Director de cine (muy premiado), además de guionista, optimista comprometido y buscador. Para despertar del letargo nos invita a poner conocimiento en todo lo que hacemos. El día que logremos la mayoría consciente habremos dado un paso evolutivo de gigante.
Por JULIA HIGUERAS Fotografía JAMES RAJOTTE
Quedamos en la Buena Vida, el café librería que David Trueba tiene en Madrid. Un ambiente perfecto para departir sobre el escritor que un día Joan Manuel Serrat -poniendo música y voz a sus versos- sacó del ostracismo y que hoy el director de cine Eduardo Chapero Jackson se atreve a repetir arrebatándoselo de nuevo al olvido. Esta vez es la imagen la que acaricia con la suavidad de una pompa de jabón los mundos sutiles de Antonio Machado. Este documental nos recuerda, además, que se cumplen 100 años de la publicación del libro Campos de Castilla. Un modo de celebración, otra manera de regar con la luz de la fotografía los poemas de este escritor sevillano y de vida solitaria, y que nos empuja a adivinar lo mucho que hay de su ayer en nuestro ahora.
Aguardo entre curiosa e impaciente la llegada de mi entrevistado y me entretengo echando un ojo a las múltiples publicaciones que están esparcidas por las estanterías y las mesas de la Buena Vida. Este nombre unido a que el día es helador me empuja a pedir una gran taza de chocolate caliente con la que avituallar el alma y calentar el estómago. Una portada de color rojo y un título El dinero en The New Yorker me llaman poderosamente la atención y lo digo sin retintín. La economía en viñetas, ¡qué bien! Pienso que un poco de humor en el tema económico me aportará un buen bofetón de ironía con el que empezar la entrevista. Y así arrancamos. Con una gran sonrisa. Sonrisa guasona y cáustica, pero sonrisa al fin y al cabo. Y empezamos charlando de su ayer en Nueva York, su presente europeo y como no, de la buena vida.
Su madre -neoyorquina- está hoy en Madrid. Él es hijo único, solo y a la vez extraordinario. Lo digo en voz alta. Se ríe y pide un café cortado. Nueva York. Piensa y recita: ‘Una ciudad increíble, sí, que te da mucho pero también te quita mucho. A veces te absorbe la energía, te come y si le dejas paso libre, te revienta. Lo importante es saber cuándo la tienes que dejar’. Como a ese novio o novia que lucha por apropiarse de nuestro tiempo, de nuestro espacio y que no duda en hacer ejercicios acrobáticos para conseguirlo. Otra vez la risa, otra vez Nueva York. Sabe de lo que habla, vivió y estudió allí, sí, en esta ciudad hecha solo para los más jóvenes pero que está abierta a todas las propuestas. Y de ese mundo neoyorquino un tanto tosco, donde se confunde valor con precio y el tiempo se mide con dinero, pasamos a hablar de otros mundos casi centenarios, profundamente sutiles y delicados como una pompa de jabón.
Poco presupuesto, un tema lejano quizás inadecuado al tiempo ¿no le asaltaron las dudas? Mi reacción ante esta propuesta fue de sorpresa. A Antonio Machado le tenía como un escritor muy lejano, como una figura viejuna, lo veía, la verdad, con cierto prejuicio. Por eso le pedí a Ana, la productora del documental, que me diera un par de semanas para poder leerme, al menos, la obra básica. La primera sensación que tuve al leerla fue de asombro y admiración. Hay mucho trabajo desconocido de este escritor, mucha obra que se ha ido sesgando con el tiempo. A veces por motivos políticos, tanto por un bando como por el otro, porque ha sido utilizado por unos y censurado por otros. Al final lo que nos llegaba de su trabajo era un poco descafeinado, sin sustancia, por eso descubrir toda su prosa, casi desconocida, ha sido muy interesante.
A eso se le llama flechazo en toda regla. (Sonríe) Me identifiqué con él en muchos de sus escritos porque tienen relación con el trabajo que hago. Ya había tocado en mi trabajo cómo el individuo se posiciona ante la sociedad y cómo es el conflicto del mundo interno y externo, y ese discurso me empezó a parecer muy inteligente y actual porque hablaba de nosotros como sociedad y como individuos de un modo que me parecieron clarividentes.
Plasmar con imágenes el poemario de Machado. Un reto, un objetivo difícil de llevar a cabo. Sí, era todo un desafío. En el cine, lo normal –que es el cine que más se hace- está basado en lo narrativo lineal y pocas veces te puedes centrar en lo poético que es más tangencial, más abstracto. Fuimos creando algunas escenas para esos poemas con algunas figuras humanas, con un entorno, pero empecé a pensar que necesitaba algo más, algo con que cohesionarlo todo. De Machado solo hay 20 fotografías y para traerlo a una puesta en escena de hoy en día había que crear todo un mundo. Y la danza me pareció muy interesante como recreadora de ese mundo porque tiene la capacidad de ser muy poética y también de expresar muy tangencialmente. Después hubo que inventarse una protagonista que fuese una narradora inusual, que no fuera una voz en off típica ni una autoridad masculina o académica que es el fallo que yo siempre critico.
Y tuvo que inventarse un escenario que se acoplase al presupuesto. Como director no solo tienes que crear un mundo donde acomodar el documental, también tienes que saber gestionar los medios económicos que tienes, pero ese reto también es bonito por los mimbres que te da y esas limitaciones con las que te encuentras te empujan a crear ideas muy potentes que sin esa dificultad seguramente no fluirían.
¿Y qué piensa de Machado ahora que le conoce tanto como a usted? (Ríe) Leyendo a Machado me invadió una tristeza brutal porque su vida fue muy triste y los buenos momentos le duraban muy poco, por eso quise captar con la cámara lo etéreo de Machado, lo buena persona que era. Entrar en su vida me provocó mucho, me afectó leerlo, sentí empatía por él. Buscaba, sobre todo, que la experiencia para el espectador fuera nutritiva y también positiva. Y aunque la protagonista fracasa, la poesía le asiste y le reconforta. Creo que tendemos a caer en algo que puede llegar a ser muy peligroso y es nuestra tendencia a valorarnos por nuestros logros y no por nuestros valores. Y ese enfoque me pareció muy interesante. No es un final feliz porque ella no logra el objetivo que se había propuesto, pero sí se enriquece en el proceso y sí que hay un guiño en ese verso tan bonito y positivo que es ‘hoy es siempre todavía’. Por eso hago este trabajo, porque de repente me ha dado esta alegría. Son momentos en los que te dejas envolver por la belleza del medio, en los que puedes ver reflejado aquello que antes estuvo en tu cabeza, por lo que peleaste y ahora está en la sala de un cine, creando sensaciones, provocando emociones en los espectadores. Y no quieres que acabe. Es la magia de esta profesión.
Estudió en Nueva York ¿Por qué volvió? A ver si es capaz de contar su historia como ha sabido contar la historia de Machado… (Se ríe) Por motivos políticos muy parecidos a los de Machado, mi infancia vive el desarraigo. Nazco y a los pocos días a mi padre, por ser universitario y protestar contra el régimen, le meten en la cárcel. Mi madre, neoyorquina y que también había pasado por la cárcel, quiso volver a Estados Unidos. Fueron años duros, de exilio, lejos de mi padre y de España. Y no volvimos hasta que cumplí los 6 años. Quizás experimentar todo esto es lo que ha hecho que me identificara más con la vida de Machado, porque ese desarraigo en mi infancia me empujó a que me interesara por todo lo plástico, lo artístico, la poesía, los relatos cortos. He sido un gran buscador y la fotografía fue el primer paso con el que mirar, observar, y la que me llevó a interesarme por el cine. Eso y que mi padre siempre me llevaba a los Alphaville… Si esto no hubiese pasado en mi vida posiblemente me estaría dedicando a otra cosa.
Dirigir entonces no fue su primera opción. El cine me fascinaba pero ni me planteaba que esa opción fuera ni tan siquiera posible. La fotografía me fue metiendo en el mundo de las humanidades y fue así como acabé estudiando Bellas Artes en Nueva York. Y luego llegó mi vuelta a España y el cine. Aquí empecé a trabajar y fui ahorrando hasta conseguir el dinero para rodar mi primer cortometraje. El arte, el cine, la literatura me han servido para ir hallando todas esas cosas que me han ido ubicando en la vida.
Sé que está escribiendo un guión, porque además de dirigir escribe sus propios guiones… Escribir es muy difícil. Me encantaría que alguien me pasara un guión que me enamorase desde la primera frase, pero como es muy complicado me he puesto manos a la obra. He empezado, como siempre, haciéndome preguntas, documentándome, creando sensaciones. Escribir un guión tiene un punto de investigación científica porque me adentro en la naturaleza humana, en lo que siento, en lo que percibo yo y en cómo lo perciben los demás. Tiene algo de antropológico. Ahora estoy en la fase de hacerme preguntas del tipo: ¿qué es el tiempo?, o ¿qué es el amor?
¿Y a qué conclusión ha llegado? Digamos que la historia que estoy preparando se mete mucho en la neurosis del tiempo, porque si algo nos aleja de estar vivos y despiertos, es el funcionamiento de nuestros enganches con el pasado y cómo el pasado, de alguna forma, estructura nuestra personalidad y cómo muchas veces nos proyectamos en el futuro con cosas del pasado haciéndonos perder el instante presente. Si le pidieran escribir un guión sobre la situación que estamos viviendo, ¿qué contaría y cómo lo contaría? Me veo, con gran preocupación, como alguien que crece en una sociedad que es víctima de una inercia, a veces casi inconsciente de que existe ese problema. Ha habido manos llenas de avaricia, sí, pero ha sido la propia inercia social la que nos ha empujado a esta situación. Lo vivo con mucha preocupación porque se ha creado un gran artificio alejado de la palabra clave que no es otra que la de conseguir ser sostenibles. Sostenibilidad en todos los aspectos, porque no hemos entendido el vínculo, la idea del todo, del bien común, del bien planetario, del cuidado de la tierra. Son planteamientos que ahora empezamos a manejar y que vosotros desde la revista lo encarnáis también. Soy optimista porque veo que hay un incipiente despertar, todo un flujo de gente que se está dando cuenta, que está intentando, desde dentro del sistema, cambiarlo. Pero plasmarlo en una película es difícil. Una película no puede ni ser un panfleto ni convertirse en un sermón. La pena es que esta crisis llega en un momento en que la gente tiene que preocuparse por sobrevivir y se aparca la importancia de este cambio global necesario. Hay que superar esta coyuntura y cuando lo hagamos el salto va a ser impresionante. Soy optimista pero la batalla no está ganada.
‘Porque hoy es siempre todavía…’ (Sonríe). ‘Pero el mañana es mío’. Y pienso en el bien común, no solo en los otros seres humanos, también en todo lo que me rodea, en el ecosistema. Pensar así me pone en otro lugar y me hace tomar decisiones de otro tipo. Porque cada decisión que tomas es importante y puede cambiar el mundo. Cuando compres no cojas la bolsa de plástico, compra solo botellas de cristal… Son dos ejemplos cotidianos, sencillos, básicos que pueden empujarte a salir de la inercia social. Comprobarás la satisfacción que da cuidar por el placer de cuidar, poner conciencia en todo lo que haces, despertar del letargo. El día que alcancemos la mayoría consciente daremos un salto evolutivo de gigante. •
Entrevista publicada en el número 12 de Anoche Tuve un Sueño