Norteamericana de nacimiento y parisina de residencia, Susan George es una de las intelectuales progresistas más brillantes y respetadas de nuestra época. Amable, permite que la interrumpamos en plena preparación de una conferencia que dará, días después, en la London School of Economics, a la que también podremos asistir. Habla con Anoche Tuve un Sueño sobre su último libro, sobre el futuro que se cierne sobre nosotros de no cuidar nuestro entorno natural, sobre la insensatez humana de no reaccionar ante los ataques a la democracia y sobre el potencial creativo de las minorías.
Por FERNANDO LÓPEZ DEL PRADO Fotografía THE TRANSNATIONAL INSTITUTE
Incansable y profundamente comprometida con su tiempo, Susan George ha escrito cerca de 20 libros y un sinfín de artículos para periódicos de diferentes nacionales sobre temas tan destacados como el estado de la economía mundial, las crisis actuales, las medidas de austeridad y el creciente poder de las grandes corporaciones. A lo largo de su carrera, ha colaborado con diversas agencias especializadas de Naciones Unidas, Greenpeace y ATTAC. En la actualidad es asesora del Observatorio Europeo de Corporaciones y presidenta de la junta de Transnational Institute, reconocido centro de investigación e incidencia política, cuya misión fundacional es la de trabajar por la consecución de un mundo más democrático, equitativo y sostenible.
Su último libro, ‘Los Usurpadores. Como las Empresas Transnacionales Toman el Poder’ (ICARIA, 2.015) hace un repaso a cómo individuos con demasiado poder, grupos de presión, corporaciones multinacionales y organismos de nuevo cuño están haciéndose con el control de las instituciones de gobierno elegidas por la ciudadanía. Desprovisto de palabras sofisticadas y jerga especializada, alerta sobre los riesgos que tendrá este control sin oposición sobre el medioambiente, la democracia, la salud y el bienestar de las personas. Un brillante ejercicio de elocuencia al servicio de la paz, la dignidad humana y la justicia social.
En su libro comenta que ‘el modelo neoliberal hace falsas promesas de prosperidad y puestos de trabajo para todos, pero que al mismo tiempo es incapaz y no tiene la mayor intención de cumplir estas promesas’. Continúa diciendo que ‘este modelo ha sido desacreditado moral, intelectual y empíricamente’. No obstante, echando un vistazo a la situación mundial actual, pareciera que está ganando la partida. ¿A qué se debe? El fundamento del modelo neoliberal no se vertebra en torno a la idea de ser modelo inclusivo, donde se dé la bienvenida a todos. Muy al contrario. Se organiza para que se puedan transferir enormes sumas de dinero y el control total del poder político a una élite. Y hay que reconocer que esta élite, que se conforma del 1% de ese 1% dominante, está cosechando un éxito sin precedentes. Es un sistema que se construye sobre la premisa de hacer desaparecer de manera progresiva las leyes que regulan las relaciones laborales y reducir la capacidad de las personas para ejercer la democracia.
¿Cuáles son las principales características de lo que usted llama la ‘gran regresión neoliberal’? El sistema neoliberal ha creado las cotas más altas de desigualdad entre los seres humanos. Ha sido decisivo para hacer aumentar la cantidad de personas que se encuentran sin acceso a un empleo o en situación de precariedad laboral, para los que van a trabajar. Antes de que este modelo cosechara tal éxito político, sobre todo a partir del año 1.979 y con las victorias electorales de Ronald Reagan en Estados Unidos y Margaret Thatcher en el Reino Unido, la situación no era así. Por lo tanto, se puede afirmar que sea una regresión en toda regla. El modelo neoliberal es lo opuesto a lo que entendemos por progreso social.
Comenta en el libro que posiblemente lo más peligroso y agresivo del comportamiento de las corporaciones multinacionales sea la pretensión de apoderarse de las funciones básicas de los gobiernos y deshacerse de las protecciones básicas a los ciudadanos a través de los llamados Tratados de Libre Comercio. En realidad no quieren asumir las funciones asignadas tradicionalmente a los gobiernos. No creo que estén muy interesados en hacerse cargo de las responsabilidades de su día a día. Lo que sí pretenden es marcar su agenda política y hacer valer sus propios intereses. Pretenden poder fijar los términos de estos tratados, pero la negociación, más farragosa, se la dejan a los gobiernos. Este hecho es especialmente claro en el caso del TTIP. Las multinacionales están exigiendo tener mayor protagonismo en los procesos de elaboración de leyes, en un claro intento de usurpar las funciones legítimas del poder legislativo. Si estados soberanos optaran por pasar una determinada normativa que, supuestamente, fuera en contra de sus intereses, estas empresas podrían demandar a países enteros. Están presionando para que la resolución de estos litigios quede en manos de una corte de arbitraje privada, en vez de en manos de un tribunal. Esta situación es especialmente peligrosa, sobre todo, en el caso de los asuntos relacionados con el cambio climático. Por ejemplo, si un gobierno pretendiera limitar la extracción de combustible de origen fósil en su territorio o poner un tope a las emisiones de dióxido de carbono, se podría encontrar con el desafío de los principales inversores de estas empresas arguyendo que ese gobierno está coartando su obtención de beneficios. Del mismo modo, si a un gobierno se le ocurre subir el salario mínimos a sus trabajadores, estas empresas lo podrían interpretar como una afrenta a sus posibles ganancias. Sus consecuencias serán nefastas.
‘EL SISTEMA NEOLIBERAL HA CREADO LAS COTAS MÁS ALTAS DE DESIGUALDAD ENTRE LOS SERES HUMANOS’
¿Por qué cree que las negociaciones del TTIP están siendo tan secretas? Si realmente se supiera todo lo que está en juego y sus consecuencias, la opinión pública sería muy negativa. Inicialmente creyeron que estas negociaciones podrían haber concluido en 2014, pero su sorpresa ha venido de la creciente oposición que se está generando en diferentes puntos del planeta. Pareciera que para calmar los ánimos, la Comisión Europea ha prometido negociar la inclusión de cláusulas de protección del empleo y el medioambiente en el tratado, pero no creo que puedan hacerlo. Ya lo intentamos sin éxito con la Organización Mundial del Comercio al inicio de los años 90. La Comisaria Europea de Comercio, la sueca Cecilia Malmström, ha declarado que es su intención que estos elementos de protección formen parte del borrador del TTIP y dice estar a la espera de que su contraparte estadounidense se pronuncie al respecto. No hemos de engañarnos, si no se ha conseguido en los últimos 20 años, muy posiblemente no se vaya a lograr ahora. Esto es lo que en francés llamamos poudre aux yeux – literalmente, ‘polvo en los ojos’ -. Es una cortina de humo que nos lanzan para que nos aplaquemos y dejemos de protestar. Los americanos no lo van a aceptar nunca.
¿De firmarse este tratado traería algún tipo de beneficio a la ciudadanía europea? Es muy difícil de decir. Creo que Europa, las grandes empresas europeas, lo que pretenden es tener acceso a los cuantiosos contratos públicos del gobierno norteamericano en materia de infraestructura, principalmente. Aún no se ha podido corroborar, pero al parecer para conseguirlo estarían dispuestos a hacer importantes concesiones en la política agraria comunitaria, aunque yo no estoy muy segura de que vayan a tener éxito. Los americanos se vienen quejando de que el uso europeo del ‘principio de precaución’ a la hora de regular la aprobación de un nuevo producto en el continente es abusivo y adolece de base científica. Defienden que los alimentos que contienen organismos genéticamente modificados son perfectamente saludables y que aún no ha sido posible corroborar el peligro para la salud o el medioambiente de una serie de productos químicos que están prohibidos en Europa. Esto es completamente falso. Hace poco que se destapó el escándalo con los coches de Volkswagen. Hemos sabido que la empresa estaba engañando tanto a los gobiernos como a los consumidores. Estaba utilizando datos falsos en su único beneficio. Del mismo modo, sabemos que General Motors ha tenido que retirar del mercado cerca de dos millones de coches porque el mecanismo de arranque de uno de sus modelos estaba defectuoso. Lo más sorprendente es que pretenden hacernos ver que este comportamiento es perfectamente normal. Su manera de abordar este asunto es: muy bien, que se distribuya y si finalmente se comprueba que hay algo que no funciona y como resultado se interponen cientos de demandas, en ese momento puede empezar a considerar tomar medidas cautelares’. El enfoque europeo en cuanto a la regulación de productos y procesos es muy diferente. Aunque para serle sincera, las multinacionales de ambas partes del Atlántico podrían asumir hacer negocios de esta manera, podrían permitir a todo el mundo que exportara e importara lo que le viniera en gana y dejar al mercado que regulara.
Si un tratado de estas características se está negociando bajo un presidente demócrata, ¿cómo sería si se estuviese debatiendo bajo la administración de un gobierno republicano? Mucho peor, imagino. Se espera que el tratado se concluya durante el mandato del presidente Obama, pero no está muy claro ya que se prevén dificultades adicionales. El tratado necesita el visto bueno del Senado norteamericano, de mayoría republicana. Es más, sería erróneo pensar que todos los republicanos tienen la misma actitud respecto al TTIP. Algunos son tremendamente proteccionistas. Habrá que esperar y prestar mucha atención a quién resulta ser elegido o elegida en las próximas elecciones presidenciales. El presidente Obama logró obtener del Congreso de los Estados Unidos la aplicación del mecanismo de vía rápida. Eso implica que pueden decir sí o no al tratado, pero sin la capacidad de presentar ninguna enmienda. No está claro que el siguiente presidente mantenga este mecanismo. Pero volviendo a su pregunta, mucho me temo que de contar con un republicano en la Casa Blanca sería bastante peor. Para serle sincera ni siquiera he llegado a pensar en las posibles repercusiones de esta posibilidad aún.
Usted ha declarado que uno de los problemas más importantes a los que nos enfrentamos en estos momentos es el cambio climático. ¿Usted cree que somos realmente conscientes de las dimensiones de este problema? Creo que no. No todo el mundo está muy al tanto de las posibles consecuencias y su gravedad real. Se podría decir que la preocupación por el estado del medioambiente es un fenómeno de la clase media. Me explico, en países como Francia o España, una gran parte de la población está más preocupada por el nivel de desempleo, la precariedad laboral o la pérdida progresiva de poder adquisitivo que por la capa de ozono. Eso es perfectamente entendible. Las clases más pobres de Francia se enfrentan diariamente a una situación muy precaria y su número no deja de crecer. En la actualidad tenemos a seis millones de personas sin empleo. Sus problemas diarios les mantienen ocupados, sin demasiado tiempo para reflexionar sobre el cambio climático. No obstante, es justo decir que cada vez contamos con más personas concienciadas al respecto. En muchas comunidades se están llevando acciones locales de sensibilización. De todos modos, es un asunto muy delicado y entiendo que mucha gente no quiera oír hablar de ello. No es agradable imaginar un futuro en el que nuestros nietos vivan mucho peor que nosotros. No es muy alentador. En el año 2075 mis nietos tendrán la edad que tengo yo, que es 81, y no es agradable pensar que morirán de enfermedades relacionadas con el deterioro del medioambiente en situaciones de insoportable sufrimiento. A la gente no le gusta pensar en esto y lo entiendo, pero no tenemos más remedio.
¿Qué opinión le merecen los movimientos negacionistas del cambio climático? Por fortuna, solo son políticamente relevantes en Estados Unidos. Es el único lugar en el mundo donde cuentan con financiación suficiente y donde son particularmente activos. También hay grupos que reconocen la progresiva gravedad de la situación, pero que los avances tecnológicos, como la geoingeniería, nos salvarán de la catástrofe. Pero permítame decirle que las mayores amenazas a las que nos enfrentamos son la indiferencia, el egoísmo, el no poner un precio a las emisiones de CO2 de manera inmediata o no ponernos de acuerdo para establecer un control más férreo sobre la actividad de las multinacionales extractoras y comercializadoras de combustibles de origen fósil. Estas sí son amenazas reales.
¿Cómo podemos desafiar estos problemas? ¿Cuál es la manera más efectiva de plantarles cara? Hay múltiples medidas a nuestro alcance, como las campañas de desinversión sobre este tipo de empresas o actividades que dañen el medioambiente. Por ejemplo, España debería ser muy activa en el seguimiento de la labor del señor Miguel Arias Cañete, Comisario Europeo de Acción por el Clima y Energía, que está siendo muy perjudicial. También se podría exigir a aquellas entidades que hayan invertido en Repsol que retiraran su dinero. El Gobernador de Inglaterra anunció que iban a retirar las acciones que tenían en este tipo de empresas. Se pueden organizar campañas que señalen y avergüencen a estas personas, como al señor Arias Cañete, averiguar qué medidas está tomando desde su Dirección General y difundirlo. Se pueden organizar actividades a nivel local, como las llamadas comunidades de transición. Son movimientos de base comunitaria que han decidido llevar a cabo una serie de iniciativas que reduzcan sus emisiones de CO2. Hay un movimiento en Valencia de estas características, estuve con ellos el pasado mayo, aun no se han conseguido grandes cosas, pero son buenos ejemplos. Además, la tecnología está de nuestra parte, hay numerosas soluciones técnicas que se pueden poner en marcha.
La situación griega no se resolvió como esperaba en su libro. ¿Qué cree que pasó entonces y qué no nos contaron? No sé si no nos lo contaron, lo que sí fue seguro fue la intención de Ministro de Finanzas alemán, el señor Schäuble, de echar a Grecia de la Zona Euro. Hizo todo lo que estaba en su mano. Los griegos podían haber simplemente desobedecido y haber puesto controles al movimiento de capital de sus bancos, pero no lo hicieron. Así que cuando sus bancos estaban vacíos, el Presidente Tsipras tuvo que aceptar las propuestas de la troika – compuesta por el Banco Central Europeo, la Comisión Europea y el Fondo Monetario Internacional – que resultaron ser mucho más duras que las iniciales. Mucha gente pensó que se podía haber acudido a un Plan B, como se empezó a llamar en su momento, antes de llegar a una situación tan dramática, pero no se hizo. Este Plan B se tendría que haber puesto en marcha mucho antes del estallido de la crisis en junio. Se necesitaba tiempo para preparar a los bancos, para establecer una moneda alternativa. Como imagina, este tipo de medidas no se pueden hacer de un día para otro. Lo que pasó fue vergonzoso y posiblemente no sea la última vez ‘no es agradable pensar en un futuro en el que nuestros nietos vivan mucho peor que nosotros’ que ocurra. En las próximas semanas me voy a reunir con un grupo de griegos. Espero que me puedan contar con más detalle qué pasó. Mire, las medidas de austeridad conducen a las personas a un endeudamiento progresivo, hacen que la vida sea más miserable. Los alemanes lo llaman ordoliberalismo, en vez de neoliberalismo, es prácticamente lo mismo, pero de origen alemán. Muchos se lo toman como si fuera a una doctrina religiosa que, entre otras cosas, tiene la obligación de castigar a las personas que han pecado. En alemán la palabra que se utiliza para deuda es la misma que se utiliza para culpa, Schuld. Se dice meine Schuld, mea culpa. Esta relación es muy interesante para entender la posición alemana.
Su libro describe un escenario bastante oscuro e incierto, pero al final reconoce que nunca había sido testigo de tantas campañas e iniciativas en tantos países diferentes. ¿Hay espacio para la esperanza? ¡Por supuesto! Como ciudadanos no tenemos ningún derecho a no hacer nada argumentando que las decisiones ya han sido tomadas. No creo que podamos permitirnos el lujo de irnos tranquilamente a la playa a leer una novela porque todo es muy complicado. No nos podemos dar por vencidos. Podemos ser optimistas o pesimistas, en mi opinión no son categorías morales. Mucha gente me pregunta qué soy yo y siempre digo que ni una cosa ni la otra. Tener esperanza es crucial para actuar moralmente. No conozco el futuro, por lo tanto debo tener esperanza. De lo que sí estoy convencida es que si no hacemos nada, si no aportamos, estamos contribuyendo al fracaso. Tener un futuro mejor es nuestra responsabilidad. Quizá sea ya muy tarde, no lo sabemos, por eso no podemos esperar. Tenemos que actuar.
Al final de su libro hace un comentario sobre el valor y el potencial de las minorías. Por supuesto que sí. Estoy convencida de que en el seno de las minorías se gestan grandes ideas. Llevo trabajando en temas relacionados con el medio ambiente desde el año 1989. Entonces no era una idea muy compartida, pero esa situación había cambiado en la XV Conferencia Internacional sobre el Cambio Climático que se celebró en Copenhague en 2009. En aquel momento, la gente creyó que podía confiar en sus políticos, pero se ha demostrado que no, por tanto, tenemos que actuar de manera diferente. El próximo 12 de diciembre volveremos a salir a la calle para manifestarnos. No esperamos que los gobiernos recojan ninguna de nuestras propuestas, así que seguiremos manifestándonos y trabajando.
Después de décadas de trabajo y activismo, ¿Qué cree que ha conseguido? No estoy segura. Constantemente hablo con personas que me dicen que han leído mis libros y mis artículos, lo que es una manera de reconocimiento. Pero es difícil saber qué he logrado. Creo que harán falta más años para saberlo, quizá otra generación, sobre todo cuando se trabaja sobre aspectos tan amplios y complejos. Además, las victorias políticas son muy raras, muy difíciles de conseguir. Si se vence de manera fácil y rápida, lo más seguro es que no se haya librado la batalla correcta. La conferencia que nos brindó en el Hong Kong Theatre de la London School of Economics fue igual de honesta y brillante como todos sus años de activismo. No obstante, confesó humilde que se sorprendió al haber recibido la petición para hablar en tan ilustre centro educativo y ver a tanta gente joven interesada en lo que tenía que decir. El fin de su intervención quedó sellada con los aplausos agradecidos del auditorio. Ella pidió que parásemos porque la íbamos a hacer llorar, frente a lo que decidimos aplaudir con más fuerza. •