de la WWF porque todo esfuerzo es poco para preservar la biodiversidad del planeta.
Miles de millones de euros de beneficio, más de un millar de especies a punto de extinguirse, primates, colmillos de marfil de elefantes, cuernos de rinocerontes, millones de peces tropicales…
Son solo algunos datos de la estadística demoledora y mortal que resulta del tráfico internacional de especies protegidas, una de las causas más importantes de pérdida de biodiversidad en el mundo.
En 2012 el tráfico de marfil alcanzó máximos históricos y se es tima que cada año se es tan matando a unos 30.000 elefantes
Mientras los traficantes prosiguen su actividad, un acuerdo internacional, el Convenio de Washington o CITES, intenta frenar el tráfico de especies de fauna y flora del mundo.
Y de su última reunión de Tailandia celebrada en marzo salieron algunas medidas esperanzadoras.
Junto a la destrucción de hábitats y la invasión de especies no autóctonas, la captura y el comercio ilegal de fauna y flora supone una de las principales amenazas que ensombrecen el futuro de algunas de las especies silvestres, sobre todo las más amenazadas.
La rareza y exotismo de determinados animales despierta en ciertos seres humanos el absurdo deseo de poseer algo que es escaso, en ocasiones único e irreemplazable.
Supersticiones, la atribución de propiedades médicas, mágicas o afrodisiacas o el lujo, son otras causas por las que se mantiene esta presión sobre algunas especies.
En efecto, al analizar las principales razones por las que se sigue manteniendo un negocio que está produciendo tanto daño a las poblaciones silvestres de multitud de especies, nos encontramos con que este tráfico produce pingües dividendos a unas cuantas personas que, además, han observado que se trata de una actividad ilegal poco arriesgada y no tan perseguida como lo puede estar el narcotráfico o el tráfico de armas, pero que es equiparable a éstos en rentabilidad.
Datos de la Interpol estiman que el comercio ilegal de especies mueve anualmente unos 14.500 millones de euros, ocupando el cuarto puesto en todo el mundo en volumen de negocios después del narcotráfico, la falsificación y el tráfico de personas.
Impunidad y rentabilidad representan un claro acicate para muchos traficantes, lo que está provocando que el problema aumente a pesar de los cada vez mayores controles internacionales.
En más de una ocasión se ha observado que los canales de distribución y las personas implicadas en asuntos de tráfico de especies son los mismos que los de otros crímenes, probándose así que se trata de un complejo y grave problema de especiales consecuencias no sólo para la naturaleza, sino también para el desarrollo económico, social y político de estos países.
Un ejemplo de estas implicaciones es el Ejército de Resistencia del Señor, una guerrilla de República Centroafricana acusada de crímenes contra la humanidad y que se sabe que financia sus operaciones con el tráfico de marfil.
Las denuncias de WWF sobre las implicaciones de que tiene este tráfico han conseguido que se debatiera en el plenario de la ONU y que Hillary Clinton iniciara una campaña desde el departamento de estado del Gobierno de Estados Unidos.
Algunas especies y productos derivados de la naturaleza de nuestro planeta se encuentran entre los más cotizados económicamente.
La singularidad o rareza zoológica y botánica es directamente proporcional a su cotización en el mercado y así, cuanto más rara es una especie, más valiosa es y, como un círculo vicioso, más se la persigue, disminuyendo hasta límites mínimos o incluso extinguiéndose.
Pero las implicaciones de este tráfico traspasan las fronteras económicas y se hacen políticas y sociales, toda vez que, una vez más, son los países en vías de desarrollo los grandes perdedores sacrifican su naturaleza y son los que menos beneficios económicos reciben.
Pero el tráfico de especies significa mucho más.
WWF estima que de todos los animales vivos que recorren el planeta del contrabando, entre el 60 y 80 por ciento mueren durante la captura, transporte y comercialización posterior.
Esta es la razón por la que el tráfico con especies vivas significa una esquilmación notable para muchas poblaciones animales, cuya disminución provoca efectos directos sobre otras especies, al desestabilizar la cadena alimentaria y causar la multiplicación de plagas de insectos, al terminar con sus predadores.
En Asia, por ejemplo, la sobreexplotación de las ranas toro, que se alimentan de mosquitos portadores de malaria, ha provocado la expansión de la enfermedad.
Pero además, la explotación no controlada de especies de fauna y flora tiene también efectos negativos sobre la economía de los países en vías de desarrollo, cuyas poblaciones locales pueden depender de la venta de productos derivados de animales y plantas para sobrevivir.
WWF ha venido alertando en los últimos meses y a través de una amplia campaña internacional sobre la tremenda presión que este tráfico ilegal está ejerciendo sobre determinadas especies, que son auténticos iconos de la conservación de la biodiversidad en todo el mundo.
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Una presión que ha crecido en los últimos años de forma exponencial hasta convertirse en insostenible y pone en jaque los esfuerzos de conservación realizados durante décadas.
Así en 2012 el tráfico de marfil alcanzó sus máximos históricos con un total de unas 40.000 toneladas y se estima que cada año se están matando unos 30.000 elefantes africanos.
Los rinocerontes africanos, por otro lado, protagonistas de algunas de las páginas más brillantes de la historia de la conservación.
WWF es tima que entre el 60 y 80 por ciento de los animales mueren durante la captura, transporte y comercialización posterior
Si en 1895 tan sólo quedaban entre 20 y 50 ejemplares de rinoceronte blanco meridional en el planeta, en la actualidad se estima una población de unos 18.800 individuos, que se concentran principalmente en Sudáfrica (95% de la población total). Pero la historia feliz se está convirtiendo en tragedia.
En 2012 se mataron en Sudáfrica un total de 668 rinocerontes y ya van más de 150 en lo que llevamos de 2013.
Estas cifras que suponen una media de casi dos rinocerontes muertos al día, están muy alejadas de los valores de finales del siglo pasado que se situaban en 14 ejemplares al año (periodo 1990-2005).
De continuar esta tendencia, contemplar un rinoceronte salvaje en las sabanas sudafricanas será una utopía.
El CITES es el mejor instrumento para detener este tráfico mortal.
178 países forman parte de este acuerdo internacional, cuyo fin primordial es la conservación de miles de especies de fauna y flora mundiales mediante la regulación de su comercio.
La puesta en práctica del CITES es responsabilidad directa de los países firmantes, quienes deben mandar periódicamente a la Secretaría CITES con sede en Ginebra, Suiza, la relación de importaciones y exportaciones de especímenes incluidos en el CITES, para los cuales se exigen unos certificados especiales.
El Convenio incluye un texto legal por el que se deben regir los países firmantes y una serie de apéndices donde se encuentran las especies reguladas por el Convenio.
Y la UE tiene un reglamento específico, más estricto, de aplicación de este Convenio para los países europeos.
WWF trabaja des de los años 70 contra esta lacra. Desarrolla proyectos de conservación y de lucha contra el furtivismo en el planeta.
WWF trabaja desde los años 70 contra esta lacra y fue uno de los principales impulsores de la creación del CITES.
Asesora a los gobiernos, lucha contra el furtivismo, proporciona guardería en parques nacionales, desarrolla proyectos de conservación de especies, elabora estudios científicos y campañas de sensibilización y, consciente del grave problema, puso en marcha un programa especial de seguimiento y control del comercio de especies amenazadas, denominado Traffic.
WWF y Traffic asistieron a la última Conferencia de las Partes de CITES (COP) que se celebró en Bangkok, donde se han adoptado algunas medidas que pueden ser la clave para la supervivencia de algunas de las especies más amenazadas por el tráfico internacional.
Los resultados de esta cumbre mundial han sido muy positivos.
En primer lugar se ha reconocido la importancia y efectos de este tipo de crímenes y se han establecido las bases para someter a un mayor control a los países más implicados en el contrabando de marfil, paso previo a la aplicación de posibles sanciones.
Hay que valorar que estas sanciones pueden ser muy serias ya que pueden suponer la prohibición de comerciar con todas las especies incluidas en el convenio CITES (lo que incluye no sólo especies animales sino también especies forestales como muchas de los árboles maderables de mayor valor) lo que puede tener una enorme repercusión económica en muchos de estos países.
Así, los estados participantes han ordenado a China, Kenia, Malasia, Filipinas, Tailandia, Uganda, Tanzania y Vietnam -los países más implicados en el comercio ilegal de marfil– a que presenten planes para hacer frente al problema en el plazo de dos meses y realizar avances sustanciales antes de la próxima reunión de CITES (verano de 2014).
Pero la primera decisión para regular mejor el comercio de marfil se produjo en la misma sesión inaugural, cuando la primera ministra tailandesa, Shinawatra Yingluck, anunció que cerraría los mercados de marfil de su país.
Esta promesa se producía tras una intensa campaña internacional liderada por WWF y secundada por Avaaz y el actor Leonardo DiCaprio y su Fundación, que lograba que 1,5 millones de personas firmaran peticiones pidiendo poner fin a este comercio.
Hay que destacar que Tailandia había sido denunciada como el país donde se estaba ‘blanqueando’, justamente gracias a la existencia de este comercio y a cierta permisividad, la mayor parte de los colmillos de marfil ilegales procedentes del continente africano.
El cierre de este mercado supone un auténtico varapalo para las redes mafiosas que están masacrando los elefantes en toda África.
También ha sido muy importante la adopción de un plan para reducir la demanda de productos salvajes ilegales como el cuerno de rinoceronte, con un conjunto de compromisos enfocado a luchar contra los sindicatos del crimen organizado que trafican ilegalmente con cuerno de rinoceronte, administrando penas cada vez mayores.
Pero CITES va mucho más allá de la conservación de las grandes especies salvajes y afecta a una enorme conjunto de especies (más de 35.000).
En la cumbre mundial la primera ministra tailandes a anunció que cerraría los mercados de marfil de su país.
Precisamente otro de los grandes éxitos de esta conferencia ha sido que por primera vez se ha regulado el comercio de una serie de especies marinas de interés pesquero como son los tiburones.
Así, los gobiernos reafirmaron una protección mucho más estricta para tres especies de tiburones martillo, los tiburones oceánicos de punta blanca, el marrajo sardinero, y dos especies de mantarrayas.
Los tiburones y mantarrayas fueron listados en el Apéndice II, para poder a regular su comercio internacional a niveles sostenibles y evitar el descontrol que está llevando a millones de individuos a morir cada año por sus aletas, un producto de lujo en Asia, especialmente apreciado en China.
Como afirmó Carlos Drews, jefe de la delegación de WWF en CITES: ‘Este es un momento histórico, donde la ciencia ha prevalecido sobre la política.
Los tiburones y las mantarrayas están siendo literalmente borrados de nuestros océanos’.
Hasta hora los gobiernos habían empleado diferentes excusas para evitar dar este paso que resulta fundamental para contribuir el futuro de los océanos y que en el futuro esperamos se extienda a otras especies marinas amenazadas por la sobreexplotación comercial, tanto a nivel nacional como internacional.
Finalmente hay que mencionar que los negociadores también votaron a favor de aumentar el nivel de protección de varias especies de palisandro (palo de rosa) y ébano, que han sido sujetas a niveles peligrosos de tala ilegal, conduciendo a la deforestación, especialmente en Madagascar, aunque también en las selvas latinoamericanas y asiáticas.
En definitiva, una cumbre que ha permitido avanzar notablemente.
No hemos conseguido atajar el problema y queda mucho trabajo por delante pero los resultados de esta cumbre de CITES han sido muy positivos y constituyen unos pasos adelante muy significativos en la lucha contra el tráfico ilegal de especies, al tiempo que abren nuevos caminos para el futuro en ámbitos como el marino. •