Entramos en Chillida Leku: Cerrado al público, abierto a la continuidad:
Para nuestro pasmo – la noche anterior jarreaba en San Sebastián-, ha amanecido con un sol radiante, como hecho a propósito, y las doce hectáreas de este viejo caserío del siglo XVI, rehabilitado, cuyas laderas están adornadas con cedros, castaños, robles y algunos manzanos, nos acompañan en la explosión de vida que esta mañana nos regala Chillida Leku. Decía Eduardo Chillida que ‘la poesía es necesaria para todas las artes, para cualquier cosa que se haga; si no hay poesía y construcción, no hay nada válido’. Y esta mezcla de naturaleza y construcción que es este museo, la Casa del Padre, la gran obra de este escultor que quiso realizar en su tierra, es el resultado de esa poesía de la que habla y que pudo exteriorizar sin límite aquí, en Zabalaga, y que para él fue la conjunción perfecta del espíritu de su arte.
‘¿Qué es el tiempo? ¿Cómo es posible que nuestra vida, formada por sucesivos presentes que no tienen dimensión, pueda durar 20, 40 u 80 años? ¿Qué clase de tiempo conduce a esa duración?’. Con estas preguntas, difíciles de contestar, comenzaba Eduardo Chillida su discurso como miembro de la Real Academia de las Bellas Artes. Curiosamente, Chillida Leku vive hoy una vida formada por sucesivos presentes. Cerrado al público y abierto a la continuidad. Detrás de las puertas y de la nota de papel donde se explica con claridad el cierre del mu- seo, hay vida, humana y de la otra. Varios estudiosos de la obra revisan concienzudamente la biblioteca intentando capturar la esencia del escultor. En una mesa Ignacio, uno de los ocho hijos de Chillida y director del área de obra del artista, está cerrando los últimos flecos de una exposición que llevará algunas de las esculturas de su padre fuera de España. Y tras esta actividad frenética sobrevuela la duda de otro de los presentes de Chillida Leku: el del acuerdo con las instituciones. Un presente que puede caer en el olvido.
Sin embargo, la posibilidad de que ese presente se ahogue con la espera, es mínima, porque mínimo es el tiempo que le quedan a las instituciones para decidirse.
‘¡Qué te voy a decir!- me dice Ignacio-. Voluntad hay por parte de ellos y por la nuestra también, pero no vale solo con la vo- luntad. Para nosotros es fundamental llegar a un acuerdo que se traduce en el respeto a tres conceptos: el primero de ellos es que sea un museo monográfico, (dentro de lo que es el actual museo y su distribución, siendo posible ampliar el espacio para realizar otras exposiciones, con el nivel requerido); el segundo es que la obra permanezca siempre en este sitio (lógicamente, viajando a otros lugares pero volviendo a su lugar de origen) y el tercero, el voto de calidad (en todo lo que afecte a Chillida y a su obra), que es un derecho no solo moral sino legítimo y también nuestra obligación para evitar posibles desviaciones. Si no conseguimos el respeto de estos tres conceptos, nunca llegaremos a discutir de dinero, no nos interesa.
¿Por qué?
Porque para nosotros, económicamente, este es un negocio horrible, la mayor tontería que podría hacer una empresa. Para vender obra no necesitamos a nadie, simplemente, acudir al mercado. Tenemos en la mano hacer lo que queramos porque este museo es nuestro. Nosotros estamos dispuestos a sacrificar muchísimas cosas porque el museo siga aquí, en Hernani, en el País Vasco, porque así lo quería nuestro padre y estamos luchando por ese deseo, para que se cumpla. Y habría que hacerlo ya, inmedia- tamente, de otro modo, puede que esta unidad nuestra, esta cabezonería por mantener aquí el museo, en algún momento, se pierda. Si lo pensáramos fríamente, nos tendríamos que haber ido hace mucho tiempo.
Si ese acuerdo llega, esta casa dejará de ser vuestra, las escul- turas, el museo… La Casa del Padre pasará a ser la Casa del padre, pero de todos.
Gure aitaren etxea (la casa de nuestro padre en euskera). Hemos vivido y apoyado este museo desde el comienzo y lo apoyamos más que nadie en el mundo porque era el deseo de nuestro padre. Pero cada día, cuando paseo por estas maravillosas campas y veo las esculturas y este caserío en donde está nuestro padre, él, el hombre, la persona, el artista, pienso que si este acuerdo se cierra, esto dejará de ser nuestro, dejará de ser nuestra casa para ser la casa de todos. ¿Dónde va a quedar la esencia de Chillida? ¿La idea de pertenencia que tenía mi padre a este lugar, a este país? ¿Cómo se va a garantizar el acceso a su obra a todo el mundo, tal y como él deseaba? Pues mejor aquí que en ningún otro lugar. Pero aunque te dieran todo el dinero del mundo, dejarlo marchar… Es muy duro decir: ahora nosotros nos vamos. ¿Quién nos va a garantizar el buen uso de todo lo que aquí queda? Algo que va mucho más allá de un parque de esculturas.
¿ACASO UNA UTOPÍA?
El compromiso con esa idea del artista es lo que les ha conducido hasta aquí a pesar de las dificultades. Una labor que comenzó cuando los padres compraron el caserío y el primer pedazo de tierra – hace más de 27 años- y pasó a ser la culminación de su trabajo, el de ellos y el de su familia. ‘Ha sido una idea en la que todos hemos puesto nuestras ilusiones, nuestro trabajo, tiempo y dinero. Por la que nos hemos sacrificado mucho y por la que estamos dispuestos a seguir haciéndolo, pero solo si nos sentimos cómodos y protegidos y eso solo se conseguirá si se cumplen las tres condiciones que hemos comentado antes’.
Pero nadie os obliga a ello
No, ni siquiera nuestra madre, que hace cinco años nos liberó de cualquier compromiso a través de una carta en la que manifestaba su voluntad: ‘Por todo ello, si ninguna de las negociaciones actuales llegan a buen término, quiero liberar a mis hijos del compromiso moral de mantener Chillida Leku. Quiero que puedan hacer con el lugar y con las obras allí depositadas lo que consideren conveniente, y que tenemos peticiones de distintos museos del mundo, exposiciones, que contribuirían igual o mejor que Chillida Leku a su difusión como artista vasco y ciudadano del mundo’.
Aún después de leer esta carta, en cierto modo liberadora, han continuado otros cinco años más, antes de cerrar el museo, arriesgando su propio dinero, utilizando la imaginación para que el proyecto de su padre siguiera adelante…
Hemos luchado mucho. Tener un núcleo tan importante puede parecer contraproducente pero, a la larga y pensando con perspectiva, creemos que será muy positivo. Y con esta idea de aguantar, de seguir adelante, fuimos buscando otras alternativas de negocio para poder subsistir sin la ayuda de nadie. Hemos puesto en marcha actividades culturales, veranos musicales, conciertos, programas de danza, poesía, concursos de pintura, Hemos realizado 23 exposiciones temporales y otras muchas fuera del museo, tanto nacionales como internacionales. Todo cuanto se ha recibido por exposiciones, eventos, derechos, etc., todo, incluso nuestras aportaciones personales, han ido a parar al museo. Hemos buscado el equilibrio entre los contenidos que se ofrecen y lo que cuestan, pero en un museo de este nivel es prácticamente imposible: cuanto más contenido, más gastos y así tiene que ser.
Pero el dinero ha entrado, principalmente, por las entradas, a pesar de que no han cubierto, ni de lejos, el presupuesto anual necesario para el mantenimiento y funcionamiento del museo. En estos diez años, 820.746 personas han visitado Chillida Leku. Aproximadamente, un 69% lo han hecho desde todas las partes de España, un 21% eran extranjeros y el resto de visitantes pro- cedían del País Vasco. En 2010 se ha visto incrementado signi- ficativamente el número de visitantes: ‘Casi un 10% – me apunta Ignacio-, una cifra nada despreciable si tenemos en cuenta la situación actual en que se encuentra el mundo y en un museo como éste alejado y monográfico. Algo que para algunos supone un problema y que, justamente, es ese uno de sus grandes valores y encantos porque Chillida es mucho Chillida’.
Esta afluencia de público que se ha desplazado hasta San Sebastián desde distintos puntos de la península y del mundo para disfrutar del museo, ha tenido una gran repercusión económica en la zona. Los sectores hoteleros y gastronómicos han sido los más beneficiados. Curiosamente, mientras una entrada a Chillida Leku costaba 8,5 , el precio medio de la estancia en un hotel (Maria Cristina, Londres o Monte Igueldo) o la degustación en uno de los magníficos restaurantes de Guipúzcoa (Aquelarre, Arzak, Araeta o Belaustegui), por poner algunos ejemplos, supera los 200. Sólo hay que echar cuentas.
El museo lleva cerrado desde el 1 de enero de este año, pero aquí dentro no se ha dejado de trabajar. Siguen viniendo estudiosos del escultor a devorar la biblioteca, a hacer trabajos sobre la obra del artista y que se publicarán en las mejores revistas de arte del mundo. Hay exposiciones cerradas para los próximos años. ‘Aquí, en Chillida Leku, seguimos trabajando en la difusión de la obra de Chillida como artista vasco y del mundo’ – explica Ignacio-.
Reunir y mantener la obra para el museo no ha sido tarea fácil. ¿Cuánta obra de Chillida hay repartida por el mundo y cuánta en el museo?
Muchas de las, aproximadamente, 1500 esculturas que hizo, unas 1407 están en diferentes museos o en colecciones privadas repartidas por el mundo, incluidas las que son de la familia y de donde se han seleccionado las 93 esculturas que conforman ‘La colección’, así como una gran y completa colección de obra en papel que la acompaña.
¿Y cómo se seleccionaron estas piezas?, ¿y por qué eligieron éstas y no otras?
Mucha gente pensará que cuando hicimos la selección de las obras para el museo íbamos a escoger esculturas menores. Sin embargo, eso no ha sido así. Aquí están las más representativas y las que mejor muestran su evolución dentro, lógicamente, de las que disponemos. Por eso las escogimos y es lo que quisimos. Algunas están aquí, como el ‘Arco de la libertad’, que fue un encargo de la ciudad de París y que, finalmente, se quedó por ciertos problemas con los cambios urbanísticos que se realizaron y que nuestro padre no consideró aceptables. No es la única en la que ocurrió algo parecido. Concretamente, una de las más grandes y pesadas que hizo, que se llama ‘Lotura’, aquí se quedó igualmente. Era un proyecto muy importante para Inglaterra, pero al final se quedó en el museo y estamos encantados.
Tu padre solo aceptaba las obras que le encargaban si le gustaba el lugar donde iban a ir colocadas sus esculturas
Mi padre jamás admitía un encargo pagado previamente. Nunca. Si le pedían una escultura para tal o cual ciudad, él se desplazaba hasta allí, y si le gustaba, aceptaba el encargo. Le preguntaba a mi madre si había dinero para hacerla, ella hacía las cuentas y si se podía, la hacía tranquilamente. A su manera, sin presiones y cuando la había terminado, la enseñaba. Si no gustaba, ningún problema, se quedaba con ella. Tuvo la gran suerte de poder hacer esto, de actuar con absoluta libertad. Era un hombre afortunado y lo sabía.
Recuerdo alguna anécdota de esta manera de trabajar de mi padre. Una vez le pidieron que hiciera una escultura para una ciudad en Corea. Como era habitual, dijo que tenía que ir a ver la ubicación y para allá se fue. Cuando llegó y le llevaron al sitio donde se suponía que iba a ir su escultura, dijo que no, que lo sentía mucho, pero que allí no podía hacer nada. Y se fue como había ido. También le pasó con el Guggenheim de Bilbao. Gehry le pidió que hiciera una escultura alrededor del edificio y estuvo dando varias vueltas con él hasta que le dijo: ‘ Lo que podía haber hecho yo, ya lo has hecho tú con tu edificio. No voy a aportar nada’. Mi padre era así y cuando decía: ‘Este lugar me interesa’, por lo que fuera, se ponía a trabajar en la obra con su dinero porque no quería ninguna interferencia en su trabajo.
Se que habéis tenido muchas ofertas para hacer el museo en otro sitio…
No te haces ni idea de la cantidad de gente que ha venido a vernos. Desde particulares a empresas y ofertas para llevarse la obra a otros museos fuera de España.
¿Y por qué no lo habéis hecho?
Es una opción de las muchas que tenemos, pero hasta que no demos por terminada la negociación con las instituciones, ya sea para un lado o para otro, sólo las estamos contemplando. Pero es evidente que esta vez, si no se llega a un acuerdo, procederemos de una manera bien distinta a como lo hemos venido haciendo hasta ahora. Bastantes oportunidades hemos perdido ya por te- ner aquí el museo. Hemos metido todos los huevos en la misma cesta siendo conscientes de que siguiendo otros caminos que son igualmente válidos, podríamos haber conseguido los objetivos que consideramos más importantes como son el dar a conocer al ma- yor número de personas la obra y pensamiento de Chillida. Esto se hubiera conseguido con seguridad si hubiéramos apostado por distribuir gran parte de la obra que aquí se encuentra en muchos de los grandes museos del mundo que así nos lo han solicitado. Pero el escultor estaba unido a la luz oscura del Cantábrico. Esa era su luz y la de su obra. Qué le empujaba a trabajar ‘para entender lo que no se entiende y conocer lo que no se conoce’. Una obra misteriosa de lenguaje cifrado, llena de pliegues y que solo concebía en su Chillida Leku.
¿Qué importancia e influencia ha tenido el País Vasco en la obra de Eduardo Chillida y en el planteamiento y en el concepto de Chillida Leku? ¿Cómo se integran el uno en el otro..? Este país influyó mucho en la obra de mi padre, porque quería a este país y porque para él, todos los hombres de cualquier color, de cualquier lugar, eran hermanos. Él se sentía como un árbol fuertemente enraizado en su tierra y con sus brazos abiertos al mundo. Mi padre vivió años fuera del país vasco y regresó a su tierra porque se dio cuenta de que se pertenecían, que se eran necesarios. Aquí encontró esa energía, esa luz, ese paisaje con el que disfrutaba, la tierra con la que quería trabajar y podía hacer su obra en ella. Mi padre siempre decía: ‘Todos queremos mucho a nuestra tierra, pero esto no puede impedir que te sientas parte del universo’.
Chillida representaba todo lo bueno que puede dar un país: la generosidad, la honradez, la paz, la libertad. Y todos estos valores los ha expresado en sus esculturas urbanas diseminadas por todo el mundo. Pero también le han atacado mucho por ser un hombre libre.
Mi padre era un hombre de pocas palabras. Su trabajo era lo que le importaba y hacía lo que quería con su vida. Siempre con la más absoluta libertad. ¿Por qué? Porque se la ganó. Nunca vivió de nadie ni nunca le dio nadie nada. Mi padre regresó a este país siendo ya conocido fuera de España y aquí apenas sabían quién era. Recuerdo que contaba de los primeros años en París, cuan- do empezó, que vivía en una zona pobre al norte de la ciudad y que a su estudio lo llamaban ‘Pompeya’, porque todo eran ruinas. Al tercer año la cosa cambió. Había trabajado tanto que ya nadie dudaba del artista que era. Nunca acudió a las instituciones a pedir una subvención ni para proponer proyectos. Todo ello le vino naturalmente y es bien cierto que se le ofrecieron cosas realmen- te muy importantes para hacer en este país. Importantes para él pero no menos importantes para su país, y hay que decir que regaló prácticamente todo cuanto aquí hizo, pues fue un hombre de una gran generosidad. Estaba muy interesado en hacer obra pública. Empezó a hacerla a finales de los 70 y principios de los 80. Él siempre decía que lo que es de uno es casi de nadie y prefería multiplicar el número de poseedores de la obra para que no fuera de uno solo, y con ese mismo concepto creó Chillida Leku, para que todo el mundo pudiera disfrutar de su obra.
Euskadi cuenta con un centenar de museos a los que, en 2011, el Gobierno vasco destinará cerca de 10 millones de euros: el museo Olentzero (el equivalente al Papá Nöel vasco), el museo de la Boina o el de la Sokatir (un deporte rural vasco), y el último en beneficiarse de una substanciosa subvención será el museo del Txakolí (el conocido vino blanco de la zona), que se construirá en Bakio y al que se destinarán 2,6 millones de euros.
‘Los ataques a la familia y su gestión por una parte de la prensa –prosigue Ignacio- han sido alentados por algunos políticos que se querían allanar el camino para, en su momento, proclamarse los salvadores de Chillida Leku. Pero la realidad es otra bien distinta. Es esta familia la que ha luchado durante 27 años, con sus medios, para hacerlo y mantenerlo hasta el momento y esto es lo que ha salvado al museo, puesto que por criterios mercantilistas queda claro que esto era una utopía’. ‘A mi edad, la vida ya es un recuerdo’, dijo Eduardo Chillida a escasos días de la inauguración de su museo, ‘y he hecho esto en beneficio de todos los hombres del mundo’.
¿Se convertirá esta situación también en un recuerdo o será una anécdota más en la vida de Chillida Leku? ¿Permitirán que La Casa del padre sea de una vez por todas y tal como quería el artista, la casa de todos los que aman la obra de Eduardo Chillida, o las instituciones darán el último empujón para que su obra abandone definitivamente su tierra?