Maua significa flores en suahili.
Representan vida, alegría y una oportunidad para quienes las producen: mujeres valientes que han sufrido alguna de las prácticas más radicales de violencia de género.
Por CLARA FUERTES Fotografía MÓNICA BATÁN ZAMORA
Esta historia nace del corazón de Mónica Batán Zamora, economista, con quince años de experiencia en el sector financiero.
Trabajaba en Kenia en un proyecto para hacer frente a la mutilación genital femenina entre la tribu masai, práctica que se le impone a siete de cada diez mujeres.
‘El corte demuestra que están preparadas para casarse, y sin él, ningún hombre accedería’, explica.
Mónica compartía mucho tiempo con mujeres que han sido cortadas, madres que han ejercido la práctica a sus hijas, e incluso con aquellas que tienen el oficio de mutiladoras y cobran por practicar este servicio.
Mujeres que son maestras artesanas en crear complementos para su día a día, joyas únicas y bellísimas.
Mujeres que en gratitud por su amistad, le regalaban a Mónica, algunas de estas piezas. En España, cuando las lucía, llamaban la atención.
Un día, Mónica estaba al volante de su coche.
Se miró al espejo retrovisor, en su cuello pendía un collar con una flor, había sido creado por estas mujeres.
Esa flor la llevó a pensar en la cara de la mujer que la había hecho.
‘Cada flor es única, especial, como cada mujer’, pensó.
Y así surgió Maua que significa flores en su lengua.
Un proyecto que nace desde el agradecimiento a las mujeres, y potencia su anhelo de ser generadoras de un futuro mejor, protagonistas de su propio cambio.
‘Es el trabajo de mujeres que quieren cambiar su destino, de mujeres implicadas con la igualdad de género y la erradicación de la violencia que se ejerce sobre ellas por el mero hecho de ser mujeres’. Expresa Mónica.
El enfoque de este proyecto era decisivo; ofrecer una alternativa optimista y empoderada, capaz de ofrecer un contrapunto a estrategias de revictimización, culpa o negatividad.
Para ello era de vital importancia que la mujer tomase el protagonismo, siendo generadora de su cambio, líder de su futuro.
Mónica se dio cuenta de que a través de las flores podía sumar todos estos objetivos: las mujeres las fabrican y obtienen un beneficio económico por su trabajo, empoderándose.
Quien lo recibe obtiene un objeto de calidad, único, valioso y fabricado a mano por la mujer a la que está ayudando.
Y además permitía convertir a la persona que ayuda en agente de cambio y sensibilización.
Al lucir las flores, otros, atraídos por su belleza, tendrían la libertad de preguntar por ellas y escuchar la historia que hay detrás de cada flor.
Así las flores dejaron de ser un objeto, para convertirse en un concepto, capaz de representar a las mujeres.
Una herramienta para hablar de ellas.
‘Es el trabajo de mujeres que quieren cambiar su destino, son mujeres implicadas con la igualdad de género’
‘Ellas son un increíble ejemplo de resiliencia, de superación ante la adversidad, de valentía.
Son mujeres orgullosas, que llevan por bandera su cultura, y son capaces de enfrentarse a las ‘tradiciones’ que son perjudiciales para ellas, en un contexto donde no es fácil.
Mujeres que luchan por salvar a toda una generación, y dar una vida diferente a sus hijas’.
Entonces Mónica decidió ir más allá y unir no solo a mujeres de Kenia que han huido o sufrido mutilación genital femenina, o matrimonio forzoso infantil, sino también de España.
Mujeres que han sufrido otra de las prácticas más radicales de la violencia de género: la trata de mujeres con fines de explotación.
Ellas convierten las flores en infinitos productos, a través de su creatividad.
‘A través de algo tan positivo como una flor, visibilizamos las tres prácticas más radicales de la violencia de género:
la mutilación genital femenina, el matrimonio infantil y la trata de mujeres con fines de explotación.
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Estamos dando voz a mujeres ‘invisibles’. Las flores hablan por sí solas’.
Y así comenzó este sueño a tomar forma.
Maua se distribuye directamente a través de la tienda online wanawake.es/maua
Se difunde a través de campañas de visibilización canalizadas de diferentes maneras: presencialmente en ferias de distintas ciudades, y como ONG oficial de la Carrera de la Mujer.
También mediante acuerdos con empresas para que distribuyan o incluyan Maua dentro de sus campañas de responsabilidad social: como objetos de merchandising social, o creando acciones específicas de sensibilización y comunicación.
En centros educativos de primaria y secundaria también florecen las Maua, como herramienta pedagógica para trabajar la violencia y la igualdad de género.
Y como la tierra es sabia, siempre que uno siembra recoge su cosecha:
‘Me siento profundamente orgullosa cuando encuentro a alguien desconocido que lleva la flor.
Yo siempre la llevo y al vernos nos identificamos como personas que estamos en lo mismo.
Qué bonito que ahora sea tan ‘fácil’ contar lo más duro, lo más escondido, lo que no sé conoce, lo que no existe, y hacerlo con la excusa de una preciosa flor’.
Así como crece la fuerza y la creatividad de las mujeres, también lo hace el sueño cumplido de Mónica, una mujer implicada, que se siente muy feliz cuando a través de su acción comprometida, comprueba que las cosas cambian y cuyo optimismo no conoce límites:
‘Queremos que Maua se convierta en una gran imagen de marca a favor de la igualdad de género.
Queremos poder dar cada vez más oportunidades a más mujeres en situación de vulnerabilidad, y que millones de personas se sientan parte del cambio, hombres y mujeres unidos por la erradicación de estas prácticas, caminando con Maua hacia la igualdad’ •