Inspiración para poetas y artistas. Soberanos del lenguaje onírico y mágico.
Los unicornios son, más allá de modas perecederas, el símbolo por excelencia de la pureza, la esencia, la honestidad y el amor.
Por MARTA ARTEAGA Fotografía © ISABEL MUÑOZ
La física cuántica sostiene que el observador modifica a lo observado, y hay quien podría decir que solo son caballos.
Sin rendirse a la evidencia de la belleza y de la existencia de la imaginación, conviviendo desde otro plano de conciencia en esta realidad.
Los unicornios son los guardianes del templo de nuestra imaginación.
Desde el imaginario del hombre y el centauro, a las cuevas de Altamira.
La relación del ser humano y el caballo, en perfecta armonía, ha estado presente desde los orígenes.
Ese es el misterio que revelan las fotografías de Isabel Muñoz, cuya obra danza la relación del ser humano en comunión con la naturaleza.
Investigando el cuerpo y el movimiento, como herramientas para comprender el origen de nuestro propio linaje.
‘Me encanta descubrir a los unicornios en esas playas hechas con tonos grises, en las que la marea se retrae y el suelo es como un espejo y, de pronto, vuelves a los orígenes. pensar en las personas que amaron en esos espacios, que vivieron y lloraron en esos espacios.
Me encanta descubrir el caballo y su sensualidad; tiene algo en su piel que dan ganas de tocarlo; y el mar y el ser humano, y esa ambigüedad que hay entre sus cuerpos’.
Expresa en sus palabras vestidas de gozo.
Este trabajo para la galería Blanca Berlín, parte de un encargo de los comisarios François Cheval y Audrey Hoareau, que dieron carta blanca a la artista para crear un proyecto sobre la ciudad de Deauville en la costa normanda.
Isabel Muñoz, atraída por la sensualidad, elegancia y belleza de este mítico animal, decide crear un proyecto que fusione su relación con el ser humano y con el mar.
Esas playas grises que eligieron políticos y viajeros, concentraban un misterio muy espiritual que se integraba a la perfección con el compromiso con el agua y el cambio climático, presente en su obra en los últimos años.
‘LOS UNICORNIOS REPRESENTAN LA MAGIA, LA PUREZA, LA HONESTIDAD… EL CABALLO ES UN SER MUY MÁGICO Y ESPECIAL’
Isabel visita el Musée de Cluny de París para contemplar ‘La Dama y el Unicornio’ título moderno que se da a un ciclo de tapices flamencos de finales del siglo XV, tejidos con lana y seda, a partir de diseños dibujados en París, de procedencia desconocida, y frecuentemente considerado como una de las grandes obras del arte medieval europeo.
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En la imagen de una dama con el cabello largo y rubio contiene una inscripción: ‘A mi único amor’.
La artista, inspirada por este tapiz que ha disfrutado en más de una ocasión, decide jugar con la mitología del unicornio.
‘Los unicornios representan la magia desde la Edad Media: la pureza y la honestidad, cualidades sin las que el ser humano no puede pasar.
Y todo lo terapéutico que hay alrededor del caballo funciona como un catalizador para personas con problemas de movilidad, autismo o violencia.
El caballo es un ser muy mágico y especial’.
Quería fotografiar a los equinos en libertad y tuvo la suerte de conocer a Pierre Fleury, quien no sólo comprendía el anhelo de Isabel por los unicornios sino que él se comunicaba con y así posaron para ella.
A dos de estas magistrales yeguas las bautizaron como Marlene Dietrich y Brigitte Bardot.
Hagan sus apuestas.
Lo cierto es que este mágico animal ha sido inspiración y musa para artistas.
Rilke escribió este poema, que ha nutrido la inspiración de la fotógrafa. ‘El animal no existía. Pero, para ellos, él aparecía en toda su pureza.
Le dieron espacio suficiente. En el espacio santificado por el amor que le dedicaron, el animal se levantó de repente, y no precisaba existir.
Lo alimentaron, no con cereales, y sí con la mera posibilidad de ser.
Y finalmente, eso le dio tal poder que en su cabeza nació un cuerno. Un único cuerno.
Y él se aproximó de una virgen, blanca, refulgente…penetró en el espejo y en ella’.
El título de su exposición es el resultado de una frase que contenía la emoción de una niña tras ver esta serie:
‘Viendo estas fotografías podríamos pensar que los unicornios existen’.
Y como el observador modifica a lo observado, y a su vez lo observado también modifica a su observador, estos deliciosos caballos, hipnotizados bajo la atenta mirada del único amor que es la cámara de Isabel Muñoz, regresaron a su propio origen, al centro mismo de su esencia, convirtiéndose en unicornios.
Tras deleitarse con estas imágenes pueden dar fe de que los unicornios existen mientras vivan en nuestra imaginación:
pertenecen a esa parte viva en que guardamos las historias de amor.•