Esta es una conversación que bordea yacimientos y esculturas, que pisa piedras, pero abre camino.
Un camino amigo que es mucho más que el punto de meta.
Un camino donde la felicidad sale a tu encuentro y te trae la certeza de que no estás perdido.
Por JULIA HIGUERAS Fotografía LUIS MALIBRÁN
Alberto Bañuelos, primer escultor europeo en exhibir su obra en el Museo Antropológico de México y al paleoantropólogo y director científico del Museo de la Evolución Humana de Burgos y codirector de Atapuerca, Juan Luis Arsuaga, les unen las piedras, el amor por la naturaleza y el desarrollo creativo.
Para ambos, la creación es un proceso tormentoso que a la vista de los demás debe parecer sencillo, que se hace sin esfuerzo.
El arte es esa capacidad para arrancar lo bello sin sudar la camiseta.
Porque el arte no se suda, al arte se la suda prácticamente todo.
Esta es la conversación entre dos amigos que aman las alturas y verlos en acción traen esta frase de Eduardo Galeano a mi cabeza ‘La utopía está en el horizonte, me acerco dos pasos, ella se aleja dos pasos.
Camino diez pasos y el horizonte se aleja más allá.
Por mucho que camine, nunca la alcan-zaré. Entonces, ¿para qué sirve la utopía?
Para eso: sirve para caminar’.
Esta es la conversación de dos amigos que, unidos por las piedras, quieren construir una utopía.
La unión que hace la fuerza. ¿Cómo empezó vuestra historia?
José Luis Arsuaga: Yo sí que recuerdo donde nos vimos por primera vez, fue en casa de Toni, ¿te acuerdas, Alberto?, en aquella finca que tenía.
Resulta que, además, descubrimos que teníamos en Segovia un amigo en común y después, esa tarde, nos fuimos a hacer la que sería nuestra primera salida al campo.
Alberto Bañuelos: Las estrellas, el destino. Tenía que pasar y a su tiempo y en su momento, y así pasó…
Y fue en casa de Toni. Una salida al campo que, tengo que confesar, me vino muy bien.
Recuerdo que coincidí en el grupo mientras estabas explicando unas cosas y me quedé escuchándote.
Enseguida congeniamos y vimos que teníamos amigos comunes.
Gracias a ti comencé a amar, al menos, ‘un poco la naturaleza de a pie’, que la tenía muy descuidada.
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¿Qué os aportan esas salidas al campo? ¿Qué pensamientos fluyen?
JLA: Para mí es algo auténtico en un mundo de apariencias en el que todo el mundo finge, en el que solo hay máscaras.
Te preguntas de quién te puedes fiar y en el campo, para empezar, estás tú con la naturaleza y ésta no finge, no te engaña.
La montaña es muy educativa porque cuando se pone la cuesta así (sus manos indican el cielo), no hay jerarquía social.
A todas las personas que se creen alguien en la vida, les pondría aquí, en el cerro de San Pedro. Los cargos se quedan por el camino cuando se tienen que enfrentar a una cuesta, y sino que se lo expliquen a la montaña (se ríe).
Pero aparte de ponerte en tu sitio, superar esa etapa te hace llegar a un lugar adonde no te lleva ni un avión ni un tren ni un coche, nada.
Ahí eres tú y la montaña.
AB: Para mí fue toda una experiencia porque yo no era de dar paseos por el monte, pero cuando empecé a pasear me di cuenta de que solo haciendo el esfuerzo se puede ver y sentir ciertas visiones, ciertas sensaciones.
Solo superando el cansancio, apretando los dientes, aguantando y subiendo consigues llegar a un lugar en donde la visión de la naturaleza, desde ese lugar adonde has llegado, desde esa alturas, es de verdad emocionante.
JLA: La montaña nos iguala a todos…
AB: Allí no hay señoritos ni enchufados…
¿Un monte deseado?.
JLA: Hay varios. Me han hablado muy bien del Monte Cervino en Italia y del Matterhorn en Suiza. ¿Podríamos subir?
AB: Por qué no…Vamos a hacer una cosa, si os parece bien.
Vais a imaginaros que estáis los dos juntos en el Monte Cervino o en Matterhorn, arriba del todo, compartiendo toda vuestra experiencia de la vida, con vuestros aciertos y fracasos.
¿Cómo os veríais desde arriba.
JLA: En la película ‘El hombre que pudo reinar’ de John Houston, hay una escena de Sean Connery y Michael Caine en la que están atrapados delante de un paso que está gobernado por la nieve.
Michael Caine dice: ‘Nos vamos a morir’ y Sean Connery contesta:
‘Pues yo no me cambiaría ni por el rey de la India si para ello tuviera que renunciar a todos mis re-cuerdos’.
Entonces empiezan a reírse y es en ese momento cuando entra la luz y se abre el paso.
Hay una frase en el libro de Walden, ‘La vida en los bosques’, del escritor Henry David Thoreau, que dice:
‘Me fui a los bosques por-que quería vivir deliberadamente’.
AB: Yo, desde arriba, me vería viviendo ‘ deliberadamente’ como comenta Arsuaga.
Me vería en una situación como la que he vivido realmente. No la necesito cambiar.
No me iría a vivir a una cabaña porque, aunque viva en Madrid, yo ya vivo en una cabaña.
En realidad, estoy bastante aislado de los de-más. Una valla te puede separar tanto como un océano.
Necesito soledad y paz para poder trabajar y lo he conseguido, y así he podido desarrollar toda mi obra.
Ha sido un privilegio poder dedicarme a lo que más que-ría: las piedras. Este trabajo solitario me ha servido para cambiarme interiormente, para hacerme mejor persona.
Picar piedras es un trabajo físico tan monótono que lo utilizo para tranquilizarme y, en cierto modo, me ha servido también de ‘rezo’.
Es como una letanía de golpes que se repiten sin fin. No se trata solo de hacer esculturas, se trata de que ellas me lleven a perfeccionar mi vida también.
Para mí, la escultura ha sido una manera de entender el mundo.
No creo que me pase el resto de mi vida haciendo esculturas; llevo años trabajando a la vez con el algodón puro que está muy lejos de la dureza de las piedras y me siento muy bien con él.
Creo que el arte nos transforma, nos hace evolucionar, nos hace mejores.
‘La alternativa a que se te congelen los dedos, es quedarte en casa viendo la tele’ JLA
Arsuaga y Bañuelos albergan una misma personalidad, la personalidad de la combustión espontánea.
Los dos buscan lo inesperado, la sorpresa, que es el mejor regalo de la vida. Juan Luis busca respuestas en las piedras. Alberto también. El hombre no, pero las rocas permanecen.
¿Y como es el proceso creativo en ti, Alberto?
AB: Mi proceso creativo gira alrededor de que, cuando quiero hacer algo, leo mucho y así empiezo a llenar la mochila.
Sé que en algún momento, la creación termina por salir. Ponerme en ese estado de tranquilidad, de sosiego, es como un milagro, pero la idea cae y ya está.
JLA: Yo, para discrepar, creo que el trabajo creativo es un tormento, una obsesión que es incompatible con la vida normal y que cuando estas en momentos de máximo apogeo, es una enfermedad. Juan Luis, ¿tú eres un enfermo creativo? (Carcajada).
Claro, si me comparas con el resto de personas que tienen otros planteamientos de vida, con una existencia intelectual mas cómoda, pues sí, soy un enfermo creativo. Para mí, básicamente, crear es un suplicio, un arrebato.
Además, el arte es como la ciencia, que siempre te deja permanentemente insatisfecho porque, al final, nadie consigue lo que quiere.
Es la frustración permanente. Recuerdo una entrevista que le hicieron al poeta Luis Rosales.
La periodista le decía: ‘su vida es maravillosa, haciendo versos’. Entonces él la miró y con una mezcla de odio absoluto y comprensión infinita, le dijo:
‘¡Mire usted señorita; cada verso que he hecho me ha costado sangre, ¿qué es maravilloso? Sí, lo es, pero también es un tormento’. La vida del artista es, en general, un suplicio. Es como si le dices al que subió el Everest: ‘¡Qué bien lo debiste pasar!’.
Pues no, lo pasé fatal, aunque me compensó.
Pero he perdido todos los dedos de las manos y de los pies y a pesar de eso lo volvería a hacer, pero que te corten los dedos, divertido, no es.
Yo lo vivo como si no hubiera otra alternativa.
AB: Tiene razón Juan Luis cuando dice que el proceso creativo es un tormento.
Cuando he dicho que yo solo me pongo en estado de que me caigan las cosas y que es como un maná que me regala la vida, no es cierto.
Estaba haciendo un poco de terrorismo. Cuando he dicho eso mi mujer ha dado un respingo y rápidamente ha dicho que no es así.
¡Claro, lo ha sufrido! Y tiene toda la razón. Me ha visto durante muchos años luchando con mi trabajo.
La realidad es que después de pensar en un tema, en un proyecto, de leer sobre él, de hacer muchos bocetos, de intentar desarrollarlo, de trabajar y dejar que los sueños y el tiempo lo vaya madurando…luego, como sin tú quererlo, surgen imágenes que, sin poder controlarlas, te van diciendo cosas (es a lo que me refería a ‘te cae como un maná’) pero no te regala nada la imaginación si tú antes no la provocas y la trabajas.
La imaginación es un músculo más. Hay que trabajarla para que te diga cosas. Para que se desarrolle como cualquier músculo de tu cuerpo.
La verdad es que la creatividad es un auténtico tormento y, si se pudiera evitar, creo que todos los que nos dedicamos a esto saldríamos corriendo a tomar aire, a librarnos de la obsesión de nuestro trabajo.
Pero no se elige. Te cae y te aguantas. Es curioso que todo lo relacionado con el arte tiene que parecer, a ojos del espectador, como algo liviano, fácil, que fluye sin esfuerzo, imagino que es porque el esfuerzo no se relaciona con la belleza, lo de sudar la camiseta…
No parece que haya otra alternativa.
JLA: La alternativa a que se te congelen los
dedos es quedarte en tu casa viendo la tele.
AB: (Carcajada). Yo, por ejemplo, cuando estoy haciendo una escultura, a veces levanto la mano porque estoy harto de lijar y al hacerlo, me doy cuenta de que algo no está bien y vuelvo a lijar y a lijar, pero nunca me quedo a gusto.
JLA: Para mí el mejor ejemplo es el ballet, qué bonito, que fácil, ya ves, sale la bailarina, levanta la pierna, sale el bailarín y claro, lo que nadie se imagina es que a un bailarín, medianamente profesional, cuando se levanta por la mañana le duelan cada uno de los huesos de su cuerpo.
Sin embargo, mientras ensaya o ya en la representación, no se le nota el esfuerzo. Baila y sonríe. Parece que no le cuesta, pero el suyo es un esfuerzo enorme. ¿Cuál es la alternativa?.
AB: Quedarte en casa viendo la tele y que baile Rita, la Cantaora.
El Atapuerca de Juan Luis es un microcosmos arqueológico único en el mundo, con yacimientos de diferentes épocas que recorren casi por completo la historia de la evolución humana.
Las esculturas de Alberto son la prueba de que la inspiración no debe confundirse con la vida.
¿Qué es el arte? ¿Qué es el proceso creativo?: un momento de alegría metafísica, un momento de amor por la existencia.
Como un faro que alumbra lo imposible.