El confinamiento por la Covid-19 ha sido aleccionador. Y ahora es imperativo no olvidar.
Y darnos cuenta de que ha llegado el momento de participar, de escuchar y conciliar, de actuar, de construir un futuro distinto, de sobreponernos al inmenso poder mediático.
Considerándolo como una terrible ‘arma de distracción masiva’, según la afortunada expresión de Soledad Gallego.
Por fin, la voz de los pueblos.
Ya todos somos iguales en dignidad, sea cual sea el género, la ideología, la creencia, la etnia.
Por fin, la voz de los pueblos tiene en sus manos las riendas de la gobernanza mundial, cautivas hoy en las de unos grupos plutocráticos (G-6,G-7,G-8,G-20), dependientes a su vez de los inmensos consorcios que, a escala global, nos dominan y condicionan.
Los mismos gigantes tecnológicos que nos han permitido expresarnos libremente nos impiden ahora poder hacerlo para reconducir las
sombrías tendencias presentes.
Tendremos que vivir muy despiertos y diligentes para que los tiempos de la ‘nueva normalidad’ no sean la ‘normalidad’ de antes.
Debemos leer y releer, oír y oír de nuevo, los preciosos versos de Mario Benedetti en Cuando la tormenta pase:
‘Y entonces recordaremos todo aquello que perdimos / y de una vez aprenderemos / todo lo que no aprendimos’.
Por primera vez en la historia, las amenazas son globales y algunas potencialmente irreversibles.
Conozco muy bien lo que significa la más terrible expresión:
‘Ya no tiene remedio’ porque en 1967 inicié los análisis en neonatos para el diagnóstico de enfermedades metabólicas que, si no se tratan a tiempo, afectan de tal modo el funcionamiento neuronal, que se produce una grave discapacidad sin retorno.
Es en salud y en los procesos irreversibles, en los que deben invertirse buena parte de los desorbitados fondos que hoy se dedican a la defensa territorial.
Mientras los habitantes de estos territorios tan bien protegidos carecen de alimentos, de agua potable, de servicios de salud de calidad, de medios educativos…
No me canso de repetir que es intolerable que cada día mueran de hambre miles de personas, la mayoría niñas y niños de uno a cinco años de edad, al tiempo que se destinan más de 4000 millones de dólares a armas y gastos militares.
Es moralmente exigible un nuevo concepto de seguridad que permita pasar de la razón de la fuerza a la fuerza de la razón.
Y es que la paz es el reflejo del comportamiento cotidiano, de una educación que permita a todos aprender a ser:
‘Libres y responsables’ como establece el Articulo I de la Constitución de la Unesco.
Poder ejercer plenamente las facultades distintivas de la especie humana: pensar, imaginar, anticiparse, innovar,
¡crear!.
Cada persona capaz de expresar sus propias opiniones y no actuar al dictado de nadie, ni seguir directrices dogmáticas, fanáticas, supremacistas…
Se trata de cambiar uno mismo para entrar en la nueva era.
La que ya podrá ponerse en práctica la gran fórmula, entonces prematura, de Franklin Delano Roosevelt al final de la Segunda Guerra Mundial, plasmada en el inicio de la Carta de las Naciones Unidas:
‘Nosotros, los pueblos,… hemos resuelto evitar a las generaciones venideras el horror de la guerra’… (sic) •
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FEDERICO MAYOR ZARAGOZA, presidente de la Fundación Cultura de Paz, exdirector general de la UNESCO.