Comparten valores y tienen claro cual es su propósito de vida, pero lo que les une de verdad es que sus perros hacen que sus vidas sean completas. No conozco la receta de la felicidad, pero por sus caras estoy segura de que incluye un perro.
Por ALEXANDRA RAL
Fotografía PACO NAVARRO
Maquillaje ORLANDO GIL
Cuentan que Lord Byron, gran apasionado de los perros, en uno de sus viajes en barco, tuvo la mala suerte de ver cómo uno de los perros que viajaba a bordo, caía al océano. Alarmado, el poeta inglés exigió al capitán que detuviera la nave para salvar al animal, pero este se negó en rotundo. Solo si caía una persona al agua podría detenerse el barco. Así que, ni corto ni perezoso, el poeta se tiró al agua y nadó hasta donde se encontraba el asustado animal. Lo sujetó contra su cuerpo y, sencillamente, esperó a que el capitán fuera hasta él. En esta ocasión no podría negarse: tendría que salvar a un ser humano, sí, y lo quisiera o no, también al perro.
Ninguno de los protagonistas de este reportaje ha vivido una situación tan dramática, pero estoy segura de que, llegado el caso, no dudaría en tirarse al océano si su fiel amigo cayera por la borda. Este es un homenaje a todas estas criaturas que, como Boatswain (el famoso terranova de Lord Byron), son bellas sin vanidad, fuertes sin insolencia, valientes sin ferocidad, y poseedores de todas las virtudes de los hombres, pero sin ninguno de sus defectos.
Las anécdotas entre perros y personajes re- levantes es tan larga como la historia de la humanidad. Eduardo VII – hijo de la reina Victoria de Inglaterra- sentía devoción por un terrier blanco que le regalaron el día de su coronación en 1902. En su collar podía leerse la inscripción: ‘Soy Caesar, y pertenezco al rey’. Pero lo que le hizo saltar a la fama fue lo que sucedió tras el fallecimiento de su dueño en 1910. Durante el cortejo fúnebre por las calles de Londres, los jefes de Estado extranjeros y la prensa vieron con sorpresa cómo el perrito caminaba detrás del ataúd, un lugar, en principio, reservado para personalidades y no para animales de compañía. Pero quizás el perro, en este caso, la perra, que rompió el corazón de muchas mujeres en el mundo fue Martha, protagonista de la canción Martha My Dear de Paul McCartney. Cuando el músico confesó que la canción no estaba dedicada a ninguna chica y sí a su mascota, con la que aseguraba tener una relación ‘platónica’, acabó con la ilusión de miles de fans. Por no hablar de los perros salchicha que han sido musa de más de un pintor desde Picasso a Warhol. El primero cambió al mastín del cuadro original de Las meninas por un perro salchicha en su versión de la obra de Velázquez, y, el segundo, lo re- trató en una de sus famosas sopas Campbell’s. No sabemos lo que serían capaces de hacer los protagonistas de este reportaje por sus mascotas, pero lo que sí tenemos claro es que no podrían vivir sin sus perros. •