JAVIER MARTIN-DOMÍNGUEZ
Ha sido corresponsal en Asia y América, presidente del Club Internacional de Prensa, y director del documental Mapas de agua y arena, sobre la vida de Jane y Paul Bowles
Hubo un tiempo- recordémoslo para aquellos de la temprana edad -que las maletas carecían de ruedas y los viajes suponían un esfuerzo físico de envergadura.
Los viajes de placer eran escasos y el turismo una actividad por inventar. El viaje estaba más cerca de la odisea que de la holganza. Es más, buena parte de los viajes hasta no hace mucho eran de huida. Como la de Antonio Machado y su madre buscando la frontera de Francia como salvavidas. Cuesta dolor imaginar también el viaje inverso por los Pirineos de Walter Benjamín para encontrar un refugio ante la invasión nazi en España, a la que nunca llegó.
Los artistas fueron viajeros en busca de inspiración en los mejores casos, pero también trashumantes a la fuerza para encontrar un espacio de libertad para sus ideas. Quien les iba a decir a los surrealistas- juguetones, libertarios, iluminados -que tendrían que esperar en la Villa Air-Bel de Marsella para ser rescatados rumbo a América. Sin perder ni el humor ni la osadía, los que esperaban una tabla de salvación se entretenían pintando unas originales cartas del tarot que les abrían la puerta a sueños y pesadillas solo imaginables en mentes tan brillantes
como desesperadas.
Hoy los viajes se ha convertido en una rutina programada, con horarios de avión bien definidos y reservas de hotel hechas con meses de antelación. Las visitas de museos programadas, los restaurantes recetados de antemano y las compras en las mismas tiendas que existen en las ciudades desde donde partimos. El único misterio reside en los avatares de las colas de seguridad de los aeropuertos, donde puedes perder un zapato y mostrar tu ropa interior al pasaje en tránsito; o para el turista despistado la zozobra de ser atacado por un carterista que aprovecha la vulnerabilidad de ese viajero que se las prometía tan felices.
‘Ya no se puede viajar’ se lamentaba el maestro de viajeros Paul Bowles desde su atalaya tangerina cuando conversábamos sobre la capacidad de seguir siendo aventurero sobre los mapas de agua y arena. ‘Supongo que se acabó para siempre. Porque viajar significa llevar contigo un montón de equipaje: quince, veinte, treinta maletas, y tener un camarote en un barco e ir a algún lugar. Deshacerte allí del equipaje, dejar el barco y buscar una casa. Ya no se puede hacer eso. Para empezar, no puedes ni ir a un hotel sin haber hecho antes una reserva. No puedes mover tu equipaje porque no hay porteadores que lo carguen. Se ha acabado definitivamente la idea del viaje; ya no existe. Ahora no sabría cómo hacerlo’.
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El otro mundo posible que anhelamos
Frente al pesimismo literario de los rincones ya colonizados, es cierto que queda una aventura abierta a los comprometidos y optimistas: la de ir en busca de aquellos que necesitan en un rincón perdido de la tierra una mano solidaria que alivie su dolor o empuje sus capacidades de ganar la batalla por la vida. Ese es un viaje que sí merece la pena, y en el que el viajero vivirá con plenitud la mirada a una nueva realidad y la mirada a su propio interior para encontrar una lógica más profunda al camino de la vida. Optimistas comprometidos en la estela de Kavafis. Viajar también es ir a encontrarse con la sorpresa nunca pensada del arte, como ver por primera vez la Trasparente toledana o adentrarse en El Jardín de las delicias de los Uffizi, para enamorarse de la belleza en los paseos del corazón.
Viajar es desafiar al tiempo. No solo al espacio. Viajar es una sensación, y el tiempo se estira, se ensancha, avanza o se detiene en el trascurso de la acción de viajar. Lo consustancial al ser humano es moverse. Las piernas son para caminar. Como las botas. ¿Será el viaje la frontera entre el sueño y la realidad? Solo lo sabes cuando viajas al deseo. Escribió Albert Camus: ‘El viaje no tiene final. Solo aquellos que viajan con amor encuentran un destino: en cada estación, cada ciudad, cada paisaje, el amor se revela de nuevo y se reconstruye.’