Premio Velázquez, uno de los pintores españoles más grandes del siglo XX y referente para varias generaciones de artistas, deja que le acompañemos en este paseo por su interior. Después de haber bebido de otras experiencias creativas, y ahora que el mundo se aleja de la pintura y va por otros derroteros, él vuelve a ella.
Por Julia Higueras. Fotografía: Álex Río
Un estudio que derrocha luz, mesas abarrotadas de pinceles coloreados, tempuras, trapos, caretas, fotos, montones de fotos tratadas, originales que no han pasado por el filtro del ordenador. Cuadros por todas partes, colgados, reposando en las paredes, por el suelo; unos acabados, otros esperando pacientemente su turno para que así sea porque, algunos de ellos, a decir de su creador, están terminados aunque su autor todavía no lo sepa. Este espacio silencioso, que bulle de energía creativa, se cuece bajo una gorra.
Una de las cosas que más me han llamado la atención de tu obra es la evolución que ha tenido, porque eres un receptor de todo lo nuevo que pasa y eso se nota en cada cuadro tuyo.
Eso se puede ver desde dos puntos de vista contradictorios; si, soy muy curioso de todo lo que ocurre, sobre todo en pintura pero por otro lado no sé ni encender un ordenador.
Bueno (contesto, y él se ríe…)
No utilizo el ordenador para nada, no tengo móvil…
No tener móvil es un lujo
(Risas) Pilar (se refiere a su mujer) es quien me comunica con el mundo y luego llevo 10 años trabajando con Juan Carlos Melero que me ayuda con el ordenador. Quiero decir con esto que tengo dos maneras de ser muy marcadas: una conservadora y otra progresista.
¿Y cómo conviven las dos dentro de ti?
Conviven muy bien. Pero ahora que voy teniendo mis años te haces más conservador y me da más pereza ponerme al día.
¿Sí?
Creo que es algo biológico, pero tú tienes razón cuando dices que he estado vivo.
Que estás vivo (le corrijo)
(Se ríe). Lucho a muerte con la pintura, por mantenerla. Hay que tener claro que hoy la pintura es una parte de las artes plásticas. el mundo que se ha abierto más allá es extensísimo y sigue creciendo.
He leído que te exiges tanto como cuando tenías 20 años y que exprimes el limón todos los días. ¿Eso agota?
Fíjate, creo que ahora soy más consciente de esta exigencia. Cuando tenía 20 años creía que lo sabía todo y fui un tipo joven progresista, radical, vanguardista,. Y creia que sabia más de lo que sabía, aunque en el fondo solo conocía el final del proceso y ni siquiera bien. Hay que conocer las conexiones de la vanguardia con el resto del proceso histórico, eso lo hace todo más complejo y rico; hoy conozco mejor ese campo.
La parte vanguardista lucha con la parte más conservadora. Estudias Derecho,piano;tu padre,castellano,sobrio, médico;tu madre sevillana,nada menos que de Triana, ¿esta mezcla interior te ha hecho sufrir?
Me ha hecho chirriante,dividido.
Porque ahora parece que conviven bien, aunque no siempre ha sido así.
Eso de que conviven bien… Aún no he conseguido la convivencia pacífica. Me considero más bien como un campo de batalla. Nunca he vivido una época en la que haya dicho ‘estoy en mi sitio, estoy tranquilo, he conquistado mi campo’. No soy ese tipo de persona. Es algo psíquico más que conceptual que tiene que ver con una personalidad ansiosa, muy perfeccionista, que quiere hacer siempre las cosas mejor y eso produce una gran pesadumbre porque nunca estás contento. Algunos días por la noche al salir del estudio,si he conseguido ver algo claro,si he hecho algún avance me produce una alegría profunda y serena pero son excepciones.
La verdad es que erigirse como juez de uno mismo es muy difícil.
Es muy complicado precisar lo que es bueno o malo, salirse de uno mismo y observarse. Sucede en todos los campos. Incluso cuando intentas verte como persona y te preguntas: ¿quién soy yo y qué calidad humana tengo? En el arte sería fantástico poder hacerlo, sería como tener un ministro de autoespías (se ríe).
‘Con 20 años creía que lo sabía todo, y fui un tipo joven muy progresista, radical, exigente, un vanguardista’
Sí, y lo mandas de misión.
Por favor, y que me cuente lo que ocurre aquí dentro (y señala su cabeza)… Puede que sea aún peor de lo que pienso.
No jorobes
Sí, esa sorpresa se puede dar también (dice, socarrón). Cuando uno tiene una personalidad tan crítica tiene una ventaja y es que te estás apretando el tornillo constantemente.
Y te obliga a crecer, a evolucionar.
Exactamente. Puede que esa sea quizás la causa de esta evolución mía tan cambiante y exigente. Si tuviera una personalidad satisfecha me habría quedado tan ricamente en los años 70 y puede que me hubiera ido mucho mejor.
Pues no te ha ido nada mal. Qué piensas cuando oyes esta frase: ‘Es un referente para varias generaciones de artistas’ o ‘Es uno de los pintores españoles más grandes del siglo XX’.
No pienses que me lo creo demasiado. Tengo que reconocer que me impresiona la cantidad de premios que me han dado. El Velázquez ha sido el que más me ha emocionado. El jurado es progresista y profesional y ahí ya no puedes pensar que se han equivocado. Los premios me acompañan, me refuerzan. Y algo que me llama mucho la atención es que siempre he tenido seguidores, desde el principio ha habido gente de otras generaciones que ha estado pendientes de mi trabajo y esto me ha fortalecido. En cambio en el extranjero mi proyección no es muy grande.
Quién sabe, en esto de la pintura…
(Se ríe) Otéiza tampoco tuvo fortuna en el extranjero. Aunque me apoyaría mucho tener un cierto reconocimiento internacional, de otra forma pienso que lo mío es un fenómeno regional, que mi obra es difícil de entender. Ahora soy más sensible a esas cosas que cuando era joven, antes pasaba mucho más.
Quizás es la necesidad por trascender.
Quizás. Me noto envidioso: ‘A ese le han dado un premio y a mí no…’. Y fíjate que durante toda mi vida me ha traído sin cuidado, hasta ahora.
¿Y hasta ahora por qué?
Porque soy más bobo. Uno con los años se hace tonto (nos reímos).
O más sensible
Cabe esa posibilidad, lo cierto es que son sentimientos irracionales, nada defendibles, estupideces que te vienen de las tripas y que no puedes aplacar. A veces pienso que si con esto sufro tanto, odiar debe ser espantoso, insufrible,y doy gracias por no haberlo experimentado ni espero experimentarlo jamás, claro.
Cuando le pregunto por su primera vez me contesta:
‘Fue un proceso lento hasta que me decidí’. Pero asegura que también se hubiera podido desarrollar con la música. ‘No se puede decir que en mi casa hubiera un ambiente claramente artístico; mi madre había estudiado piano pero se casó y no lo volvió a tocar, por ahí andaban las partituras de Beethoven. A mi padre sí le interesaba la música. Tenía un gramófono y muchos discos, y mi hermano, el que iba delante de mí, el primogénito, que era un tipo muy listo, sensible, muy adelantado, creía mucho en mí y me vino muy bien. Pero mi padre era médico y quería que fuéramos abogados del Estado, notarios, ni siquiera médicos, no, eso tampoco. Y no sé cómo empezó a venir una profesora de piano a casa. Éramos pequeños y nosotros no lo pedimos, pero llegaba, se sentaba y nos daba clase a todos’.
‘Mi progreso histórico es este, el mío personal y aunque pase al olvido me habré dado el gusto de ser consecuente con lo que siento’
¿Y qué tal se te daba tocar el piano?
Normalito, sin embargo era muy bueno improvisando y lo sigo siendo; por eso tuve la tentación de dedicarme a la música y creo que me habría desarrollado con ella igual que lo he hecho en la pintura. Pero no me arrepiento de no haber elegido la música porque la música culta contemporánea, que me interesa mucho, es un campo dificilísimo en todos los sentidos.
Los acontecimientos que han ido sucediendo en el mundo han influido y siguen influyendo de alguna manera en tu obra. Hoy vivimos uno de esos momentos delicadísimos.
Estoy muy al tanto de lo que ocurre, aunque no soy un tipo activo políticamente, nunca lo he sido.
¿Qué piensas sobre lo que está pasando?
Pobres hijos nuestros que van a ser las víctimas. Bueno, ya lo son. Precisamente acabo de leer un trabajo que ha hecho una de mis hijas -que estudia en Inglaterra- para un examen. Le han dado una serie de temas para elegir uno y que lo defienda. Curiosamente, el tema que ha desarrollado es ése, el de que las generaciones siguientes van a sufrir por culpa de nuestras incapacidades, de nuestros errores. No hemos sabido ordenar la vida ni la sociedad. Ha escrito un montón de páginas sobre este tema que, por cierto, me ha gustado mucho.
¿Cuántas hijas tienes?
Tengo dos, una de cada matrimonio. La de Inglaterra, Laura, que tiene 19 años y la mayor, Marta, que tiene 28 años y es arquitecto.
¿No tienes la impresión de que es una vuelta atrás?
De alguna manera el mundo va para adelante. Los países venimos del feudalismo, luego se hicieron los estados nacionales y ahora los estados internacionales, y esos son procesos sin vuelta atrás, son de mecánica histórica y estoy seguro de que, antes o después, se llegará a un gobierno mundial más justo. Y esto no va a depender ni de lo espiritual ni de lo moral, va a depender de una cierta mecánica, de cómo se vayan sucediendo los acontecimientos.
¿Y en qué estás ahora?
(Recupera la sonrisa). Estoy pintando más aunque sigo con los trabajos digitales y la foto. Creo que todo está relacionado. Pero últimamente quiero profundizar un poco más en la pintura.
Una vuelta al interior.
Sí, quiero volver a profundizar en ese lenguaje interior, en ese autoanálisis sensual a través de la pintura, que creo que es más mío.
Puede que te represente más a ti mismo, que esté más cerca de tu sentir.
Está más de acuerdo con mi proceso vital, de donde vengo, de cuáles son mis principios, mi generación, donde me he movido estéticamente. Pero hablando en general del mundo de la plástica se puede decir que el campo de las dos dimensiones puede estar pasando a la historia. No es que se cuestione la pintura es que se prescinde de ella.
¿Tú crees?
A nivel teórico prácticamente es así. La muerte de la pintura es una historia muy larga. Se ha muerto muchas veces y ha resucitado otras tantas, pero en esta ocasión veo que va más en serio.
¿Por qué?
Ha sucedido muchas veces y cada vez con mayor intensidad. Ahora vas a las bienales y a la Documenta y la pintura no existe.
‘Ahora miro mi obra con cariño, que no es tanto como decir que lo hago con admiración’
Están las performances
Sí, instalaciones, vídeos, aunque esto ya es incluso considerado como algo conservador.
Puede que estos artistas estén en un proceso de búsqueda para luego volver. Estamos viviendo un proceso de cambios tremendo y esto supongo que afecta a todos los ámbitos incluido el arte.
Evidentemente es un proceso de búsqueda y si miras el siglo XX te das cuenta de que en ese proceso de búsqueda muchas cosas se han roto, pero lo que ha estado en primera línea es lo que después construye realmente la historia del siglo.
¿Y qué es lo que hay más verdadero en ti?
No se trata de jugar al progreso histórico. Mi progreso histórico es este, el mío personal y aunque pase al olvido por lo menos me habré dado el gusto de ser muy consecuente con lo que siento. Pienso que es un argumento lo suficientemente poderoso. Yo siempre he creído en ese progreso que es en el fondo el de las vanguardias. Pero hay un momento en el que hay que elegir, ya sea por incapacidad, incomodidad o por tener suficientes ideas propias: hay que elegir entre ese progreso o el propio progreso.
Pero tu pintura es conservadora sólo hasta cierto punto. Juegas, construyes, fotografías, vas viendo…
Yo dentro de la pintura, de la pintura pintada, me considero renovador. No es ese el problema: el problema es la pintura frente al resto de las artes visuales. Yo he empleado, desde los setenta, la foto y todo tipo de posibilidades de transformación mecánica. Ahora también utilizo el ordenador.
¿Te consideras buen fotógrafo?
De técnicas o/y muy malo (se ríe). La llegada de las máquinas digitales ha sido todo un descubrimiento, después te metes en el photoshop y lo arreglas. Disfruto con lo que sale en la pantalla, tiene luz y vida, es como una droga. Y sí, hago fotos que están bien y las expongo. He participado en exposiciones y en libros de fotografía española porque ya no se trata de hacer la foto en blanco y negro, de tener la iluminación perfecta, el encuadre perfecto, se trata más bien de pintar con la cámara. Este es un campo de la fotografía en la que no hace falta ser un fotógrafo técnicamente bueno, de todas maneras a fuerza de hacer muchas fotos algo se aprende, por lo menos a captar esas casualidades que de pronto te atraen y le das al clic y las capturas. A mí me gusta mucho hacerlo aunque, paradójica- mente, en casi medio siglo no haya conseguido saber las bases de cómo funciona una cámara de fotos. Sí he aprendido en cambio a desarrollar el instinto, que te defiende de la foto hecha con un trípode. Iluminas varias veces y una seguro que sale bien . Al fin y al cabo es una máquina y quien la hace diferente es la persona que la utiliza.
¿Y el derecho de autor?
He estado muy implicado en el derecho de autor. Fui el primer presidente de VEGAP (Visual Entidad de Gestión de Artistas Plásticos), volvía ser los años más tarde y ahora formo parte del Consejo. VEGAP ha crecido de una manera tremenda. Recuerdo que los 10 primeros años fueron muy difíciles: el Ministerio de Cultura, que fue el que nos creó, nos prometía un dinero que no llegaba nunca. Costó mucho salir pero hoy VEGAP tiene una salud de hierro.
¿Y qué piensas del copyleft?
Todo el mundo chupa de Internet, todo es gratuito. Sería fantástico si nos dejaran entrar gratis en el cine, a los conciertos, que fuéramos a las librerías y cogiéramos los libros que nos diera la gana. Estaría muy bien, sí, sería fantástico pero es completamente irreal, impensable, como ir al mercado a por lechugas o tomates y que te los dieran gratis, o la hipoteca. Si la gente no cobra de la venta no tiene nada y el derecho de autor está justificadísimo. En la red tiene que haber un pago, porque si esto no es así no se puede vivir, no se puede seguir creando. Estoy convencido que el debate se solucionará. En EEUU y en Francia hay una nueva ley que se va a ir aplicando poco a poco¼ Es un mundo nuevo, revolucionario, en donde entra todo el mundo y es muy difícil de controlar. Fíjate en los pederastas de la red, es un mundo de una amplitud grotesca. Nunca somos conscientes de las grandes revoluciones y ahora estamos pasando por un proceso revolucionario digital, asombroso.
Sí, hemos evolucionado mucho tecnológicamente, pero socialmente…
Moralmente, poco. Es un hecho.
¿Y a dónde nos va a conducir?
El capitalismo está pasando por una fase muy discutible y peligrosa. Tiene el poder radical y no hay quien lo controle.
Cuando estás triste parece que lees el Libro del desasosiego de Pessoa.
Sí, nunca se puede ser tan triste como Pessoa, es un hombre tan deprimido que a su lado te sientes eufórico y piensas: mira, éste está peor que yo. Es un libro que tengo siempre a mano.
Un cuadro tuyo, así, rápido.
Es muy difícil; yo siempre he dicho que prefiero mi proceso general a señalar cuadros concretos. De todas maneras hay algunos que han sido señalados especialmente por la crítica, por ejemplo Las Situaciones Meándricas espe- cialmente la tercera; también la serie sobre Peter Sellers especialmente el tríptico Pay- seyes, etc, etc. hay muchos.
¿Cuando ves tu obra te sientes satisfecho?
Le tengo cierto cariño. Antes no creas tú que se lo tenía, más bien todo lo contrario. Ahora le tengo cariño, que no es tanto como decir que la miro con admiración, es como si los cuadros fueran como nietos, gatitos o perritos (se ríe). Y se lo tengo a los buenos cuadros como a los malos, a este nivel de sentimentalismo los quieres a todos, a los malos incluso más, pobrecitos que salieron feos.