DANIEL LUMERA
Sociobiólogo italiano, concretamente de Cerdeña, profesor y referente internacional en el ámbito de las ciencias de la salud, la calidad de vida y la meditación, es también el impulsor del día internacional del Perdón y el creador del movimiento de la amabilidad que se extiende como un virus por toda Italia. Más de 250.000 personas, ayuntamientos y universidades han firmado su manifiesto.
Por JULIA HIGUERAS Fotografía LAURA GINÉS RUIZ
Y de restituirle a la ciencia corazón y a la espiritualidad cerebro, trata su último libro: ‘Biología de la gentileza’, escrito al alimón con la genetista Immaculata De Vivo.
Empecemos por la amabilidad, ¿ser amable es ser invencible?
Ser amable es un medicamento natural. Pensábamos que la amabilidad era solo una cuestión moral, pero es un imperativo biológico. Cuando empecé a escribir acerca de estudios sobre meditación y amabilidad que he desarrollado con Immaculata De Vivo, genetista especializada en cáncer y profesora de Harvard, escogimos a un grupo de mujeres piloto a las que hemos estudiado durante cuatro años. Estas mujeres practicaron una meditación específica que se llama ‘loving kindness’ -meditación amable-. En este estudio se comprobó que los telómeros las partes terminales de nuestros cromosomas y que para la ciencia son marcadores de longevidad- estaban mejor conservados en ellas si los comparábamos con los de otras mujeres que no eran gentiles.
Esto significa que, ¿quien es gentil y amable vive más y se enferma menos?
Sí, y rompe completamente con el pensamiento patriarcal. La selección natural nos dice que, si somos amables con los demás, tenemos más posibilidades de sobrevivir y de ser un buen elemento para la supervivencia y la prosperidad del género humano.
Ser amable conviene, es un medicamento natural. No creo que todo el mundo esté de acuerdo.
Estamos acostumbrados a oír que la amabilidad y la gentileza no sirven para nada, pero nosotros demostramos que sí sirven y lo hacemos bajo un razonamiento basado en términos científicos.
La amabilidad está mal vista y se practica poco, además cuesta esfuerzo y en una sociedad donde el esfuerzo está infravalorado.
Muchas personas creen que es un comportamiento superficial, que no sirve para mucho en una sociedad como la nuestra que se asienta en los pilares del saber hacer, saber tener, saber poseer y saber aparecer… Sin embargo, en una sociedad cuyo pilar fundamental sea el del saber ser, la evolución de la amabilidad será imparable.
¿Hay estudios científicos que apuntalan esta afirmación?
Sí, hay un estudio científico concreto que me gusta especialmente, y que se llama efecto onda. En él, se ha demostrado que no solo recibiendo un acto de amabilidad, sino que, simplemente viendo a una persona amable, se activa la química de la amabilidad, porque nosotros somos una especie ‘giver’, una especie que da, que cuida de sus hijos a lo largo de la vida. Estamos biológicamente preparados para cuidar, por eso cuando tú ves a una persona que cuida a otra persona, tus sinapsis neuronales, tus hormonas, comienzan a hacer una fiesta dentro de ti. Tus células empiezan a sonreír y este es el camino, porque nos aporta bienestar.
La amabilidad es contagiosa, es un virus. ¿Por qué no creamos un ejército de personas amables en el mundo? ¿Cómo lo hacemos? ¿Cómo sería este entrenamiento?
Me gustaría mucho que España se contagiara del movimiento internacional de la gentileza. En Italia ha sido viral, 250.000 personas. Es una necesidad biológica.
¿Cómo surgió este movimiento?
Primero, salió el libro ‘La biología de la gentileza’, y ya en las librerías, durante la pandemia por la Covid, se empezó a potenciar la lectura y una vez a la semana, las librerías te invitaban a regalar un libro a quien lo necesitara, después se unieron los restaurantes que una vez a la semana cocinaban pan y comida y les siguieron los hoteles. Más tarde se unió el ayuntamiento de Florencia firmando el manifiesto de ciudades gentiles y de la mano del hospital pediátrico de prestigio internacional, Meyer Children’s Hospital, creamos
el primer máster para médicos y sanitarios sobre la gentileza, donde les enseñamos a acompañar a los niños y a sus familias. Hemos aplicado aquí los programas que desde hace años venimos desarrollando en las cárceles y en las escuelas, para entrenar a las personas en la amabilidad.
‘No podemos afrontar el cambio climático al que nos enfrentamos si no cambiamos antes el cambio climático interior.’
Y es aquí, en este momento de la conversación, cuando sale a colación el término que venimos acuñando en ‘Anoche Tuve Un Sueño’ desde hace ya doce años: el pensamiento sostenible porque, si tu cerebro no es sostenible, es imposible luchar contra el cambio climático. Daniel Lumera publicará próximamente el libro ‘Ecología Interior’,
editado por Mondadori, donde explica cómo si la mente humana no es sostenible ni ecológica, difícilmente va a poder resolverse el problema del plástico, porque el plástico se origina en la mente humana y eso te dice que
no es el mundo el que está enfermo sino el ego de la mente humana.
‘El ser humano –apunta Daniel– es un ser imaginativo que no distingue la realidad de la ficción. Si yo te digo que cierres los ojos y que pienses en tu plato favorito, tu metabolismo se activa y si te imaginas que te estás comiendo un limón, empiezas a salivar. Todo lo que vemos es una interpretación de la mente: España, Italia, Europa, Rusia, Ucrania son solo una idea. Un perro, un gato no ven esto; por eso, una idea tiene un impacto político, económico, ecológico, porque cuando modificamos el ambiente natural nosotros no somos conscientes del impacto ambiental de nuestra mente, pero hay una buena noticia: tenemos herramientas muy poderosas, como la meditación y la respiración conscientes, ambas con base científica y que, desde luego, pueden ayudarnos a purificar nuestra mente
y a vivir mejor. Porque la mente humana es el mayor contaminante que existe’.
¿Cómo se construye una mente ecológica?
No somos conscientes pero, cada día, un ser humano introduce en su cerebro alrededor de 74 ‘gigabytes’ de información, una cantidad diaria que, en una semana, es capaz de romper cualquier ordenador.
Y así no hay manera, con tanto ruido alrededor…
El silencio es fundamental. La neurobiología del silencio. Entender cómo el silencio reordena, cómo el silencio nos permite poner orden en una mente caótica que necesita cada vez más ruido.
‘No podemos afrontar el cambio climático al que nos enfrentamos si no cambiamos antes el cambio climático interior’
Sometemos a nuestra mente , de manera inconsciente, a un proceso de bulimia permanente. El ruido constante, la información constante. Hay que eliminar todo ese ruido.
¿Cómo? Hay muchas técnicas para crear espacios de silencio regenerativo. Reducir el ruido constante, para ello debemos hacer un détox digital de, como mínimo, un día por semana. Esto es fundamental. Ahí nos daremos cuenta de lo enganchados que estamos, de que nos hemos convertido en adictos al ruido.
¿Alguna técnica más?
Crear contacto con la naturaleza desde un espacio contemplativo que encaja a la perfección con la meditación. La meditación es uno de los hábitos naturales que debemos reintroducir en nuestro día a día. Y hay que hacerlo porque es beneficioso para la salud. Existe mucha evidencia científica sobre estos beneficios. Una mente meditativa es la mejor inversión que podemos hacer para tener una buena salud, porque mejora la empatía, porque te empuja a ser mas sostenible, porque expande tu conciencia y entonces sientes la Tierra comotu casa.
Y ordenar el interior.
La primera casa es nuestro interior y hay que poner orden. Y no habrá orden si no ponemos luz, si no nos escuchamos y no limpiamos nuestras emociones. Al igual que existe una dieta nutricional debería existir una dieta emocional. Al levantarnos, cada uno de nosotros debería preguntarse: ¿qué pongo hoy en mi plato de las emociones? ¿Resentimiento, culpa, impotencia? No somos conscientes de que estamos saturados de estos tres ingredientes emocionales y para neutralizar el exceso, igual que no nos bebemos dos botellas de vino al día, ni comemos diez tabletas de chocolate, debemos racionalizar el exceso de determinadas emociones. Y para hacerlo hay que compensarlas con empatía, gratitud, dicha, gozo, gentileza, porque esa es la dieta que necesitamos.
Nos levantamos, nos duchamos, nos perfumamos el cuerpo, ¿deberíamos hacer entonces lo mismo con las emociones?
Claro, debes darte una ducha emocional cada mañana, ser consciente de lo que sientes y piensas. Limpiar los pensamientos disfuncionales es esencial, es una práctica de buena ecología.
‘Perdonar no es justificar: es actuar, defenderse de una manera consciente’
Estas prácticas se dan en el ámbito del individuo, pero ¿qué hacer a nivel colectivo?
Hemos desarrollado el primer test psicométrico del impacto de la gentileza sobre la productividad de las empresas.
¿Y?
Hemos descubierto que el impacto de la gentileza sobre la productividad de las empresas es enorme. Está demostrado que, si la empresa gestiona el error no como un castigo sino como una herramienta para el crecimiento, los empleados se vuelven mas creativos, tienen mas confianza en sí mismos y son más amables entre ellos. Se para la competitividad para dar paso a la colaboración y todo esto aumenta la productividad y la eficiencia de la empresa. Al final, esto se traduce en beneficios para todos.
¿Qué actos de gentileza nos recomiendas practicar cada día?
Recomiendo practicar cuatro actos de gentileza al día: el primero hacia ti, el segundo hacia otra persona, el tercero hacia la naturaleza y el cuatro hacia los animales…
Y pasamos de esta lección sobre la gentileza a cómo aprender a practicar el perdón, porque si la primera ya era una práctica complicada, el perdón se nos escapa, en la mayoría de los casos, de las manos.
¿Qué es perdonar? Las personas comunes, cuando yo digo la palabra perdón piensan, en el pecado o en un maltrador y en una víctima… Pero el perdón no es nada de todo esto.
Si hiciéramos un decálogo de lo que significa el perdón, ¿qué sería?
Entender que perdonar no es olvidar. Perdonar es, sencillamente, vaciar el recuerdo del contenido del dolor.
Nosotros sabemos que se puede hacer y que funciona. Cuando los soldados vuelven de la guerra, se les hace revivir, de una forma controlada, todo lo que han pasado para que puedan descargar el dolor e interpretar de manera constructiva sus recuerdos.
¿Perdonar es justificar lo que está sucediendo?
No, perdonar no significa justificar. Cada uno de nosotros, cuando ha pasado una crisis de pareja, por ejemplo, en el momento que sucede, es para nosotros una tragedia y solo años después, pensamos: ¡menos mal que ha pasado!
¿Quizás sí es un acto de debilidad?
Absolutamente no. Perdonar no significa no reaccionar, es actuar, defenderse de manera consciente, y esto, sin duda, redefine el perdón. Y ahí entiendes que no es una debilidad sino
una forma de coraje.
Nosotros vivimos en una sociedad patriarcal, antropocéntrica, que justifica la violencia como motor evolutivo.
Hemos interpretado, básicamente, que sobrevive el más fuerte. Se imponen la fuerza física, psicológica y económica. Darwin no nos dijo esto. Nos dijo que sobrevive aquel que se adapta mejor a los cambios. La persona que mejor se adapta está más interconectada y crea cooperación, interdependencia y colaboración, tres características totalmente femeninas.
Los comportamientos empáticos de colaboración.
De compasión, agradecimiento, perdón… La ciencia ha demostrado que el futuro que está llegando va a favorecer estos comportamientos empáticos. Es, sencillamente, una tendencia femenina evolutiva… Estamos viviendo el eco de un patriarcado que no quiere morir.
¿Cómo podemos aplicar el perdón? ¿Es un acto revolucionario?
Lo es, porque significa saber estar con todo el dolor que tengo dentro. Perdonar significa hacerlo en el dolor y en el amor. Si te atas al dolor, sufres. Una mujer que ha sido violada si sigue atada a lo que ha pasado, le da al perpetrador la posibilidad de seguir arruinándole la vida. Lo mismo pasa con el amor. Si tú te atas al amor transformas el amor en una obsesión, en posesión. Por eso, el perdón es el arte de transformar el dolor y el amor en un don, sin retenerlo, dejándolos ir, encontrando dentro tu presencia, tu capacidad de estar en el dolor y hacerlo con amor. El ser humano tiene la pretensión de que el mundo le de ese reconocimiento, esa cura, ese amor que él mismo no se da.
Y hablando del perdón, tan necesario para poder seguir viviendo y disfrutando del milagro que es vivir, ¿piensas que el pueblo ucraniano perdonará alguna vez a Putin?
(Se queda pensativo un rato, pensando muy bien la respuesta y finalmente, arranca).
Puedo hablarte de lo que he visto en esta vida. Yo utilizo el perdón en dos lugares llenos de dolor y sufrimiento como lo son las cárceles y el acompañamiento en la muerte de las personas, y estoy convencido de que si funciona allí puede funcionar en cualquier otra parte.
En las cárceles hay personas que llevan encerradas desde hace mas de 30, 40 o 60 años, incluso que están condenados a cadena perpetua –vosotros, en España, no tenéis, pero, nosotros, en Italia sí ) y que han llegado a perdonarse y a perdonar al Estado y personas que en el punto de su encuentro con la muerte dan un cambio radical. Creo que en el proceso de la guerra de Ucrania los individuos tendrán que ser capaces de dar el salto, de ser capaces de limpiar tanto sufrimiento, de ponerse a ayudar a sanar a las personas que estén a su alrededor. Este proceso va a durar mucho tiempo a no ser que un montón de gente les ayude a través de una conciencia superior y les llevará varias generaciones conseguir aplacar su dolor, porque atarse al odio significa que el perdón tardará en llegar.
Perdonar no significa olvidar.
Aquí es un acto de coraje real para transformar lo que está pasando en una herramienta, en una oportunidad para desarrollar virtudes y crecer.
Pero, ¿cómo perdonar a quien te ha quitado todo, a quien ha masacrado a personas que estaban en su turno para comprar el pan, a quien ha bombardeado hospitales infantiles donde niños pelean a diario con un cáncer?
En esta vida, he visto a madres que han sido capaces de perdonar a sus hijos asesinos. He visto cosas impresionantes relativas al perdón. Y sí, se puede perdonar y se debe. Y lo digo porque un estudio de Harvard ha demostrado que, si tú te sientas en la silla de al lado de una persona con tendencias suicidas, en diez minutos el tono de tu humor habrá bajado de dos a tres puntos. Dormir dos o tres noches con un deprimido o con un optimista o con una persona gentil te cambia la vida en negativo o en positivo, y sin hablar. Existe un intercambio muy sutil, casi invisible, por eso es tan importante trabajar el mundo interior, solo así conseguiremos perdonar y vivir. Tenemos el deber de ser felices. •