Decidir hoy ser un adulto comprometido se ha convertido en un acto subversivo. ‘El sistema nos quiere más infantiles, más vulnerables y más manipulables’. Así de claro lo tiene la filósofa y directora del Einstein Fórum, Susan Neiman. Reivindica también en estas páginas la acción de las personas honradas como única opción para construir un futuro mejor. Se puede ser optimista. Y se debe. Ella, desde luego, lo es.
Por FERNANDO LÓPEZ DEL PRADO Fotografía BETTINA VOLKE
En el moderno Kings Place de Londres, flamante sede del periódico The Guardian, la doctora Susan Neiman ha presentado su última obra ‘Why grow up?’ – algo así como ‘¿Por qué madurar?’ – como parte de los eventos organizados por la Semana del Libro Judío. En él defiende las ideas de la Ilustración, nos conduce por el valioso trabajo del filósofo Emmanuel Kant y nos desvela los secretos de una madurez comprometida sin renunciar a ningún sueño de la infancia. Londres es una ciudad con mal tiempo y cara. Eso sí, tiene una oferta cultural con la que muy pocas capitales internacionales pueden competir. Tarde o temprano, todas las personas que tienen algo que decir o vender, hacen una parada aquí. Desde Madonna a Kandinsky, que en la gloria del olimpo artístico esté, y como no, nuestra entrevistada Susan Neiman que no podía ser una excepción. Nació en Atlanta, Georgia. Estudió filosofía en Harvard y en la Freie Universität de Berlín. Fue profesora de esta disciplina en las universidades de Yale y Tel Aviv. Además, como directora del Einstein Fórum, la invitan a hablar en medio mundo y es autora de numerosos libros y artículos de opinión.
El subtítulo de su libro es ‘Pensamientos subversivos para una era infantil’. ¿Se considera usted una escritora subversiva? Quizá esa consideración sea ir demasiado lejos. Este subtítulo es el resultado de una larga negociación entre mi editor y yo. Lo que intento decir es que, hoy en día, el hecho de decidir ser un adulto comprometido se ha convertido en un acto subversivo. A muchos amigos les horrorizó mi elección. Me preguntaban, ¿por qué tendría que querer madurar?’. Claro, que su ídolo siempre había sido el bueno de Peter Pan. Lo subversivo era que yo me negara a madurar renunciando a mis sueños, a aceptar que el mundo es así, a resignarme. Las estructuras del poder establecido quieren que seamos cada vez más infantiles. Nos quieren más vulnerables. Manipulables. Están haciendo todo lo posible para que desistamos de madurar de manera sana y consciente.
Cuando maduramos, cuando nos hacemos mayores, ¿tenemos la opción consciente de ser optimistas? Yo creo que sí. Creo que sí podemos elegir de manera consciente madurar de manera decente y feliz o, por el contrario, hacerlo de manera miserable y resignarnos sin remedio. Este ha sido un tema recurrente en mi trabajo y sobre el que he escrito abundantemente. [Emmanuel] Kant defendía que los ciudadanos tenemos una obligación moral. Él la llama ‘fe racional’. No podemos prever el futuro, pero si no creemos que el futuro puede ser mejor mediante la acción honrada de las personas, desde luego que las cosas no mejorarán. No siempre seremos capaces de actuar de manera ejemplar, pero tenemos la obligación de intentarlo. En numerosas ocasiones se han malinterpretado ciertas ideas que nacieron durante la Edad de la Ilustración. En este caso, se ha confundido la obligación moral de cada una con tener la convicción acerca de algo – no creemos que el mundo mejorará, sino que puede que mejore. Yo misma he tenido mis momentos. Durante los últimos cinco años ha habido momentos en los que me ha sido muy difícil continuar con esta obligación moral.
¿Cuál es la función principal de quien se dedica a la filosofía? ¿Cómo puede contribuir a la superación de los males sociales actuales? No creo que se encuentre la solución a un problema acudiendo a una fórmula preestablecida. Cada hecho ha de mirarse caso por caso. No creo que sea posible dar una única respuesta. Lo que sí podemos es orientar. Nuestro trabajo es aportar un conjunto de modelos que ayuden a considerar cada caso y que muestren cómo se debería afrontar cada uno de ellos. Pero volviendo a su pregunta, la cuestión es que si la filosofía no toma las riendas a la hora de aportar respuestas, no faltarán los charlatanes que, sin pudor, se apropien de esta responsabilidad y traten de llevar a las personas por la senda equivocada. Nietzsche tiene una frase que explica muy bien esto: ‘Hay espíritus que enturbian sus aguas para hacerlas parecer profundas’. Hay una gran necesidad de contar con teorías concisas y bien planteadas. Pero muchos de los que estaban en posición de liderar este trabajo teórico han desistido. Por eso soy una gran defensora de los autores de la Ilustración. Su producción intelectual iba dirigida a la población en general – que, por otra parte, era su audiencia natural. No pretendían impresionar a sus colegas enturbiando las aguas en aras de dotar de falsa profundidad a su trabajo. Escribían de manera clara y accesible a todo el mundo.
¿En qué se diferencia el Einstein Fórum de otros centros dedicados a la producción de conocimiento? El Einstein Fórum se fundó en 1992 durante un periodo bastante difícil para la ciudad de Potsdam, donde tiene su sede. Mucha gente temía que la reunificación traería una oleada de nacionalismo. Con la intención de contrarrestar esta amenaza, el gobierno alemán hizo una gran inversión en ciencia y cultura. Como símbolo para una nueva Alemania se decidió reformar una antigua casa de campo propiedad de la familia Einstein en Potsdam. Esta localidad fue un lugar de gran importancia durante el periodo de la Ilustración, lo que encajaba a la perfección con mis propios intereses. Cuando me uní como directora quise darle un carácter marcadamente multidisciplinar. Como resultado, numerosos intelectuales se mostraron interesados. El objetivo siempre ha sido que las personas que vengan a trabajar con nosotros puedan enriquecerse intelectualmente debido a las diferentes disciplinas que confluyen en el centro. Mi propio trabajo ha mejorado mucho desde que he estado expuesta a otras áreas de conocimiento. Después del 11-S y la reacción del gobierno del Presidente Bush, la dirección que tomaría el Fórum se presentó muy clara para mí. Por aquel entonces, el Fórum ya tenía la reputación de reunir a intelectuales norteamericanos que estaban en contra de la Guerra de Irak y las represalias después de los atentados. Desde el Fórum apoyamos el movimiento ‘No en mi nombre’. Yo misma participé en numerosos medios de comunicación criticando al gobierno de Bush, lo que nos valió gran apoyo internacional. Cuando en 1995 me mudé a Israel sentí la responsabilidad de reunir a personas que formaban parte del movimiento pacifista. Apoyamos a voces muy críticas con la manera en que el conflicto palestino-israelí se estaba manejando. No estamos afiliados a ninguna universidad ni institución, lo que nos da mucha libertad para decidir en qué vamos a trabajar o sobre qué hecho vamos a investigar. Nuestra determinación es mantener el centro lo más democrático posible. Lo que no ocurre con otros centros de estudio alrededor del mundo.
¿Se podría decir que vivimos en tiempos ilustrados? No, desde luego que no.
¿Qué necesitamos para que sí lo sean? Para empezar deberíamos dejar de atacar las ideas que nacieron durante el periodo de la Ilustración. Se ha llegado a decir que sus planteamientos eran pueriles o inocentes. Que el desarrollo del concepto de universalidad de los derechos humanos ha llevado a superar el periodo ilustrado. Yo no puedo estar más en desacuerdo. En mi opinión es la última manifestación de sus enseñanzas. En muchos círculos de la izquierda política se aceptó que la Ilustración era eurocéntrica y que pretendía imponer sus ideas occidentales al resto del mundo a través de la colonización. Yo defiendo justo lo contrario. De hecho, la Ilustración rechazaba la idea de eurocentrismo. Trataba de ver a las sociedades europeas desde un punto de vista más objetivo. Es más, empatizaba con la manera en que sociedades no occidentales veían a Europa. Las ‘Cartas Persas’ de Montesquieu son un gran ejemplo de un texto ilustrado intentando entender a Europa a través de los ojos del Islam. Trabajos similares fueron escritos sobre China y África en este periodo.
Aún así la Ilustración no logró prevenir los desmanes del colonialismo. Sí, es cierto, pero no puede decirse que no lo intentaran. Kant escribió abundantemente acerca del éxito de Japón manteniendo fuera a las potencias coloniales. Llegó a expresar públicamente su deseo de que otros países hubieran podido hacer lo mismo. Esto nos lleva a la eterna pregunta. ¿Qué capacidad de influencia o movilización tenemos los pensadores? Creo que culpar a los teóricos de la Ilustración por los horrores del colonialismo es incomprensible, aunque todavía se haga en la filosofía contemporánea. Uno puede preguntarse por qué esto es importante. La respuesta es que cuando nos embarcamos en un debate intelectual serio debemos utilizar las herramientas correctas y para esto la herramienta más importante es la razón. Creo que hay tres enfoques fundamentales con los que mirar al mundo. Nostalgia premoderna que defiende que las cosas eran mejor antes y ahora nos encontramos sumidos en una etapa de decadencia; ironía posmoderna que dice que la decadencia es algo que necesita ser revisitado y puede ser perfectamente válido. O se puede optar por elegir una mirada moderna que recoja los presupuestos de la Ilustración y que tenga la capacidad de autocrítica, transformación y mejora. Cosa que no veo posible en los dos primeros enfoques. Estaría dispuesta a considerar una cuarta opción, pero aún no he encontrado a quien me la presente.
‘No siempre seremos capaces de actuar de una manera ejemplar,
pero tenemos la obligación de intentarlo’
¿Cree que a pesar de las influencias occidentales de la Declaración Universal de los Derechos Humanos puede considerarse un documento genuinamente universal? Creo que los valores que recoge la Declaración Universal de los Derechos Humanos sí pueden considerarse que tengan una validez universal. A pesar de todas las críticas que se han vertido sobre ellos, las personas que formaron parte de su redacción invirtieron una enorme cantidad de tiempo y esfuerzo para que quedaran reflejadas una miríada de culturas y escuelas de pensamiento. Desde luego que no se puede decir que sea un documento perfecto. Por ejemplo, la relación entre la comunidad y el individuo en algunas culturas asiáticas difiere de cómo son en otras partes del mundo. Esta diferencia claro que afecta a la hora de entender y aplicar los derechos humanos. De todos modos, sí creo que sus valores subyacentes puedan ser compartidos universalmente.
¿Usted cree que la filosofía puede contribuir a relanzar las ideas de la Ilustración para el siglo XXI? Es precisamente lo que muchos estamos intentando hacer. En vez de hablar de filosofía para el siglo XXI, prefiero hablar de los pensadores y pensadoras del siglo XXI. Un buen ejemplo es el inglés Adam Curtis. Ha creado para la BBC una serie de documentales muy provocadores desde el punto de vista de la generación de pensamiento. Estoy convencida de que trabajos como éste sí pueden contribuir a mejorar nuestro mundo de hoy. Ha hecho una labor magnífica de deconstrucción de ideas y estructuras muy complicadas para presentarlas al público en general de una manera accesible. Cosa que es bastante rara de ver en estos días… De manera similar, en estos momentos, muchos artistas y científicos están hablando sobre el Antropoceno (nueva era geológica de una Tierra transformada por el ser humano). El hecho de que ya no es posible mirar a la Naturaleza sin tener en consideración la abrumadora influencia que la acción del ser humano está teniendo sobre el medioambiente. Algunos de los trabajos que se están desarrollando son realmente fascinantes y están desafiando la tradicional división de las diferentes disciplinas académicas. Mi esperanza es que cineastas, artistas, gentes de ciencia, filósofos, economistas serios y comprometidos con su tiempo sean capaces de promover un debate global en una dirección más optimista. Un buen ejemplo se puede encontrar en el trabajo de Thomas Piketty. Cómo una disciplina tradicionalmente conservadora como la economía puede ser dirigida hacia una nueva dirección.
En su libro menciona el concepto acuñado por Erik Erikson ‘generativity’ – que en español se podría traducir como capacidad generativa. ¿Por qué le da tanta importancia? En realidad ‘generativity’ es la práctica de restituir al mundo lo que de algún modo nos dio y la satisfacción que se deriva de esta acción. No hay estudios psicológicos que lo consideren como algo negativo. Muy al contrario, se ha demostrado que hace más felices a las personas. Es interesante, e inquietante al mismo tiempo, descubrir que las personas con menos recursos económicos proporcionalmente contribuyen más a la sociedad. Creo que esta satisfacción emana de un sentimiento de solidaridad hacia otros seres humanos y de la capacidad de poder ayudar a aquellas personas que lo necesitan.
Kant decía que el derecho a visitar otros países debería ser una de las razones para la paz perpetua. Rosseau en Emile señalaba que era necesario saber cómo viajar. Y usted defiende que viajar de la manera correcta es de vital importancia para alcanzar la madurez. ¿Cómo se viaja correctamente? Ver el mundo y vivir otras culturas debería ser el objetivo fundamental de todo viaje. Solo de este modo podremos ver nuestra realidad desde otros puntos de vista. Algo cambia realmente cuando entramos en contacto con otras culturas y mucho más cuando aprendemos otro idioma. Cuantos más idiomas se aprenda con más culturas uno podrá relacionarse. Normalmente cuando personas con mucho dinero se deciden a viajar hacen justo lo contrario, por lo que la posibilidad de crecer y madurar durante el viaje se desvanece. Cuando a la persona que viaja se lo dan todo hecho y no asume ninguna responsabilidad, este tipo de viaje se convierte en la máxima expresión de desconexión con el país que se visita. Es una manera de permanecer siendo tratado como a un niño. Wittgenstein defendía que el origen del pensamiento filosófico se inicia al reconocer no saber cómo se hace algo. Aterrizar en un país extranjero y aprender sus normas básicas de convivencia es algo que merece la pena. No todos tenemos la suerte de poder pagar nuestras facturas haciendo un trabajo que nos encante. Es lógico que sintamos la necesidad de ‘escapar’ durante nuestras vacaciones, pero siento que es una oportunidad perdida para crecer y madurar. No nos podemos considerar adultos plenos si nos contentamos con ser consumidores pasivos.
¿Cómo cree que el flujo constante de noticias negativas puede influir en nuestra manera de obrar? ¿Nos motiva para asumir la responsabilidad de ser adultos o a todo lo contrario? Las malas noticias no son agradables. Nos influyen de manera negativa desde el punto de vista emocional. Limitan nuestra motivación y capacidad para cumplir la obligación moral de la que hablaba Kant. Nos tientan para no querer ser parte del cambio positivo. He escrito bastante sobre la fijación de muchos medios de comunicación de centrarse en lo negativo. Hay asuntos que son tan complejos que he llegado a dudar sobre si el trabajo de una pensadora como yo podría contribuir al cambio. De ahí que la labor de revistas como su publicación adquiera tanta relevancia. Hay que resaltar que muchas personas mantienen la fe y orientan su trabajo y talento a mejorar la realidad en la que vivimos. El hecho de hacerse eco de buenas noticias es de vital importancia. Estamos tan acostumbrados a lo negativo que pareciera que compartir lo bueno que mucha gente es capaz de hacer es un signo de estupidez. Y esto no es así. Por eso vale tanto la pena el esfuerzo de publicaciones como Anoche Tuve un Sueño. La palabra optimista hace referencia a qué rumbo está tomando el mundo. Me gusta pensar que también hace referencia a la noción de esperanza. A menudo pienso si estaremos entre los últimos optimistas…
Por suerte, esta es la primera vez durante toda la entrevista que no estamos de acuerdo con la Doctora Neiman. •